Por Caren Osten Gerszberg
Bitácora Cubana, 5 de febrero de 2007 - Nueva York - (The New York Times)
Claudia Barliya, una niña judiocubana de seis años de edad, decidió
pararse en una de las calles de piedra de Trinidad, ciudad de cientos de
años de antigüedad en la costa sur de Cuba.
Poco antes de pararse a mitad de la calle, pasó ante ella un hombre a
lomos de un burro, al que le seguía un grupo de unos 30
judioestadounidenses, incluyendo a este reportero. La pequeña preguntó
al grupo si le permitían cantar una canción para ellos. El grupo se
encuentra en misión humanitaria en la isla, a nombre del centro judío
Westchester de Mamaroneck, Nueva York.
Ahora, la pequeña niña tenía toda la atención de los visitantes. Cuando
comenzó a cantar, no lo hizo en español, sino en hebreo y comenzó con
las palabras Jerusalén de Oro. La comitiva no tardó en hacerle coro.
Claudia es una de las 1,500 personas judías que viven en Cuba; 1,100
están en La Habana, y los restantes 400 están divididos en las demás
provincias. No hay ningún rabino en la isla, y sólo hay un kosher
butcher. Esta pequeña presencia judía es un marcado contraste con la
considerable comunidad que había antes de que Fidel Castro llegara al
poder en 1959. En aquellos días, había poco más de 15,000 judíos y cinco
sinagogas, sólo en La Habana. A pesar de ese importante descenso, los
judíos de hoy en la Cuba moderna se las ingenian para mantener viva su
cultura y sus tradiciones.
Maritza Corrales, historiadora cubana que vive en la capital y es autora
del libro "La isla elegida: los judíos en Cuba", comentó que ser cubano
y ser judío es ser dos veces sobreviviente.
Las visitas de grupos como el del Centro Westchester, una de muchas
organizaciones judías en Estados Unidos que suelen organizar viajes con
carácter religioso o de ayuda humanitaria a Cuba, son una de las maneras
en que los judíos de Cuba logran nutrir y alimentar a sus comunidades.
Aunque el objetivo de esos viajes permite a los estadounidenses evitar
las restricciones impuestas por su gobierno al turismo en la isla, el
trabajo llega a ser muy pesado porque requiere cumplir con un exigente
calendario de actividades religiosas y humanitarias que, con frecuencia,
incluyen donativos de medicinas, ropa y objetos religiosos para orar.
En noviembre, el grupo recorrió la isla en autobús, acompañado de dos
guías que hablaban inglés pero que más que nada, estaban bien enterados
de la historia y cultura de los judíos en Cuba. Cuando los visitantes
llegaron a Adath Israel, la única sinagoga ortodoxa que hay en Cuba y
una de las tres sinagogas activas en estos días en La Habana, de
inmediato se sintió la conexión entre los estadounidenses y los cubanos.
Las palabras, las canciones, todas eran lo mismo y uno solo. En el
santuario, un enorme podio de madera, servía para guardar la Torah,
detrás de una cortina de terciopelo rojo; un paño de cristal separaba a
los hombres de las mujeres.
Después del servicio, una estudiante de 17 años de edad deleitó a la
concurrencia con el violín, al interpretar piezas clásicas como "Hava
Nagila". A juzgar por su manera de vestir, playera, camisa y zapatos
tenis, la joven música bien podría haber pasado como una estudiante de
cualquier universidad de Estados Unidos. La única diferencia es que a
esta joven no se le permite salir de su país, ni siquiera visitar a sus
papas, ingenieros del gobierno que trabajan en el extranjero.
En otra parte de La Habana se levanta el Centro Sefardí Hebreo de Cuba,
y la sinagoga conservadora Beth Shalom, la más grande de las tres, con
más de 500 miembros. Beth Shalom aloja a una comunidad judía conocida
como El Patronato, una biblioteca y una farmacia, que se encarga de
distribuir medicamentos donados.
http://www.bitacoracubana.com/desdecuba/portada2.php?id=3945
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