Honorables delincuentes
Oscar Mario González
LA HABANA, Cuba - Febrero (www.cubanet.org) - En la edición del 4 de
enero, página 2, del periódico Granma, aparece un reportaje referido a
los éxitos alcanzados por el pueblo de Jicotea en lo concerniente a la
tranquilidad ciudadana.
Como estamos acostumbrados a que la tranquilidad venga acompañada de
tranca, nos maravillamos al conocer que en el pueblo de Jicotea, situado
a diez kilómetros de la ciudad de Ciego de Ávila, las cosas sean
diferentes. Según el reportaje periodístico, la quietud pueblerina se ha
logrado de modo persuasivo: a base de mucho "teque", advertencias, etcétera.
Tan bien impresionada quedó mi vecina Clotilde con la lectura de Granma,
que tuvo deseos de proponerle a su marido Estanislao una permuta para
Jicotea. Pero no lo hizo, pues sabe que éste siempre ha hecho suya la
consigna revolucionaria de: "pa'tras ni pa' coger impulso". Ella, por su
parte, reconoce que entre más pequeña la comarca menos espacio para el
invento, ya que "pueblo chiquito infierno grande".
Pero no es para menos su embullo, teniendo en cuenta que en el último
robo le llevaron hasta el pollo americano de la cuota que tenía en el
congelador, y dos calzoncillos de Estanislao que colgaban en la
tendedera y que había comprado con moneda fuerte o chavitos.
De acuerdo con Granma, repito, el método empleado en Jicotea es
preventivo y persuasivo. Consiste en una rendición de cuentas de los que
atentan contra la tranquilidad ciudadana y cuyo actuar no esté de
conformidad con la legalidad socialista, ante los factores del barrio:
Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), Federación de Mujeres Cubanas (FMC),
Asociación de Combatientes de la Revolución.
Cada martes se analiza a los de comportamiento inadecuado. Después de un
minucioso análisis, si los presentes lo creen oportuno, los llevan a la
zona de residencia donde el cuestionado se compromete a portarse bien en
lo adelante.
Según el jefe del sector de la Policía Nacional Revolucionaria de la
comarca, el método ha dado resultados positivos, pues hace un tiempo
ocurrían allí más de 20 hechos delictivos cada mes. Lo que omite el
diario es en cuánto ha descendido el número de hechos, pues antes de
1959, en un pueblo como Jictotea, el suceso delictivo más frecuente era
el robo de una gallina. Aún así era tan excepcional, concitaba tal
repudio y desacreditaba tanto al ladrón, que éste se veía obligado a
abandonar el pueblo pues, entre otras consecuencias, sus hijas no podían
conseguir marido. Nadie quería casarse con la hija de un ladrón de
pollos. Entonces, el marrano dormía en el patio del vecino; hoy duerme
al lado y bajo el mismo techo del guajiro. Aún así, a veces amanecen
bien distantes uno del otro.
Aún y con todo hay que brindar jubilosos por los éxitos logrados en
Jicotea, a pesar de que, según el diario Granma, quedan 11 potenciales
delictivos. Ojalá y no se colme la paciencia de los factores del poblado
y decidan desterrarlos de la comarca, o bien las masas enardecidas pidan
paredón para esa mácula que desdice del buen nombre de Jicotea.
Porque lo más sobresaliente de todo esto es esa actitud autocrítica de
la delincuencia pueblerina de Jicotea, cuya capacidad de regeneración
convierte a sus integrantes, de enemigos de la tranquilidad ciudadana,
en honorables delincuentes.
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