Jorge Olivera Castillo, Sindical Press
LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) - Quizás muy pronto esté listo
el arsenal legal para que otros disidentes vayan en calidad de huéspedes
para algunas de las más de 200 prisiones y campos de trabajo que existen
en Cuba.
Eso quiere el diputado Lázaro Barrero Medina cuanto antes. Hace unos
días propuso aumentar los castigos para quienes, presuntamente, reciben
dinero de "una potencia extranjera con el fin de subvertir el orden
interno".
El pasado martes intervino en la reunión constitutiva de la Comisión de
Relaciones Internacionales del Parlamento con el fin de poner en
perspectiva la idea de ampliar el horizonte delictivo para quienes
demandan una democratización del país.
Podría estar en marcha un plan de mayor envergadura contra la
disidencia. Por estos días hubo un adelanto de lo que pudiera ser el
preámbulo de nuevas acciones represivas que concluyan en procesos
judiciales progresivos y que incluyan a un significativo número de
disidentes.
La movilización mediática en torno a presuntas conexiones entre líderes
de la disidencia, personas vinculadas al sector más conservador del
exilo y diplomáticos de la legación estadounidense en La Habana, ofreció
pruebas fehacientes de la intención de urdir un plan con el cual crear
el ambiente necesario para una escalada represiva.
Es un remedo de lo que sucedió en la primavera de 2003, cuando
resultaron detenidos y juzgados, con carácter sumario, 75 personas
vinculadas al movimiento que en Cuba aboga por transformaciones
democráticas de carácter político, económico y social.
Las acusaciones ventiladas en los medios de comunicación de la isla
tuvieron como eje principal la denuncia del patrocinio de los Estados
Unidos en el sustento económico de la disidencia interna. Esto marca un
perfil recurrente donde valen descalificaciones personales, verdades a
medias, artificiosos planteamientos que sólo sirven para crear
atmósferas con sobradas tácticas de terror psicológico y que justifiquen
las medidas punitivas.
La intensidad y la extensión de los denuestos esgrimidos contra varios
miembros de la oposición pacífica y la sociedad civil, obliga a pensar
en una estrategia que podría tener entre sus propósitos volver a poner
en práctica un golpe demoledor a quienes apuestan por la instauración de
un estado de derecho en Cuba.
Los antiguos gobiernos socialistas de Europa del Este usaban similares
procedimientos con tal de desprestigiar y encarcelar a sus oponentes. No
hay nada nuevo bajo el sol.
El fárrago de incriminaciones recientemente lanzadas contra varios
luchadores pro-democracia, por un gobierno que se niega a dar cobertura
legal al ejercicio de libertades consagradas en la Declaración Universal
de los Derechos Humanos y en los Pactos de Derechos Civiles y Políticos,
y de Derechos Económicos, Sociales y Culturales hace poco firmados, no
alcanzan para convencer a quienes tengan un mínimo de sentido común.
Lázaro Barredo y otros que escenifican lo más rancio del pensamiento
totalitario llegan prejuiciados y solícitos a cumplir un plan en el que
son piezas intermedias, quizás al margen de los detalles finales, pero
que sirven a un propósito determinado.
Ofenden, acusan, proponen los peores castigos para los que se atreven a
criticar a cara descubierta las anomalías del sistema comunista. Cuentan
con entera libertad para fungir como fiscales en un proceso, hace unos
días mediático, ahora legislativo, que amenaza con concluir en un
tribunal, con juicio sumario, largas condenas y una parodia de defensa
legal.
No es por gusto que Lázaro Barredo sea el director del diario Granma, el
órgano oficial del Partido Comunista de Cuba, la única entidad política
que existe desde el inicio de la revolución en 1959.
En el pensamiento de estas personas no cabe la idea de que la diversidad
de criterios es algo consustancial a las sociedades modernas. Se
aventuran a defender el sistema que rige en Cuba con acciones y
argumentos sin relevancia moral y ética.
Diputado, periodista e inquisidor. Tristes empleos en un país donde no
hay espacios para quienes no comulgan con la ideología oficial.
En la vida de Lázaro Barredo lo que rige es el odio. Esto se nota en su
desempeño en las tres tareas que desempeña. Tal vez por ese motivo no
vea más allá del muro de intolerancia tras el que habita él, sus jefes
inmediatos y muchos de sus subordinados en el periódico Granma.
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