Chávez ha sufrido una derrota estratégica en el referendo
constitucional, que junto con la derrota estratégica del gobierno de Evo
en Bolivia y la cada vez más precaria situación en Cuba, constituyen un
panorama extremadamente grave para las fuerzas progresistas de América
Latina. Es posible que los gobiernos de Hugo Chávez y de Evo Morales no
sobrevivan los embates de la reacción en el año 2008 y que el modelo
cubano se agote en el 2009-2010, si no se toman medidas realistas de
inmediato.
Es un momento difícil y doloroso para iniciar un análisis frío de la
derrota, pero no es posible posponerlo, por dos razones. Esta es una
guerra, y en toda guerra la derrota y confusión del enemigo es el
momento idóneo para liquidarlo con un golpe decisivo. De la misma
manera, la innecesaria y evitable derrota en Venezuela es el producto
del triunfalismo, del voluntarismo y de la falta de debate crítico
dentro y fuera del proceso. La única manera de salvar el proceso ahora
es la crítica racional de las causas del descalabro y la comprensión
realista de las opciones de triunfo que quedan.
El sistema de conducción oficial: razón principal de la derrota
La Asamblea Nacional
La causa principal de la derrota en Venezuela es el sistema vertical de
conducción del proceso bolivariano. Esto es evidente en sus tres
instancias formales, en las cuales el Presidente no tiene contrapeso
alguno: el parlamento, el gabinete y el partido. El parlamento (Asamblea
Nacional) es, esencialmente una caja de resonancia de la voluntad
presidencial donde los diputados, controlados por tres "capataces",
dicen "sí" a todo lo que él plantea, aunque sea inviable. La
responsabilidad de esta situación reside en parte considerable en los
diputados oficialistas, que no quieren perder sus prebendas.
El Partido y el Gabinete
Lo mismo sucede en el partido de Estado (V República, hoy PSUV) y en el
gabinete. La relación del Presidente con los ministros del gabinete es
bilateral, no colectiva. No asiste a las reuniones del gabinete, donde,
en consecuencia, las fracciones más poderosas de la Nueva Clase Política
(NCP) se las arreglan entre sí, dentro de los lineamientos generales del
Presidente y bajo su poder de veto.
La fracción dominante de la Nueva Clase Política ---cuyos tentáculos van
del control del aeropuerto de Caracas vía las influencias en los
servicios de inteligencia, en la Cancillería y en los nombramientos de
los generales de las FAN, hasta fuertes activos económicos--- es la que
encabeza el gobernador del estado Miranda, Diosdado Cabello.
El sistema presidencial de dominación del gabinete, que se basa en la
sustitución de la negociación en bloque por la negociación bilateral, y
el reconocimiento de su poder de veto, se fundamentaba en dos elementos:
el oportunismo material y de poder de los ministros ---la Venezuela
bolivariana es, probablemente, la única democracia burguesa, donde nunca
ha renunciado un ministro--- y la conciencia compartida, de que la única
garantía del poder era la popularidad del Presidente. Al menos la
segunda premisa está ahora en tela de juicio.
La ventaja de este sistema para el Presidente era la discrecionalidad
del poder y una cierta distancia de los casos de corrupción, ineptitud
de los ministros y falta de seriedad en los debates del gabinete.
Estando ausente, nada de eso era responsabilidad directa suya. Sucedían
cosas, como cuando un ministro de finanzas entró a la sesión y dijo:
"Tengo tantos y tantos miles de millones de bolívares. Presenten sus
propuestas. Están autorizadas de antemano."
El precio político que pagó el Presidente por ese sistema de conducción
fue la falta de información sobre la realidad, y el relleno del gabinete
y de su entorno en Miraflores, de oportunistas de la NCP que, aunque
muchas veces ineptos para los cargos escogidos, garantizaban el control
burocrático del proceso, mas no la cercanía al pueblo. Un anillo
adicional que le filtra la realidad es el del sistema de Miraflores,
donde, por ejemplo, los inspectores que él puede enviar para investigar
un problema, pasan por el cuello de botella del Ministerio de la
Presidencia. Algo semejante pasaba con los análisis de la "Sala
situacional" del Palacio donde, además, pasaron por el control de unos
jóvenes "asesores" extranjeros (españoles, franceses), sin experiencia
ni nivel político, pero con muy sabrosos sueldos.
Esa situación cortesana se reprodujo a nivel internacional, generándose
un circuito internacional de aplaudidores intelectuales individuales,
alimentados con premios culturales absurdos de 150.000 y 100.000
dólares, y colectivos, como algunas páginas web de izquierda, que
suprimen o marginan todo debate crítico sobre el desarrollo de los
procesos progresistas en Venezuela, Cuba y Bolivia.
Las señales de advertencia: los idus de marzo
El producto que se le pretendía "vender" a la ciudadanía, la reforma
constitucional, era deficiente; de hecho, tan deficiente que solo se
logró convencer a una cuarta parte del electorado. Había cláusulas
tácticas absurdas, como la ampliación del período presidencial de seis a
siete años; elementos económicamente inviables como la jornada de seis
horas y propuestas estructurales, como la refundación del Estado sobre
consejos comunales, cuya implementación presuponía la existencia de una
dictadura revolucionaria en Venezuela, para la cual no hay condición
alguna. En toda la historia latinoamericana solo ha habido dos
dictaduras revolucionarias: la cubana, desde 1960 hasta mediados de los
años setenta, y la del Dr. Gaspar Francia en el Paraguay del siglo pasado.
La reforma constitucional era un producto del exceso de confianza del
oficialismo que creía que con la popularidad del Presidente ---quien,
inclusive en una fase crucial del proceso, se ausentó durante una semana
del país---, y los fuertes aumentos salariales a médicos, maestros y
otros sectores sociales, con abundantes aguinaldos, el regalo de la
jornada de seis horas y el ambiente navideño, iba a pasar.
Con todo, las advertencias de un posible fracaso de esta innecesaria y
arriesgada batalla, estaban a la vista: el proceso electoral de
diciembre 2006, donde el Presidente, contra su propia proclamación, no
consiguió 10 millones de votos, sino solo 7.3 millones; la incapacidad
del poder presidencial de integrar a todas las fracciones de la
coalición gubernamental en el nuevo partido oficial, el PSUV; la
prolongada incapacidad del gobierno de convertir a Telesur en un poder
televisivo real y, finalmente, la subestimación del costo político de
una pérdida de la alianza con el General Baduel, que, a todas luces, era
evitable.
Crisis de vida o muerte, en el 2008
La primera posibilidad institucional de que la derecha sustituya al
gobierno del Presidente Chávez, se da en enero del 2010, a través del
referendo revocatorio. Pero, Washington no esperará tanto tiempo. En la
guerra se da la batalla decisiva cuando el enemigo está derrotado y en
confusión. Es decir, Washington tratará de dar golpes decisivos a partir
de este momento en los flancos débiles de la revolución
nacionalista-desarrollista latinoamericana, para convertir la batalla
ganada en una guerra ganada.
El primer gobierno que caería en este escenario, es el de Evo en
Bolivia, porque allá Washington ha logrado construir una situación muy
cercana al jaque mate. En Venezuela, el detonante será, además de la
subversión oligárquica-imperial, la crisis económica que golpeará con
fuerza en el 2008, si el gobierno no toma medidas de urgencia de inmediato.
El oficialismo ha convertido en tabú el debate macroeconómico. Sin
embargo, cualquier economista puede inferir desde los equilibrios
funcionales necesarios para la economía de mercado, dónde va a estallar
el problema. La inflación, ya de por sí alrededor del 18%, recibirá un
nuevo auge con la inyección adicional de capacidad adquisitiva
(liquidez) por el fin de año y requerirá después un enfriamiento
considerable, que será aprovechado por la oposición. Los precios
administrativos (definidos por el Estado) y regulaciones para los
alimentos básicos, las divisas internacionales y el consumo interno de
la energía, distorsionan cada vez más las relaciones de oferta y demanda
y vuelven incontrolable a la economía, causando mercados negros,
corrupción, burocracia y desabastecimientos.
La idea de sustituir la inversión externa por la inversión del Estado,
en lugar de controlarla, nace, al igual que las excesivas regulaciones e
irreales precios administrativos de una sobreestimación del poder del
Estado frente a las fuerzas del mercado. La economía venezolana sigue
siendo una economía de mercado capitalista y su superestructura sigue
siendo la de una democracia burguesa, y esto determina las opciones
reales que tiene la política económica de Miraflores. La voluntad del
cambio revolucionario y el deseo de ayudar a los pobres, no logra
contrarrestar esas realidades objetivas, tal como experimentaron Mao en
el "gran salto adelante" y Fidel en la zafra de las 10 millones de
toneladas. El voluntarismo tiene sus límites objetivos.
¿Cómo evitar la destrucción del gobierno?
La derrota del referendo debilita sustancialmente el poder del
Presidente en cuatro frentes de batalla: a) ante la oposición interna;
b) dentro de los aparatos del oficialismo, donde los delfines de la
Nueva Clase Política reorganizarán con urgencia sus escenarios del
"Chavísmo sin Chávez"; c) en la política internacional y, d) en las
Fuerzas Armadas. Lo último es fundamental si tomamos en cuenta que hace
tres meses hubo un conato de rebelión en un Comando Regional (CORE) de
la Guardia Nacional.
Para evitar que esta derrota se convierta en el Waterloo del Presidente,
es imprescindible que renueva el sistema de conducción del
bolivarianismo a nivel del partido, del Estado y del parlamento y que se
construyan instancias que se atrevan a debatirle sus propuestas. Estas
instancias tienen que ser pluralistas, para ser funcionales, abarcando
un amplio espectro político, desde el General Alberto Mueller Rojas,
militar jacobino; el General Raúl Isaías Baduel, representante del
centro político; los partidos y sindicatos obreros de la izquierda que
están naciendo; el Socialismo científico del Siglo XXI y los movimientos
sociales, entre otros sectores, que no sean fascistas.
Hugo Chávez es necesario para la continuación del proceso, pero sólo
tendrá futuro, si se abre a instancias colectivas de conducción. Si no,
destruirá el proceso que ha ayudado a construir, porque no solo es
cierto, que "la Revolución devora a sus hijos", sino también que los
líderes revolucionarios, cuando se convierten en conductores
unilaterales, "devoran a la Revolución".
La previsibilidad de la política
En agosto del 2005 advertí sobre los peligros de la Nueva Clase Política
para la revolución ("Venezuela: diez Tésis sobre la Nueva Clase
Política"), y en julio del 2006, sobre la previsible contraofensiva
oligárquica-imperial: mientras los "cinco pilares de poder de la
oligarquía: el económico, el militar, el eclesiástico, el mediático y el
imperialismo estadounidense-europeo siguen intactos, la guerra no ha
terminado. Y de hecho, una fuerte contraofensiva oligárquica-imperial
puede esperarse a partir de 2008/9".
Esa ofensiva contrarrevolucionaria ha llegado. Y las fuerzas de la
liberación están mal preparadas para derrotarla. Es necesario un gran
esfuerzo inmediato, para no perder la guerra.
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