¿Bibliotecarios Delictivos? ¿Dónde? ¿Cuándo? (Al excelentísimo señor don José Luis Rodríguez Zapatero)
2007-02-15
JoséVilasuso, sin don
Si nos referimos a bibliotecas, o bibliotecarios, pocos identifican la idea con la política. Nuestra prensa y opinión pública asumen que se trata de uno de esos lugarejos a donde los ciudadanos de Ecuador, Francia o Nigeria van a consultar libros, mapas, enciclopedias, Internet, etc, sin impedimentos ni límites.
A nadie se le ocurre pensar en términos de represión, o registros policíacos. Aceptar que catorce bibliotecarios se encuentran encarcelados por llevar a efecto dicho trabajo profesional es algo inverosímil propio de las comedias de Los Tres Chiflados. Pero estamos hablando en serio y transmitiendo una información que, en honor a su incomprensible incomprensibilidad, dichos canales objetivos, y distantes no se harán eco, ni publicarán en postrera plana. Sin que los culpemos con mayor acritud. Siguen reglas de juego. Pura rutina noticiosa.
Sí, en Cuba cumplen condenas de décadas catorce profesionales de la catalogación y bibliografía cuyo delito consiste en ofrecer, independientemente, a los lectores que lo deseen, libros disponibles, sin cortapisas ideológicos. En otras palabras sin censura. Desde luego que una de las causas de que un buen elenco cuantitativo y virtual ni se entere de semejantes aberraciones, se calza en la aberración misma. Sin duda. El mundo del absurdo se protege con su propia absurdidad. Comprobado.
Normalmente se encarcelan oposicionistas violentos, activistas llamados de izquierda, subversivos, gente de acción, raras veces periodistas; prefieren asesinarlos. Incluso hasta se puede pensar que por tratarse de algo impensable, no es asunto de mayor trascendencia por cuanto casi ningún dictador ha derrochado sus mecanismos abracadabrantes en sutilezas de tal miniatura. No hay marco de referencia a mano izquierda y la derecha permanece escondida. No existe patrón reconocido al que adherirse.
Y por añadidura cuando se habla de censura, se piensa en los métodos usuales del general Franco y asociados, por ejemplo; consistentes en prohibir determinados títulos o recoger tiradas completas o tantos ejemplares circulantes. Por ello - con toda razón - se pone el grito en el cielo despejado y en el otro por despejar. Pero no otra cosa. Nadie da un nuevo paso a la oscuridad. La protesta no traspone umbrales desconocidos, irreconocibles y por conocer. Nadie entra a la cueva del humo porque se intoxica. Ahí se afinca la impunidad de Castro.
Si bien ante el imponderable sólo cabe abrirse a ese lenguaje indescifrable, a esa simbología imprevista, situación impar donde los medímetros, barómetros y escalas difieren sustancialmente con los habituales del discurso libre en el resto del planeta donde estamos asentados y a menudo incomprendidos.
Para adentrarnos a los orígenes de los manipuleos propios de una lógica que, por poco lógica es intragable. Sepamos que la idea de las bibliotecas independientes surgió, no por carambola, del propio Fidel Castro. ¿Sugerente? Resultó que en una Feria del Libro, al ser interrogado por un chico malicioso sobre la prohibición de tantos libros, aquél respondió que era sólo económica. Faltaba dinero. Eso era todo. El caso se hizo público. Dio lugar a pensar a los que tienen la cabeza para algo más que ponerse el sombrero o la gorrita de los Yankees al revés.
La porosidad se puso al descubierto para los ojos de águila, y entonces para suplir esta carencia oficial, el psicólogo Ramón Colás, su esposa doña Berta Texidor, doña Gisela Delgado y otros amantes de los libros, de todos los libros, se dieron a la tarea de recolectar títulos de toda laya en sus casas o de amigos, y ofrecerlos por la libre, o libreta no de abastecimientos. Para el que los quisiera leer. Es que había sed de lecturas alternas. Hambre de diversificación.
El instinto inconforme se había despertado desde los primeros discursos kilométricos de Fidel y a partir de aquel mojón, (término castizo, búsquese en el diccionario de la Real Academia de la Lengua) la tarea de circular libros sin distingos fue espontánea, se caía de su propio peso. (De hecho, se venía realizando en la isla a medida que el régimen comenzaba a allanar librerías, confiscar textos desafectos a la ideología marxista leninista, y luego intervenir y apoderarse de todos los establecimientos de venta, distribuidores, imprentas, periódicos, y revistas quemando montones de volúmenes, desapareciendo no menos, y reservando cierto número que han quedado en estricta reserva para uso exclusivo de funcionarios o casos de investigadores escogidos con pinzas.)
A partir de los sesenta la censura rigurosa ya permitía identificar la naturaleza oscurantista del gobierno cubano. El baldón estaba localizable en otros puntos del planeta y por consiguiente Castro no escaparía al rechazo del buen juicio crítico. Sin embargo, - reconociendo la astucia del dictador, - se discutía la reacción con nuevo cuño. El golpe cavernario fue disfrazado de progresista y su dimensión ultramontana que a cualquier otro gobernante hubiera dañado grandemente, fue soterrada bajo un aluvión de propaganda oficial tocante a cultura, educación, etc.… orquestado por un discurso emotivo, e idealizado hasta el fanatismo donde no cabían juicios propios, ni equidistancias.
Las neuronas de lo irrevocable se habían disparado inconteniblemente. Desde entonces, el régimen de La Habana ha derrochado en proporciones incalculables más recursos anunciando al mundo, a bombo y platillo, platillo y bombones, sus congresos, encuentros, simposios, concursos literarios, foros científicos y derivados, al servicio de la revolución que, el presupuesto indispensable para abastecer los estantes de sus librerías con autores como: Carlos Fuentes, Félix Luis Viera, Raúl Rivero Castañeda, George Orwell, Alexandor Solsjenitsin, Hubert Matos, Mihail Gorbachov, Carlos Franqui, Vaclav Havel, ignoro la suerte actual de las obras de Isabel Allende y José Saramago, Reinaldo Arenas ha sido recién restablecido aunque con limitaciones, también Guillermo Cabrera Infante pero sólo en obras cuidadosamente restringidas. Sin olvidar la revista Disidente.
En todas las latitudes y épocas eternamente habrá sus más y sus menos volantes y galopantes. Si bien, la experiencia, la geopolítica, o la muralla de Jericó, se van encargando de deshollinar las entendederas, y día a día son más los que llegan a la conclusión que los seres humanos - incluyendo a los cubanos - hace rato alcanzamos la mayoría de edad y tenemos el derecho a leer lo que nos salga de los cojinotes, cojinetes y cojineticos…
A vuelo, tal vez se considera que se trata de obras controversiales pagadas por el imperialismo yankee. Sin embargo, me pregunto ¿tan imbatible es su dialéctica? ¿no tiene Castro disponibles "doctores que sabrán contestar?"
Anoto en el inventario meritorio del oponente, que labores como la alfabetización, ediciones populares, etc. son de suyo logros; antes bien su efecto se restringe por peso equivalente cuando se convierte en adoctrinamiento unilateral con el que pretende tapar el lado oscuro de su política cultural. Se dispone de un medio y no un fin. Es ocasión para reafirmar la transparencia como ingrediente indispensable del verdadero crecimiento integral de los pueblos. No hay cultura sin libertad. Educar no es politizar.
El pluralismo es el mapamundi de la humanidad. Todo empeño para el desarrollo espiritual del ser humano pone por guía la búsqueda de la verdad y la justicia, sin tendencias de ninguna catalogación o colorama. Su fortaleza y respetabilidad sobrepasan las lindes y los linderos de todos los iconos con velones, velas y velitas puestas.
De regreso a las bibliotecas independientes, resulta que apenas ciudadanos diligentes y con iniciativa se dieron a la tarea de hacer acopio de libros deshojados, polillosos y ahora desempolvados para circularlos entre los incontables ciudadanos ávidos de literatura oculta; los vigilantes revolucionarios pararon las orejas de burro. Era una señal divergente. Mellaba la planificación mental.
Otro obstáculo a la uniformidad rigurosa perseguida por las autoridades criollas. Se comenzaba una batalla sutil, cuyo campo de acción era una vez más aquel celosamente acariciado por Castro con toda perspicacia: el terreno de la gente pensante. Pero el desencanto había arborizado apenas comenzaron las rondas de recogidas de textos y actos de repudio contra escritores, artistas, lectores y panfletarios.
Para el lente abierto, hoy todo queda a la Buena Vista, Vista Buena y Vieja Vista. Hoy se puede afirmar sobre la cultura cubana con el tinte escogido. No obstante la moniliticidad doctrinaria no tiene defensa. Ahí está para el que la quiera ver, y de lo contrario martillará la conciencia cuando la niegue, justifique o disimule. La libertad no es negociable en ninguna de sus manifestaciones.
Ella encaja en la sustancia gris, y responde a la materia prima del cerebro humano, de donde proviene el chispazo. Imantados por tal resplandor, a su amparo surgieron los seguidores de Colás, Texidor y Delgado creciendo como la espuma y ola marina por todos los rincones de la isla para proliferar en los hechos incontrovertibles a todo ojo claro, sereno y en buen madrigal. Es la respuesta del hombre de a pie, el bache a llenar; "si el estado no puede nosotros podemos," el colofón que se veía venir para cerrar con broche de oro, y lo peor. Aquello que Fidel ni siquiera pudo esbozar; era pedirle demasiado. Es ésa la verdadera solución, desatar la mordaza y abrir los cauces. Los hombres libres pueden hacer muchas cosas buenas. Pero ningún dictador ha podido jamás resistir semejante desafío; aunque escasos lo afrontaron a un nivel tan rasante y detallado.
Desconozco empeños equiparables. Ni creo que se llegara a extremos tales de obliteración al afán de saber, de informarse y anchar el horizonte en sus encantadoras posibilidades. Por eso el comunismo horada hasta lo recóndito de la corteza cerebral de cada ciudadano. Busca con lupa la fórmula segura de ajustar su ángulo visual al objetivo perseguido. Por instinto se ve amenazado por acontecimientos que denoten el cacumen más voluminoso, agilizado, y apresuradamente procede a la riposta. Su temor afiebrado lo obliga a ponerle el cinturón de seguridad a los malacabeza y apretar bien. Encarcela por ser la última carta que le queda, la única confiable y que como la piel de zapa también se va gastando.
Por elemental sentido político Castro no debió reprimir las bibliotecas independientes. Era preferible dejarlas proliferar y aceptando su realidad vivir con ellas como células vivas en el concierto de empeños saludables. Como decía José Enrique Rodó: "cuando no se puede ser actor, es preferible ser espectador." Pero la senectud avanza a paso agigantado y las consecuencias del patinazo se palpan sin trasmano. Intenta parar la historia a cualquier precio. Sin percatarse de que sus cortinas de humo se disipan a mayor velocidad y no es posible mantener todo el tiempo a todo el mundo embaucado. En fin, la redada de bibliotecarios a pocos amedrenta y nuevos amantes de la lectura libre continúan abriendo sus cuchitriles, engrosando inventarios y atrayendo clientela antes dispersa.
Buenas noticias llegan de cualquier pueblito de la isla donde el despertar es surgente. Listas largas de asiduos usuarios aguardan su turno para agarrar un texto prohibido, una y otra vez usado, bien cuidado, y mejor apreciado. Ven satisfechas sus ganas por propia iniciativa. Se descubren capaces de resolver problemas. Convergen con compatriotas acicateados por similares aguijonazos y contribuyen al trazado de ideas alimentadas por la sociedad civil. Esa es la cultura del pueblo en constante florecimiento, pujanza, fortalecimiento feraz. La iniciativa privada en su cima más honrada. La afición sana e inventiva individual pican y se extienden veloz, incontrolable e indisipadamente.
Ahora ¿qué hacer? ¿Los tendrán que prender a todos? Desde un alto mirador la curiosidad pincha con galante impertinencia. ¿Qué libros mandarán a recoger? ¿Cuál será el pretexto? ¿A todos les tienen igual miedo? Una vez más invitamos a los escudriñadores de figuras y casos de interés general a familiarizarse con tan particular, inconcebible coyuntura, joya monticular que ajena a todo estandarte, despertará expectativas generosas, justa admiración, nuevos brotes de simpatías entre las inteligencias que no se les puede seguir dando gato por liebre. Si hechos tan fuera de época perviven al alcance de la mano que nadie se prive de desentrañarlos en su infamante desproporción.
Aparte de espejear una caricatura fugaz en su esperpéntica incoherencia; llenase así un cometido de noble causa que a todo profesional de la letra impresa compete. Ningún idealista honesto ha de quedarse con los brazos potentes cruzados sobre el pecho bien torneado. No más plumas en reposo cómplice. Pasemos el pliego de letra retorcida al estilo Costa Gavras. Demos a conocer la noticia en cruzacalles desplegados de acera a acera. El altoparlante a todo meter. Que se transmita multitudinariamente este regurgitar de la caverna, y alzar la protesta indignada, la patada en el trasero a Trucutú, y estaremos dando giros de verdadera actualidad en dirección correcta. Es el puntillazo que falta.
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=8778
2007-02-15
JoséVilasuso, sin don
Si nos referimos a bibliotecas, o bibliotecarios, pocos identifican la idea con la política. Nuestra prensa y opinión pública asumen que se trata de uno de esos lugarejos a donde los ciudadanos de Ecuador, Francia o Nigeria van a consultar libros, mapas, enciclopedias, Internet, etc, sin impedimentos ni límites.
A nadie se le ocurre pensar en términos de represión, o registros policíacos. Aceptar que catorce bibliotecarios se encuentran encarcelados por llevar a efecto dicho trabajo profesional es algo inverosímil propio de las comedias de Los Tres Chiflados. Pero estamos hablando en serio y transmitiendo una información que, en honor a su incomprensible incomprensibilidad, dichos canales objetivos, y distantes no se harán eco, ni publicarán en postrera plana. Sin que los culpemos con mayor acritud. Siguen reglas de juego. Pura rutina noticiosa.
Sí, en Cuba cumplen condenas de décadas catorce profesionales de la catalogación y bibliografía cuyo delito consiste en ofrecer, independientemente, a los lectores que lo deseen, libros disponibles, sin cortapisas ideológicos. En otras palabras sin censura. Desde luego que una de las causas de que un buen elenco cuantitativo y virtual ni se entere de semejantes aberraciones, se calza en la aberración misma. Sin duda. El mundo del absurdo se protege con su propia absurdidad. Comprobado.
Normalmente se encarcelan oposicionistas violentos, activistas llamados de izquierda, subversivos, gente de acción, raras veces periodistas; prefieren asesinarlos. Incluso hasta se puede pensar que por tratarse de algo impensable, no es asunto de mayor trascendencia por cuanto casi ningún dictador ha derrochado sus mecanismos abracadabrantes en sutilezas de tal miniatura. No hay marco de referencia a mano izquierda y la derecha permanece escondida. No existe patrón reconocido al que adherirse.
Y por añadidura cuando se habla de censura, se piensa en los métodos usuales del general Franco y asociados, por ejemplo; consistentes en prohibir determinados títulos o recoger tiradas completas o tantos ejemplares circulantes. Por ello - con toda razón - se pone el grito en el cielo despejado y en el otro por despejar. Pero no otra cosa. Nadie da un nuevo paso a la oscuridad. La protesta no traspone umbrales desconocidos, irreconocibles y por conocer. Nadie entra a la cueva del humo porque se intoxica. Ahí se afinca la impunidad de Castro.
Si bien ante el imponderable sólo cabe abrirse a ese lenguaje indescifrable, a esa simbología imprevista, situación impar donde los medímetros, barómetros y escalas difieren sustancialmente con los habituales del discurso libre en el resto del planeta donde estamos asentados y a menudo incomprendidos.
Para adentrarnos a los orígenes de los manipuleos propios de una lógica que, por poco lógica es intragable. Sepamos que la idea de las bibliotecas independientes surgió, no por carambola, del propio Fidel Castro. ¿Sugerente? Resultó que en una Feria del Libro, al ser interrogado por un chico malicioso sobre la prohibición de tantos libros, aquél respondió que era sólo económica. Faltaba dinero. Eso era todo. El caso se hizo público. Dio lugar a pensar a los que tienen la cabeza para algo más que ponerse el sombrero o la gorrita de los Yankees al revés.
La porosidad se puso al descubierto para los ojos de águila, y entonces para suplir esta carencia oficial, el psicólogo Ramón Colás, su esposa doña Berta Texidor, doña Gisela Delgado y otros amantes de los libros, de todos los libros, se dieron a la tarea de recolectar títulos de toda laya en sus casas o de amigos, y ofrecerlos por la libre, o libreta no de abastecimientos. Para el que los quisiera leer. Es que había sed de lecturas alternas. Hambre de diversificación.
El instinto inconforme se había despertado desde los primeros discursos kilométricos de Fidel y a partir de aquel mojón, (término castizo, búsquese en el diccionario de la Real Academia de la Lengua) la tarea de circular libros sin distingos fue espontánea, se caía de su propio peso. (De hecho, se venía realizando en la isla a medida que el régimen comenzaba a allanar librerías, confiscar textos desafectos a la ideología marxista leninista, y luego intervenir y apoderarse de todos los establecimientos de venta, distribuidores, imprentas, periódicos, y revistas quemando montones de volúmenes, desapareciendo no menos, y reservando cierto número que han quedado en estricta reserva para uso exclusivo de funcionarios o casos de investigadores escogidos con pinzas.)
A partir de los sesenta la censura rigurosa ya permitía identificar la naturaleza oscurantista del gobierno cubano. El baldón estaba localizable en otros puntos del planeta y por consiguiente Castro no escaparía al rechazo del buen juicio crítico. Sin embargo, - reconociendo la astucia del dictador, - se discutía la reacción con nuevo cuño. El golpe cavernario fue disfrazado de progresista y su dimensión ultramontana que a cualquier otro gobernante hubiera dañado grandemente, fue soterrada bajo un aluvión de propaganda oficial tocante a cultura, educación, etc.… orquestado por un discurso emotivo, e idealizado hasta el fanatismo donde no cabían juicios propios, ni equidistancias.
Las neuronas de lo irrevocable se habían disparado inconteniblemente. Desde entonces, el régimen de La Habana ha derrochado en proporciones incalculables más recursos anunciando al mundo, a bombo y platillo, platillo y bombones, sus congresos, encuentros, simposios, concursos literarios, foros científicos y derivados, al servicio de la revolución que, el presupuesto indispensable para abastecer los estantes de sus librerías con autores como: Carlos Fuentes, Félix Luis Viera, Raúl Rivero Castañeda, George Orwell, Alexandor Solsjenitsin, Hubert Matos, Mihail Gorbachov, Carlos Franqui, Vaclav Havel, ignoro la suerte actual de las obras de Isabel Allende y José Saramago, Reinaldo Arenas ha sido recién restablecido aunque con limitaciones, también Guillermo Cabrera Infante pero sólo en obras cuidadosamente restringidas. Sin olvidar la revista Disidente.
En todas las latitudes y épocas eternamente habrá sus más y sus menos volantes y galopantes. Si bien, la experiencia, la geopolítica, o la muralla de Jericó, se van encargando de deshollinar las entendederas, y día a día son más los que llegan a la conclusión que los seres humanos - incluyendo a los cubanos - hace rato alcanzamos la mayoría de edad y tenemos el derecho a leer lo que nos salga de los cojinotes, cojinetes y cojineticos…
A vuelo, tal vez se considera que se trata de obras controversiales pagadas por el imperialismo yankee. Sin embargo, me pregunto ¿tan imbatible es su dialéctica? ¿no tiene Castro disponibles "doctores que sabrán contestar?"
Anoto en el inventario meritorio del oponente, que labores como la alfabetización, ediciones populares, etc. son de suyo logros; antes bien su efecto se restringe por peso equivalente cuando se convierte en adoctrinamiento unilateral con el que pretende tapar el lado oscuro de su política cultural. Se dispone de un medio y no un fin. Es ocasión para reafirmar la transparencia como ingrediente indispensable del verdadero crecimiento integral de los pueblos. No hay cultura sin libertad. Educar no es politizar.
El pluralismo es el mapamundi de la humanidad. Todo empeño para el desarrollo espiritual del ser humano pone por guía la búsqueda de la verdad y la justicia, sin tendencias de ninguna catalogación o colorama. Su fortaleza y respetabilidad sobrepasan las lindes y los linderos de todos los iconos con velones, velas y velitas puestas.
De regreso a las bibliotecas independientes, resulta que apenas ciudadanos diligentes y con iniciativa se dieron a la tarea de hacer acopio de libros deshojados, polillosos y ahora desempolvados para circularlos entre los incontables ciudadanos ávidos de literatura oculta; los vigilantes revolucionarios pararon las orejas de burro. Era una señal divergente. Mellaba la planificación mental.
Otro obstáculo a la uniformidad rigurosa perseguida por las autoridades criollas. Se comenzaba una batalla sutil, cuyo campo de acción era una vez más aquel celosamente acariciado por Castro con toda perspicacia: el terreno de la gente pensante. Pero el desencanto había arborizado apenas comenzaron las rondas de recogidas de textos y actos de repudio contra escritores, artistas, lectores y panfletarios.
Para el lente abierto, hoy todo queda a la Buena Vista, Vista Buena y Vieja Vista. Hoy se puede afirmar sobre la cultura cubana con el tinte escogido. No obstante la moniliticidad doctrinaria no tiene defensa. Ahí está para el que la quiera ver, y de lo contrario martillará la conciencia cuando la niegue, justifique o disimule. La libertad no es negociable en ninguna de sus manifestaciones.
Ella encaja en la sustancia gris, y responde a la materia prima del cerebro humano, de donde proviene el chispazo. Imantados por tal resplandor, a su amparo surgieron los seguidores de Colás, Texidor y Delgado creciendo como la espuma y ola marina por todos los rincones de la isla para proliferar en los hechos incontrovertibles a todo ojo claro, sereno y en buen madrigal. Es la respuesta del hombre de a pie, el bache a llenar; "si el estado no puede nosotros podemos," el colofón que se veía venir para cerrar con broche de oro, y lo peor. Aquello que Fidel ni siquiera pudo esbozar; era pedirle demasiado. Es ésa la verdadera solución, desatar la mordaza y abrir los cauces. Los hombres libres pueden hacer muchas cosas buenas. Pero ningún dictador ha podido jamás resistir semejante desafío; aunque escasos lo afrontaron a un nivel tan rasante y detallado.
Desconozco empeños equiparables. Ni creo que se llegara a extremos tales de obliteración al afán de saber, de informarse y anchar el horizonte en sus encantadoras posibilidades. Por eso el comunismo horada hasta lo recóndito de la corteza cerebral de cada ciudadano. Busca con lupa la fórmula segura de ajustar su ángulo visual al objetivo perseguido. Por instinto se ve amenazado por acontecimientos que denoten el cacumen más voluminoso, agilizado, y apresuradamente procede a la riposta. Su temor afiebrado lo obliga a ponerle el cinturón de seguridad a los malacabeza y apretar bien. Encarcela por ser la última carta que le queda, la única confiable y que como la piel de zapa también se va gastando.
Por elemental sentido político Castro no debió reprimir las bibliotecas independientes. Era preferible dejarlas proliferar y aceptando su realidad vivir con ellas como células vivas en el concierto de empeños saludables. Como decía José Enrique Rodó: "cuando no se puede ser actor, es preferible ser espectador." Pero la senectud avanza a paso agigantado y las consecuencias del patinazo se palpan sin trasmano. Intenta parar la historia a cualquier precio. Sin percatarse de que sus cortinas de humo se disipan a mayor velocidad y no es posible mantener todo el tiempo a todo el mundo embaucado. En fin, la redada de bibliotecarios a pocos amedrenta y nuevos amantes de la lectura libre continúan abriendo sus cuchitriles, engrosando inventarios y atrayendo clientela antes dispersa.
Buenas noticias llegan de cualquier pueblito de la isla donde el despertar es surgente. Listas largas de asiduos usuarios aguardan su turno para agarrar un texto prohibido, una y otra vez usado, bien cuidado, y mejor apreciado. Ven satisfechas sus ganas por propia iniciativa. Se descubren capaces de resolver problemas. Convergen con compatriotas acicateados por similares aguijonazos y contribuyen al trazado de ideas alimentadas por la sociedad civil. Esa es la cultura del pueblo en constante florecimiento, pujanza, fortalecimiento feraz. La iniciativa privada en su cima más honrada. La afición sana e inventiva individual pican y se extienden veloz, incontrolable e indisipadamente.
Ahora ¿qué hacer? ¿Los tendrán que prender a todos? Desde un alto mirador la curiosidad pincha con galante impertinencia. ¿Qué libros mandarán a recoger? ¿Cuál será el pretexto? ¿A todos les tienen igual miedo? Una vez más invitamos a los escudriñadores de figuras y casos de interés general a familiarizarse con tan particular, inconcebible coyuntura, joya monticular que ajena a todo estandarte, despertará expectativas generosas, justa admiración, nuevos brotes de simpatías entre las inteligencias que no se les puede seguir dando gato por liebre. Si hechos tan fuera de época perviven al alcance de la mano que nadie se prive de desentrañarlos en su infamante desproporción.
Aparte de espejear una caricatura fugaz en su esperpéntica incoherencia; llenase así un cometido de noble causa que a todo profesional de la letra impresa compete. Ningún idealista honesto ha de quedarse con los brazos potentes cruzados sobre el pecho bien torneado. No más plumas en reposo cómplice. Pasemos el pliego de letra retorcida al estilo Costa Gavras. Demos a conocer la noticia en cruzacalles desplegados de acera a acera. El altoparlante a todo meter. Que se transmita multitudinariamente este regurgitar de la caverna, y alzar la protesta indignada, la patada en el trasero a Trucutú, y estaremos dando giros de verdadera actualidad en dirección correcta. Es el puntillazo que falta.
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