2008-07-10.
Elías Amor Bravo, Economista ULC
Uno de los ejemplos que cabe citar a la hora de referir los numerosos
"males" de la economía cubana, y la necesidad de impulsar cambios mucho
más profundos y ambiciosos que los parches que está realizando Raúl
Castro en el país es la cosecha de azúcar del presente año.
La que fue primera potencia mundial en producción de azúcar, con una
notable eficiencia y eficacia en los cultivos y los sistemas de
transformación, y que obtuvo y mantuvo una posición solvente en los
mercados mundiales durante décadas, apenas ha obtenido 1,5 millones de
toneladas de azúcar en 2008, una cifra que, ni en los peores años de la
colonia se había registrado. A resultas de ello, declara el ministro del
ramo Ulises Rosales, ni se han podido importar 160 camiones, ni 360
remolques, a pesar de la notable dependencia externa en insumos para el
proceso productivo.
Es increíble que con tanta experiencia acumulada siga dependiendo Cuba
del exterior para cosechar su azúcar. Este es el ejemplo más evidente de
lo que significa la incompetencia del castrismo en materia de asuntos
económicos, la falta de visión empresarial en el mundo de los negocios,
la ausencia de procesos de innovación y desarrollo adecuados a la que es
la principal actividad productiva del país, y la ruptura de vínculos de
este sector con el resto de la economía. Al final, qué más da, si el
azúcar que se consume en los hoteles cubanos procede en su mayoría de
Brasil.
Es cierto que el régimen castrista siempre ha tenido una obsesión
enfermiza con el azúcar y su industria otrora floreciente, a la que
desde bien temprano identificó con sus pesadillas y enemigos a los que
había que eliminar. Al poco tiempo de la entrada en La Habana, con las
confiscaciones y la ruptura de los lazos tradicionales productivos en el
sector.
A finales de los años 60, con la derrota de imagen producida por la
fracasada campaña de los diez millones que marcó, qué duda cabe, el
comienzo del fracaso continuo de la mal denominada "revolución". En los
70, al amparo de la subvención soviética y la incapacidad para impulsar
una profunda reconversión de la economía, simplemente malgastando los
recursos en guerras inútiles, subversión y otras acciones
internacionalistas con poco impacto benéfico para el pueblo cubano.
Después de la caída del muro de Berlín, y con la pérdida de las
subvenciones, se enterró para siempre un sector líder de la economía
cubana, un referente cultural e histórico para todos los cubanos, los de
dentro y los de fuera, y con el cierre de los ingenios azucareros por
insolventes y la reconversión de los trabajadores del sector, se
acometió una reforma descabellada que ha venido a producir estos resultados.
Justo además, ahora, en un momento en que los precios del azúcar y sus
múltiples derivados van en aumento en los mercados mundiales. Con una
cosecha mediocre como la alcanzada en 2008, la recaudación en divisas ha
aumentado un 27% gracias al intenso aumento de los precios del azúcar en
la economía mundial, una tendencia que parece que va a continuar a menos
a medio plazo.
Las autoridades están sorprendidas y anuncian nuevas medidas.
No ha tardado el ministro cubano Ulises Rosales en confirmar la
reactivación de 90 plantas de derivados de azúcar para este mismo año,
las mismas que se habían cerrado antes. Ahora se han dado cuenta que las
medidas adoptadas por Fidel Castro con el cierre de los ingenios
azucareros, ha sido otro desastre para la economía cubana. ¿Qué pensará
el escritor cuando observe que una de sus decisiones más importantes ha
sido tirada para atrás?
Poco nos importa lo que pueda decir ahora Fidel Castro. La solución no
es seguir dirigiendo el sector azucarero desde un ministerio cuya
incompetencia ha sido comprobada históricamente, sino aprovechar la
actual fase de cambios para impulsar las reformas que verdaderamente
hacen falta: devolución de la propiedad de la tierra confiscada por la
revolución, libertad para la elección de cultivos por los nuevos
propietarios, desaparición de las improductivas granjas estatales y
eliminación progresiva de la participación del Estado en la producción
agrícola en sus distintas ramas, autorización a la inversión tecnológica
e internacional en el sector que aporte valor añadido y mejoras de
eficiencia, en suma, la receta del éxito: propiedad privada, libertad y
mercado.
Esa es la única vía para que el sector azucarero cubano salga de la
miseria y del estado lamentable en que se encuentra. Una recomendación
para finalizar; ahora que se ha puesto de moda fijar los salarios en
función de la productividad tienen una buena oportunidad: liberalicen
las retribuciones de los trabajadores en el sector del azúcar, fijen los
sueldos en función de la productividad y veamos que ocurre. Cuando un
país posee un recurso natural no debe desperdiciar ni su creatividad ni
su capacidad en tonterías dispersas. El azúcar es el futuro para Cuba,
pero no el castrismo.
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=16123
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