Saturday, December 29, 2007

El vivo al pollo

28 de diciembre de 2007

El vivo al pollo

Oscar Mario González

LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - Tras medio siglo de
sufrimientos el cubano no está para agregar una gota más de angustia a
la copa de sus pesares.


Así pues, al regresar a casa luego de dejar al difunto en el cementerio,
saca la botella de ron casero, estatal o de la "shoppy" y se la empina
entre música de rock, rap o reguetón. Se trata de "desconectar" para
poder seguir tras la huella de este socialismo del siglo XXI de tan
difícil paso y agobiante ritmo.


Y es que la existencia está muy difícil. Tanto, que los vivos suspiran
al conocer del fallecimiento de alguien conocido con gesto que parece
velar un anhelo: ¡menos mal que al fin descansará de esta puñetera vida!


Por añadidura los servicios fúnebres en Cuba son gratuitos e
igualitarios para todos los occisos excepto para la gente de la "jai".
Tratándose de esos "súper" difuntos o "faraones caribeños" el asunto
toma otro sesgo. No podía ser de otro modo para quienes en vida
contribuyeron a edificar este encanto de modelo socioeconómico. A ellos,
que nunca les faltó nada en esta vida, mucho menos podría faltarle en la
otra: coronas a montones, lágrimas a vivo torrente aunque sean de
cocodrilo y, el panegírico a cargo del historiador de la ciudad que con
su labia característica y su pico de oro, siempre ofrece las mismas
palabras de consuelo de un profundo sentido esotérico y hondo
significado escatológico, que sólo saben descifrar santeros y
espiritistas: "murió pero seguirá entre nosotros".


Para el difunto frecuente y habitual el ataúd y la utilización de la
capilla fúnebre son completamente gratis. Las coronas, por lo general,
están racionadas a cuatro o cinco por fallecido y cuestan a treinta
pesos cada una si son normales. Si se desea algo especial o fuera de lo
común el administrador de la florería atiende las proposiciones.


Algo parecido ocurre con los taxis para los participantes. La cuota es
de dos por difunto al precio de treinta pesos cada uno. De requerirse un
tercero o tantos más como deseen los dolientes el asunto es soluble a
bolsillo abierto; siempre que entre en escena el "poderoso caballero".
Ya en el camposanto no se requiere pagar por el derecho a un panteón
colectivo estatal pero siempre hay que dejarle caer alguna "tierrita" a
los sepultureros como atención por sus esfuerzos. Estos hombres luchan
con la muerte, viven de ella, la ven como la razón de sus esfuerzos y la
tratan con la mayor naturalidad del mundo. En número de cuatro y
valiéndose de sogas, hacen descender el cadáver a la fosa y allí lo
depositan junto a dos o tres difuntos en una convivencia impuesta y sin
que el nuevo inquilino pueda protestar por la presencia de alguno de sus
nuevos y eternos acompañantes. Estos pudieron haber sido intelectuales,
mirahuecos, homosexuales, religiosos, carteristas; en fin, todo depende
de la casualidad.


Después de cumplir con los muertos los vivos regresan a sus casas con la
conciencia tranquila luego de haber dado cristiana sepultura al occiso
al cual no le faltaron ni las honras fúnebres de la ermita de la
necrópolis, cumpliendo así con los deseos del finado según sus creencias
y deseos. En esto hemos avanzado un tanto.

Quince años atrás eran pocos los que se atrevían a pasar al finado por
la ermita. En el mejor de los casos aquello era tenido como atraso
cultural o debilidad ideológica. El sacerdote apenas tenía ocupación.
Hoy, el cura o el diácono responsabilizado con las exequias no da
abasto. Casi todos quieren pasar y sólo se abstiene algún que otro
miembro de la vieja guardia revolucionaria que no desiste de su imagen
de tipo duro que, excepto en Fidel y según afirma, no cree ni en la
madre de los tomates.

A los dos años del entierro han se exhumarse los restos del difunto para
pasarlos a un deposito colectivo de osarios en caso de no poseerse
panteón familiar. Esta es la situación de la inmensa mayoría de los cubanos.


Mientras tanto los vivos seguirán viviendo sobre la Islita o sobre
cualquiera de sus cayos e isletas adyacentes. Construyendo el socialismo
quiéranlo o no; "inventando." Los más jóvenes, que equivalen casi a la
mitad de la población, con la vista y el alma enfocando al Norte.
Añorando vivir en sus entrañas pese a la "satanización" que del
"monstruo" hace día a día la propaganda oficial.

http://www.cubanet.org/CNews/y07/dic07/28a8.htm

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