2007-02-04 LiberPress- Buenos Aires
Celso Sarduy Agüero
3 de Febrero, del 2007.- A pesar del rotundo fracaso del sistema
comunista a escala planetaria y su contrapartida, el extraordinario
desarrollo alcanzado por el sistema capitalista mundial, Latinoamérica,
en su inmensa mayoría, insiste en continuar ciega y sorda a la realidad
del resto del Mundo. La nueva coyuntura política de la región plantea un
panorama preocupante que requeriría más el análisis de un psicólogo que
el de un cientista político.
El primer período presidencial de Hugo Chávez en el año 1999 marcó el
retorno de una vieja tendencia política en América Latina: el Populismo.
Esta vez ha regresado mucho más virulento e inclinado hacia la
Izquierda. El fenómeno no es casual, se debe a una conjunción de factores:
En primer lugar la creación del Foro de Sao Paulo a instancias del
dictador Fidel Castro y el entonces líder del Partido de los
Trabajadores brasileños Luis Ignacio "Lula" da Silva en el año 1990, en
la ciudad brasileña del mismo nombre.
Esta internacional totalitaria está constituida por lo más granado de
las izquierdas de estas latitudes, desde grupos terroristas como las
FARC, organizaciones indigenistas, partidos verdes, teólogos de la
liberación, trotskistas etc. Nuclea a cuanto enemigo de la libertad
individual y la propiedad privada que se precie de ello y vino a llenar
la orfandad ideológica que provocó en toda la izquierda mundial la caída
de la ex Unión Soviética y sus satélites del centro y este de Europa.
En esta primera reunión y las siguientes se delineó una estrategia de
lucha para alcanzar el poder en cada uno de los países de la región
utilizando los propios mecanismos institucionales del sistema republicano.
De este modo cada organización pasó a cumplir un rol particular
subsidiario de la estrategia global para alcanzar el poder desde el río
Bravo hasta el Estrecho de Magallanes.
En segundo lugar tenemos la decepción de los sectores medios y bajos de
nuestras repúblicas con las políticas de apertura y desregulación
económica, denostadas por las usinas propagandísticas de la izquierda
con el mote de "neoliberales". Estas políticas económicas no lograron
el proceso de "derrame de riquezas" esperado por una razón muy sencilla:
los gobiernos de la región, mantuvieron tasas impositivas
confiscatorias para financiar su elevadísimo gasto público. Por
consiguiente no podría haber derrame ya que buena parte de las ganancias
iba a caer en manos del Estado. La recaudación impositiva no fue
suficiente para saciar la voracidad estatal, entonces recurrieron a
contraer deuda pública interna y externa. Los estados latinoamericanos
cobran impuestos a niveles europeos y prestan servicios de calidad
africana, por consiguiente la mayoría de los ciudadanos contrata
servicios de salud, educación y seguridad privados y terminan pagando
dos veces por el mismo servicio.
Otro factor no menos importante es que se mantuvo la rigidez del sistema
de contratación laboral, impidiendo la facilidad en la contratación y
despido de la mano de obra. Continuaron existiendo infinidad de trabas
burocráticas e innumerables trámites para iniciar cualquier
emprendimiento comercial.
La apertura se limitó en general a la privatización, no siempre
transparente, de las empresas públicas y a permitir la llegada de
capitales golondrinas, mientras subsistieron la discrecionalidad y la
reglas de juegos cambiantes; por tal motivo no hubo un ambiente propicio
para las inversiones a largo plazo y elevado riesgo. Persistió la
cultura antimercado fomentada por las universidades públicas e incluso
por muchas privadas, que en vez de formar jóvenes aptos para trabajar y
triunfar en la nueva economía mundial; los atiborran de los arcaicos
dogmas de la izquierda vernácula que profetiza acerca de la gran
conspiración de los países centrales para impedir nuestro desarrollo. La
formación de nuestros jóvenes está basada en caducos paradigmas
equivocados como el marxismo, la teoría de la dependencia, el
tercermundismo y otros.
El salto tecnológico provocado por la revolución informática y las
comunicaciones satelitales, junto a la desregulación económica, la
interacción de los mercados y la implementación de reglas claras y
transparentes ha permitido a un grupo de países de diversas latitudes
del mundo lograr insertarse en la economía global alcanzando en poco
más de un cuarto de siglo un grado importante de desarrollo económico.
Sirvan de ejemplo Corea del Sur, China, Taiwán Singapur, Nueva Zelanda,
España, Irlanda, India y la excepción de nuestra región, la República de
Chile. El resto del continente, con sus matices, le ha declarado una vez
más la guerra a los molinos de viento.
Tres tendencias se evidencian dentro del mal llamado "progresismo" en
Latinoamérica, que van desde la centro izquierda, lindante con la
socialdemocracia, hasta la izquierda más autoritaria, que tiene al
socialismo cubano como modelo; en el medio una posición más difusa
propia del populismo tradicional que se sustenta en un capitalismo
nacionalista y socializante
Chile, es el ejemplo más acabado de la centro izquierda, ocupa una
posición única en toda la región, decididamente pro-mercado. Ha
mantenido la libertad económica como política inamovible de Estado desde
la dictadura de Pinochet, hasta la actual administración de Michelle
Bachelet. Esta política seria y realista, en concordancia con las
economías más importantes del Planeta ha redundado en un extraordinario
salto del nivel de vida de los chilenos. Estos han pasado de padecer una
inflación del 500 % anual, desabastecimiento, toma violenta de
propiedades y caos generalizado durante el gobierno marxista de Salvador
Allende a una economía pujante y moderna, basada en el respeto y
protección a la propiedad privada y los contratos. Ha implementado una
importante apertura al comercio internacional, sustentada en aranceles
bajos,alrededor del 7 %.
El resultado es claro: una economía muy competitiva, con una inflación
muy baja, solo un 4 % anual, niveles de desocupación muy por debajo de
un dígito y la reducción de la pobreza a la mitad de sus niveles
históricos, una verdadera proeza para la región. Es el único país de
Latinoamérica que ha firmado tratados de libre comercio con varios
países asiáticos, Europa y Estados Unidos.
Sin embargo, el gobierno de Bachelet corre serios riesgos de ser corrido
por izquierda. Por un lado el grupo terrorista Frente Patriótico Manuel
Rodríguez (integrante del Foro de Sao Paulo) continúa reivindicando la
lucha armada, incluso organizó a finales del año pasado un cónclave de
organizaciones terroristas internacionales. También soportó virulentas
huelgas estudiantiles a finales del pasado año; estas huelgas parecían
tener más fines desestabilizadores que reclamos reales. Por último el
diferendo por la pretensión boliviana de obtener una salida al Océano
Pacífico. Esta franja de territorio la perdió Bolivia en la Guerra del
Pacífico (1879-1883). El gobierno de Evo Morales, instigado por Hugo
Chávez ha reflotado nuevamente la demanda de una franja territorial con
salida al mar. Por suerte el gobierno chileno ha tomado el tema con
mesura y ha contraofertado permitirle a los bolivianos una salida
costera, con puerto incluido, pero sin soberanía u otra variante de
"puertos compartidos".
En el otro extremo tenemos a Venezuela, entrando al tercer período
presidencial de Hugo Chávez, quien mediante el llamado "Socialismo del
Siglo XXI" ha radicalizado cada día más su gobierno hasta convertirlo en
una dictadura copia de la castrista. Chávez intenta convertirse en su
relevo, gracias a su inmensa riqueza petrolera y su personalidad
aluvional. Este ha comenzado su tercer mandato obteniendo del
pseudoparlamento venezolano poderes especiales para gobernar por
decreto durante un período de dieciocho meses y convocar a un nueva
reforma de la Constitución, que le permitiría la reelección indefinida
en su cargo. Esta jugada lo convertiría en dictador vitalicio, su más
caro objetivo desde el fallido golpe de estado contra el presidente
constitucional Carlos Andrés Pérez en Febrero de 1992.
Además, ha comenzado el proceso de nacionalización de la industria
petrolera, telecomunicaciones, electricidad y otros. Por otra parte,
mediante subterfugios legales le ha revocado antes de término la
concesión a Radio Caracas Televisión, una cadena de alcance nacional y
seguramente correrán igual suerte los restantes medios de difusión privados.
Para respaldar su proyecto totalitario Chávez ha embarcado a Venezuela
en una carrera armamentista sin precedentes. Compró decenas de aviones
de combate, trasporte y helicópteros, a Rusia, Belarús y Ucrania,
fragatas de guerra a España y más de cien mil fusiles de asalto
Kalashnikov, con la intención de armar a los llamados Círculos
Bolivarianos, grupos paramilitares concebidos para controlar y aplastar
a la sociedad civil y a la oposición.
A ese panorama se suma el proyecto de instalación de una fábrica de los
fusiles de asalto AK-47 en territorio venezolano, con la manifiesta
intención de aprovisionar y fomentar grupos guerrilleros que jaqueen a
los gobiernos que no se le dobleguen en la región.
El aumento exponencial de los precios del petróleo de los ocho dólares
el barril en el año 1999 - cuando Chávez asumió la presidencia por
primera vez-, al techo de más de setenta de mediados del año pasado le
han proporcionado el sostén económico para concretar su ambición de
perpetuarse en el poder y el respaldo para sus planes expansionistas en
el centro y sur de América.
Disponer de fondos casi ilimitados le ha permitido desarrollar una
política exterior injerencista e influir en el resultado de las
recientes elecciones de Ecuador, Bolivia, Nicaragua, México y Perú. En
estos dos últimos países han perdido por escaso margen los candidatos
prochavistas.
Aunque se ha abaratado el precio del crudo unos veinte dólares respecto
a su pico más alto (77 dólares el barril) todavía mantiene un precio
importante y es poco probable que perfore el piso de los 50 dólares el
barril, además Venezuela tiene reservas en divisas de más de 36 billones
de dólares. Lo más sensato en este momento sería que la administración
Bush hiciera más atractivo el Tratado de libre comercio para las
Américas (ALCA, de acuerdo a sus siglas en inglés) reduciendo los
aranceles a los productos agrícolas de nuestros países. Así podrían
acceder a un mercado de trescientos millones de consumidores de buen
nivel adquisitivo.
Hugo Chávez ha logrado controlar los principales recursos energéticos de
la región al colocar gobiernos afines en Bolivia, país rico en gas y
Ecuador, con importantes yacimientos petrolíferos. La única excepción es
Perú que también posee importantes yacimientos Petrolíferos con la
victoria electoral de Alan García. En los días previos a las elecciones
peruanas asistimos a ríspidos cruces verbales entre el entonces
candidato Alan García y Hugo Chávez. El actual gobierno peruano podría
enfrentar el resurgimiento de grupos armados como Sendero Luminoso y
otros, fogoneados por Caracas.
Si Chávez lograra controlar Perú completaría el cerco sobre Colombia,
objetivo estratégico de primer nivel por la afinidad ideológica del
gobierno de Alvaro Uribe con los Estados Unidos, la inminente firma de
un tratado de libre comercio con Norteamérica y los recientes éxitos en
el combate contra la guerrilla marxista de las FARC.
Mientras, los venezolanos son convidados de piedra en este festín de
petrodólares, pues más del 60% de los habitantes del país viven por
debajo de la línea de pobreza, Hugo Chávez Frías está logrando, a pasos
agigantados, concretar los sueños hegemónicos supranacionales de Simón
Bolívar y del dictador Fidel Castro, su mentor político.
Otro país que se ha alineado políticamente con el nuevo eje autoritario
es Bolivia, cuyo gobierno está conformado por grupos radicales de la
izquierda más recalcitrante, incluidos ex-terroristas, como el
vicepresidente Alvaro García Linera y grupos indigenistas quienes no
sólo reivindican los rasgos más autoritarios y colectivistas de su
cultura , sino también pretenden hacer tábula rasa de los cinco siglos
de cultura europea y cristiana. Esta camarilla pretende refundar un
nuevo imperio del Tahuantisuyo, tiránico y antiliberal, xenófobo y racista.
Cumplido el primer año de gobierno de Evo Morales encuentra a Bolivia al
borde de la guerra civil, fogoneada irresponsablemente por un presidente
dispuesto a llevar al país hacia una dictadura inspirada en la
castrista. Para cumplir sus siniestros planes el presidente Evo Morales
está abocado de lleno a modificar las reglas de juego que le sirvieron
de marco a su llegada a la presidencia, ha convocado a una Asamblea
Constituyente para "refundar" el país desde cero destruyendo el sistema
republicano y sustituyéndolo por un andamiaje institucional y legal que
le permita eternizarse en el poder. Además continúa utilizando las
mismas tácticas golpistas, que le allanaron el camino a la presidencia,
contra los intendentes opositores elegidos libremente por la ciudadanía
El presidente Morales no disimula sus intenciones totalitarias; para
asegurar sus planes ha firmado un tratado de asistencia militar con
Venezuela, el cual permite la intervención directa del ejército
venezolano ante cualquier desorden público. También están en
construcción dos bases militares venezolanas en el Suroeste de Bolivia,
muy cerca de la frontera con Chile. Estas bases son las primeras de un
total de veinte que se construirán, sobre todo en zonas fronterizas. La
importante posición estratégica de Bolivia, ubicada en la bisagra de
Sudamérica, la convierte en una pieza clave en los planes imperiales de
Hugo Chávez, pues le permitiría amenazar militarmente a los países
vecinos (Argentina, Brasil, Chile Perú y Paraguay).
Morales también ha iniciado una política de nacionalización de las
empresas petroleras y gasíferas, dando marcha atrás a lucrativos
acuerdos comerciales que le estaban produciendo al país ingreso netos de
más de 600 millones de dólares en concepto de exportación de gas y
petróleo hacia la costa oeste de los Estados Unidos y a Brasil. Este
último se ha visto especialmente perjudicando por el cambio inconsulto
de las reglas de juego, ya que el polo industrial de San Pablo (el más
importante del país) depende en más de un 70 % de los suministros de gas
boliviano. De este modo el gobierno títere boliviano funciona como brazo
ejecutor de los planes hegemónicos del dictador venezolano poniendo de
rodillas al gobierno brasileño.
Las dos últimas elecciones efectuadas en Latinoamérica: Ecuador y
Nicaragua, han sumado dos entusiastas miembros al club del autoritarismo
latinoamericano.
En Ecuador el recién asumido presidente Rafael Correa también anunció ya
la consabida convocatoria a una nueva Asamblea Constituyente, a la
medida de sus ambiciones de perpetuarse en el poder. Son de especial
cuidado las declaraciones acerca de conseguir sus propósitos con "mucha
violencia" si es necesario. Ya ha firmado acuerdos de integración
económica con Venezuela y ha rechazado de plano la posibilidad de
integrar a Ecuador al ALCA (Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos).
En Nicaragua su nuevo presidente Daniel Ortega, en un alarde de
creatividad, ha inaugurado su mandato solicitando poderes especiales al
Parlamento y ha sumado a su país a la llamada Alternativa Bolivariana
para las Américas (ALBA)
He dejado para el final a los países que representan una posición
intermedia: Brasil, Argentina y Uruguay, todos miembros del Mercosur y
con diferencias notables entre ellos.
Brasil se ha mantenido dentro del contexto de la seriedad económica, al
sostener la paridad cambiaria del Real respecto al Dólar norteamericano
en valores cercanos a los del mercado, mediante discretas
intervenciones del Banco Central brasileño en la compra o venta de
divisas, de este modo mantiene a raya la inflación. Por otra parte el
gobierno brasileño continúa pagando regularmente su deuda pública y
mantiene relaciones amigables con los organismos internacionales de
crédito. Fue, por ejemplo, el único país sudamericano en asistir al
Foro Mundial de Davos Suiza, posicionándose como interlocutor serio y
líder regional ante los principales líderes del mundo económico.
Evidentemente el presidente Lula se ha acercado a posiciones más afines
al centro del arco político, por esta razón están cada vez más
descontentos los sectores más radicales de su partido y de otros grupos
de la izquierda brasileña más intransigente. Esta situación podría ser
hábilmente canalizada por Hugo Chávez para crearle situaciones de gran
conflictividad social que le obligarían a concentrar su atención en su
inmenso terruño y desatender la situación geopolítica regional.
La política internacional brasileña mantiene una posición desdibujada:
desestima la influencia continental y los espacios de poder que le
corresponderían al gigante sudamericano por ser el país más grande y
poblado de la región, además de poseer la economía más importante de
toda Latinoamérica y ser la novena economía del Mundo.
Por último el presidente Lula da Silva ha anunciado para este nuevo
período presidencial un ambicioso plan de obras públicas de unos 240
millones de dólares a ejecutarse en cuatro años y con financiación
pública y privada. Con este plan apunta a mejorar el importante déficit
de infraestructura y comunicaciones que padece Brasil. Este es un serio
problema que afecta igualmente al resto de nuestros países, dificultando
las políticas de integración y complementariedad económica del MERCOSUR
y de la América Latina en general.
Lula recientemente inauguró su segundo período presidencial. Hasta ahora
no ha sucumbido a la tentación de modificar las reglas de juego para
seguir en el poder, a pesar de poseer mayoría propia en ambas cámaras.
El gobierno uruguayo, uno de los más moderado de los gobiernos
izquierdistas de la zona, ha firmado un Tratado Marco de Comercio e
Inversiones TIFA -siglas en inglés- con Estados Unidos a espaldas de sus
socios del Mercado Común Sudamericano (MERCOSUR), este hecho sumará un
porcentaje importante a las tensiones ya existentes dentro del bloque y
en especial con Argentina, con quien mantiene una aguda controversia
diplomática debido a la instalación de dos plantas de celulosa en la
margen oriental del río Uruguay. Por lo pronto Uruguay amplía los
horizontes de su economía con el TIFA, tal vez el paso previo de un
tratado de libre comercio con los Estados Unidos. Lo cual lo llevaría a
romper con el bloque comercial del MERCOSUR, dentro del cual se siente
discriminado por los socios mayores, Argentina y Brasil.
Veremos como le va al presidente Tabaré Vázquez, sobre todo con los
grupos situados más hacia la izquierda dentro de su coalición, el Frente
Amplio. Estos se oponen a cualquier tipo de integración económica con
los Estados Unidos.
El presidente Néstor Kirchner gobierna la Argentina desde hace cuatro
años. Su gobierno se ha caracterizado por una concentración imparable
del poder: consiguió sustituir los jueces de la Corte Suprema logrando
una mayoría afín a su tendencia política. Trabajó arduamente en
conseguir también mayoría parlamentaria propia, mediante alianzas, ayuda
económica adicional a gobernadores e intendentes provinciales e incluso
la captación de legisladores de la oposición. Por último obtuvo el aval
parlamentario para modificar partidas presupuestarias sin necesidad de
consultar al legislativo; con semejante cocesión el Poder Legislativo
renuncia a uno de sus deberes constitucionales, controlar la
administración de los fondos públicos.
Durante todo su mandato ha crecido la economía a un ritmo del 9 % anual,
gracias a los precios record de los cereales y la soja en el mercado
mundial y a la gran demanda de alimentos de China e India. Al sostener
subvaluado artificialmente al peso argentino ha encarecido las
importaciones, favoreciendo la producción nacional y la generación de
empleos. También ha crecido sustancialmente el número de visitantes al
convertirse Argentina en un destino turístico barato, salvo para los
argentinos.
Con el actual gobierno han retornado viejos fantasmas del pasado como la
inflación, el control de precios, el dirigismo estatal en la economía,
la reestatización de empresas de servicios e incluso la creación de
nuevas empresas estatales. En fin ha sido una especie de salto al
pasado, la resurrección del viejo paradigma autoproclamado como
"capitalismo nacional con redistribución de ingresos" implementada de
manera recurrente desde el primer gobierno de Juan Domingo Perón en 1945
hasta la actualidad, siempre con los mismos resultados: inflación,
controles de precio, aislamiento internacional, retraso tecnológico,
estatización de las empresas de servicios públicos y dirigismo económico
estatal.
En suma: el Populismo está de vuelta también en Argentina con todos sus
ingredientes: el clientelismo político, la discrecionalidad, el
empresariado prebendario y el fortalecimiento de los sindicatos.
Hasta el momento no existe una oposición cohesionada capaz de derrotar a
Kirchner en las próximas elecciones, los posibles candidatos continúan
en la rencillas intestinas y carentes de planes para seducir al
electorado. Seguramente Kirchner tendrá su segundo período presidencial.
De persistir la actual desintegración política en la oposición no
necesitará Kirchner de modificaciones constitucionales para permanecer
en el poder él, su esposa o sus delfines políticos.
El presidente Kirchner ha mantenido una política exterior moderada. Por
un lado mantiene estrechos lazos con Caracas, pero al mismo tiempo
mantiene muy buenas relaciones con Estados Unidos y la Comunidad
Económica Europea. Dos datos que no se pueden obviar: bajo su mandato la
Argentina ha acusado formalmente a funcionarios Iraníes de primera línea
de estar implicados en los atentados terroristas contra la embajada de
Israel en Buenos Aires en 1992 y contra la mutual judía (AMIA), también
en esta capital en 1994. Este hecho ha tensado la relaciones
diplomáticas entre ambos países. El segundo dato significativo es la
negativa del presidente Kirchner a visitar Cuba hasta tanto el régimen
cubano permita la salida del país a la reconocida neurocirujana Hilda
Molina a visitar a sus nietos nacidos en la Argentina.
Examinando la situación de nuestra América del Río Bravo hacia abajo
encontramos un panorama político alarmante y desolador. La región,
asolada por la corrupción política estructural que padecen nuestras
repúblicas, muchas de ellas víctimas del fracaso de las políticas de
apertura económica mal implementadas, se ha convertido en ambiente
propicio para el triunfo de las recetas neopopulistas.
A ese panorama hay que sumarle la fatal coincidencia del aumento de los
precios del crudo durante los mandatos presidenciales de Hugo Chávez,
junto a sus intenciones totalitarias puestas al servicio de un plan
maestro esbozado por Fidel Castro y el foro de Sao Paulo: convertir a
toda la América Latina en una unión de países totalitarios.
Los pronósticos se vuelven bastante sombríos para toda la región.
Más aún, está a la vista que Chávez, único ungido por el moribundo
dictador Castro, además de desatar una carrera armamentista se ha aliado
con los regímenes más opresivos del planeta como Irán y Corea del Norte;
países que ya poseen armas nucleares o están camino de ello. Ambos
países se burlan de las condenas de los organismos internacionales e
incluso amenazan con hacer desaparecer a otros estados, como es el caso
de Irán respecto al Estado de Israel.
Si a la voluntad de poder del tiranuelo venezolano y los inmensos
recursos que maneja discrecionalmente, le sumamos la ceguera y la
desidia de la administración Bush desentendida de los destinos de la
región dejando un vacío de poder en su patio trasero, la situación es
preocupante. Aunque la América Latina tiene escasa relevancia en la
generación de riquezas a nivel mundial, resulta insólito que la potencia
militar más grande del mundo permita en sus propias narices una cadena
de dictaduras antinortamericanas, dispuestas a prestar sus territorios
como guaridas de terroristas, bases de espionaje de países rivales de
los Estados Unidos como Rusia, China, Irán y corea del Norte. Toda el
área y especialmente Venezuela puede convertirse en un futuro no muy
lejano en plataforma de emplazamiento de armas nucleares, que amenacen
directamente a los Estados Unidos. Esperemos que el gran país del Norte
deje de ser la superpotencia vergonzante que es y asuma el rol y la
responsabilidad que le corresponde al menos por preservar su seguridad
nacional.
Ya nuestros pueblos están sufriendo las consecuencias de esta nueva
coyuntura política con pérdida de libertades individuales, aumento de la
desigualdad y la miseria y ausencia de futuro. Es un dato inequívoco del
nivel de opresión que le espera a estos países que las primeras
gestiones de estos gobiernos sea convocar a una asamblea constituyente
que redacte una nueva constitución para sustituir al sistema republicano
vigente desde la fundación de las Repúblicas con el fin de oficializar
las tiranías personalistas que intentan fundar. La epidemia de reformas
constitucionales al servicio de gobiernos neopopulistas y autoritarios
está destruyendo el sistema republicano y la democracia que en América
latina tanto costó implementar. Esta situación constituye la principal
amenaza a la paz, la democracia, la libertad y el progreso en nuestra
región.
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