Monday, October 30, 2006

El premio de la justicia

El premio de la justicia

Por Manuel Vázquez Portal

Bitácora Cubana, 30 de octubre de 2006 - (ENH)

La mañana en que Laura Pollán y Bertha Soler, Julia Núñez y Dolia Leal,
Nancy Alfaya y Loida Valdés, Gisela Sánchez y Yolanda Huerga caminaron
la primera vez por la Quinta Avenida de Miramar, en La Habana, encarando
el peligro de una dictadura despiadada que acababa de encarcelar a sus
esposos, no pensaban en ningún reconocimiento como no fuera el premio de
la justicia: la libertad de sus maridos injustamente apresados.

Habían nacido las Damas de Blanco. Llevarían como escudo sólo el amor,
como peto y espaldar la nívea vestidura. Blandirían gladiolos. Dulcineas
de adoradores Quijotes que había que salvar. La historia al revés.
Cabalgarían el sol. Serían la luz de la negra, absurda primavera del 2003.

Tranquilas mujeres hogareñas devendrían heroínas. Cargadas de escasos
bastimentos, viajando en trenes lúgubres y ómnibus destartalados,
llegarían a las cárceles de toda la nación con un gesto de amor para sus
esposos. Altivas, indomables, harían saber a jerarcas y carceleros que
aquellos hombres no estaban solos.

Fueron noticia para el mundo, escándalo vergonzoso para una dictadura
roída. Ni una sola ha traicionado. Y una sola ha desfallecido a pesar de
la larga fatiga. Tres años y seis meses de constancia, de perseverancia,
de banderas de amor tremolando.

Cuán orgullosos deben estar Héctor Maseda y Angel Moya, Adolfo Fernández
Saíz y Nelson Aguiar, Alfredo Felipe y Tony Díaz. Ellas han convertido
sus sórdidas celdas en emporios de sueños. Ellas han sido su voz y su
estandarte, sus pies y sus caminos. El tirano se muere y ellos renacen.
La primavera volverá a eclosionar de libertades para los 75.

Quizás no sea la hora del recuento final. Pero es bueno una ojeada al
sendero andado. Las he visto, en ausencia, subir a un podio de Bruselas
a recibir el premio Sajarov, y las he visto, otra vez en ausencia,
porque los dinosaurios del terror no escarmientan, ascender a otro podio
en Nueva York para recibir el premio de Human Rights First, y las he
visto sobre todo, y en su mejor dimensión, ya guardadas para siempre en
la historia, en el libro de la periodista chilena Erika Lüters Gamboa,
publicado en Argentina bajo el auspicio del Centro para la Apertura y el
Desarrollo de América Latina y la Fundación Konrad Adenauer.

Erika las pinta en la voz de ellas mismas. Son ellas las que cuentan
quiénes son, dónde viven, cuánto sufren. Oigo en el libro la dulce voz
de Laura contando de Héctor Maseda, escucho la quebrada voz de Julita
diciendo sobre Adolfo, siento la tronante voz de Bertha clamando por
Moyita, me timbra en el alma la tímida voz de Silvia explicando sobre
Antonio Villarreal.

Erika las tuvo que entrevistar por teléfono. Ruidos, interferencias,
llamadas caídas. Quizás algún insulto por las líneas ''pinchadas''. No
dejaron a la periodista ir a conocerlas personalmente. En Cuba a quien
no va a hablar a favor del gobierno quieren tornarlo mudo. Esa es la
libertad de que hablan sus periódicos y sus voceros. Por esa libertad es
que los 75 fueron encarcelados. Pero Erika es también de la estirpe de
las Damas de Blanco y no pudieron impedirle que escribiera su libro,
como no han podido detener la marcha de las dignas mujeres. Un día habrá
que darle a Erika un gladiolo rosado y un traje blanco.

Un día se creará el premio Damas de Blanco para otorgarlo a mujeres que
luchen en otras partes del mundo por los derechos humanos y el acto de
entrega se hará en La Habana. Una Habana abierta a la prensa, una Habana
sin presos políticos, una Habana donde Laura o Bertha o Loida o Yolanda,
ya ancianitas venerables y satisfechas con la obra de sus vidas, irán a
contar que el mejor premio que obtuvieron fue el premio de la justicia:
la libertad de sus esposos encarcelados por soñar que La Habana fuera
como será entonces.

http://www.bitacoracubana.com/desdecuba/portada2.php?id=3193

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