Thursday, October 05, 2006

Cuba, cuarenta y siete anos de Corrupcion

Cuba, cuarenta y siete años de Corrupción
2006-10-5
Por Esteban Casañas Lostal .

La primera vez que robé en mi vida yo tenía unos trece o catorce años,
lo hice guiado por la mano hábil de mi padrastro, sentí miedo al
hacerlo. Ocurrió cuando los acontecimientos del ciclón Flora, me
encontraba de aprendiz en uno de los talleres de Transportes Nacionales,
lugar por donde pasaban vehículos cargados de ayuda para las provincias
orientales. Tenía dos opciones, vencía ese temor o comía, me incliné por
comer frijoles ese día.
Cada cierto tiempo se anuncia una nueva cruzada en contra de la
corrupción en la isla, cuarenta y siete años escuchando lo mismo debe
resultar agotador. ¿Corrupción? Se habla de robos a la propiedad del
estado y del "pueblo", entonces, sin darnos cuenta, nuestros pasos son
conducidos hacia la misma encrucijada y la corrupción nunca se acaba, es
trasmitida de generación a generación sin ningún tipo de vergüenza.
En esa sociedad donde los cánones de conductas y valores morales se han
enajenado hasta límites desconocidos, el robo deja de serlo cuando su
objetivo es la propiedad estatal. El pueblo no lo distingue como un
delito y al que incurre en él se aplaude y es reconocido como un
"luchador" o persona dedicada al "invento". Robar la propiedad del
pueblo no deja ser tan común como el caso anterior, ¿quiénes incurren en
ese delito?, los administradores bajo cuya responsabilidad se confía
esos bienes. Solo reciben condenas por parte de la población en contadas
circunstancias, sobre todo, cuando los niveles de vida alcanzados
sobrepasan con creces el grado de miseria generalizada. A estos
individuos les piden la cabeza por sentimientos de envidia siempre
ocultos y son delatados por personas que incurren en delitos similares,
pero en menor cuantía que aquellos. ¿Quiénes son esos ladrones? Se
destacan los que poseen cargos de administración, y como es de dominio
público, es imprescindible ser militante del partido para ocupar
cualquier cargo administrativo existente, hasta el más insignificante,
pongamos como ejemplo un humilde puesto de fritas.
Si robar la propiedad del estado es un acto contrarrevolucionario, si
robar las propiedades del pueblo es considerado un acto
contrarrevolucionario. Nos encontramos entonces en presencia del pueblo
más contrarrevolucionario del mundo, que es dirigido por la
administración más contrarrevolucionaria que pueda haber existido en
toda la historia de América y solo comparable a los viejos caciques del
antiguo campo socialista, actuales millonarios en esos países.
Esos llamados a la lucha en contra de la corrupción, meta gastada desde
hace decenas de años, nunca serán exitosas allí, donde el mal debe
extirparse en la cumbre del gobierno. Uno que otro día, se utiliza un
chivo expiatorio como sucedió hace poco con el negrito del comité
central, pero la mata no es sacudida con violencia por temor a quedarse
la isla sin gobierno.
Cada ciudadano roba de acuerdo a sus posibilidades, perdón, dicen que
luchan o inventan. Todo es necesario, desde un simple tornillo hasta una
caja de muertos que podemos transformar en escaparate. Cada uno de esos
artículos extraídos de las arcas estatales tiene un solo destino, la
bolsa negra que nunca ha podido ser eliminada. Y tal vez, sea el único
organismo clandestino y sin administración que funcione perfectamente en
la isla, cuyo mercado se rige por leyes elementales del comercio como
son, valor de uso, costo de producción, oferta y demanda, etc.
Los dirigentes o administradores roban también de acuerdo a sus
posibilidades, no es lo mismo ser administrador de una funeraria a
ministro de cualquier rama de la economía o director de instituciones
importantes. El primero robará madera, flores, gasolina, meriendas,
café, etc. El segundo robará sin embarrarse las manos, sus firmas le
rembolsarán grandes ganancias en contratos fraudulentos que se realizan
a diario, reportándose ganancias en moneda fuerte o en especias, pero
las últimas no deben ser muy exageradas y puedan llamar la atención de
sus vecinos.
La vida se convierte de esa manera en una lucha constante entre gatos y
ratones, y donde el escenario varía también de acuerdo a las posiciones
alcanzadas. Logrando de esa manera que, los gatos sean otros ratones
para los gatos de niveles superiores. Formando una o varias pirámides
sociales que convergen siempre en los puntos más elevados de ese
gobierno inmoral que no se cansa de exigir sacrificios.
Se repite sin reparo el mismo discurso, hay que combatir la corrupción,
pero, ¿quiénes llevarán adelante esa batalla, el pueblo que roba las
propiedades del estado, o el administrador que se roba los bienes del
pueblo? Se repite el mismo círculo vicioso vivido durante estas cuatro
décadas, y como bien puede observarse, no hay batallas dirigidas a las
causas que originan ese delito.
No fui un ladrón por excelencia, pero practiqué ese deporte nacional
como todos los cubanos. El marinero se robaba la pintura del barco, la
comida, los útiles, etc. Me veía obligado constantemente a realizar
inventarios para controlar la acción de mis ratones. Yo robaba sin
ensuciarme las manos mediante la firma de compras fraudulentas, conmigo
se mojaban los capitanes. El sobrecargo robaba de la comida de los
tripulantes, era una acción detestable que afectaba a todos los
involucrados en el barco. El jefe de máquinas se robaba unas toneladas
de combustible y nadie se percataba de eso, aumentaba el consumo diario
en décimas hasta quedar chao con el banquero y si carecía de tiempo le
agregaba agua. Luego y como dice el refrán, "el tiburón se moja, pero
salpica". Parte de nuestras ganancias eran dedicadas al soborno de
compañeros de lucha que también luchaban, aduanas, cubana de aviación,
hoteles, taxistas, posaderos, capitanes de restaurantes, médicos, etc.,
y una larga fila de etc.
La última vez que robé, fue antes de desertar. De acuerdo con un capitán
de la marina, nos robamos un saco de cebollas. No sentí miedo, ya estaba
perfectamente adaptado, solo tenía dos opciones, me las robaba o comían
cebolla en mi casa, me incliné por lo último.

Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canada.
2006-10-03

http://www.cubanuestra.nu/web/article.asp?artID=5441

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