Posted on Sun, Jun. 18, 2006
Lucía Newman: la vivencia de nueve años en La Habana
WILFREDO CANCIO ISLA
El Nuevo Herald
Lucía Newman, la ex corresponsal de la cadena CNN en La Habana, termina
su estancia profesional de nueve años en Cuba con la certeza de que el
país caribeño retorna a los tiempos de la centralización, el portazo a
la apertura económica y el silenciamiento de las expresiones críticas
que antes podían oírse en plena calle.
Cuando llegó a Cuba en 1997, en la cresta de la crisis económica
conocida como período especial, el gobierno de Fidel Castro había
permitido el trabajo por cuenta propia, las inversiones extranjeras
marcaban un paso ascendente en el turismo y la industria, y las
manifestaciones de inconformidad cobraban resonancia pública con
creciente frecuencia.
''Eso ya no existe'', comentó Newman durante una entrevista con El Nuevo
Herald. ``Hay un retorno a la parte más. . . es que no quiero decir
fundamentalista. . . cerrada, a las concepciones originarias del sistema
socialista''.
Newman, de 54 años, viajó desde Argentina para participar en un panel
sobre la cobertura de temas latinoamericanos en la 24ta. Convención
Anual de Periodistas Hispanos, que sesionó esta semana en el Centro de
Convenciones de Fort Lauderdale. Ha comenzado ya a instalarse en Buenos
Aires para su nuevo reto profesional: corresponsal de la cadena árabe Al
Jazeera International (AJI) en América Latina.
Tras veinte años como reportera a tiempo completo para CNN, sintió que
había llegado la hora del cambio. Y en pocas semanas piensa echar a
andar la oficina de Buenos Aires, con la intención de dar la cobertura
informativa que reclama un continente en franca ebullición política y
social, y que ella conoce como pocos periodistas acreditados en la región.
En Cuba, asegura que entregó lo mejor de sí en una labor profesional
sometida al fuego cruzado de partidarios y antagonistas del gobierno.
Cubrió grandes momentos en el decursar de la isla como la visita del
Papa Juan Pablo II, el intrincado caso del niño balsero Elián González y
el discurso del ex presidente estadounidense Jimmy Carter en el Aula
Magna de la Universidad de La Habana. Y tuvo también que encarar
historias cotidianas de fuerte dramatismo y tensión, desde una
manifestación de repudio a un disidente hasta el desalojo de una familia
por órdenes gubernamentales.
¿Qué lecciones profesionales y humanas le dejan estos años en Cuba?
Como profesional fue una experiencia fascinante, aunque difícil. Todo el
mundo sabe que es muy difícil, por muchas razones. El acceso a la
información es una verdadera odisea. Mucha gente no quiere hablar porque
representas un medio estadounidense. Los temas tienden a ser
monotemáticos con el problema entre Cuba y Estados Unidos.
El reto era poder hablar de otras cosas y creo que lo logré. En lo
personal, fue duro estar en medio de los dos fuegos, La Habana y Miami,
porque no trabajo para Castro ni para la comunidad cubana de Miami, y
eso a veces suele ser conflictivo. Pero lo más conmovedor para mí
ocurrió cuando me iba y muchos cubanos se acercaron para decirme: ``Por
favor no te vayas, tú eres nuestra voz, tú puedes decir las cosas que
nosotros no hemos podido decir''.
Cuando CNN estableció su oficina en Cuba usted afirmó que trabajaría
allí ''sin pedir ni aceptar condiciones, con el único compromiso de
cumplir las normas del periodismo profesional''. Pero la realidad es que
entre ejercer de corresponsal en países como México, Panamá, Chile o
Nicaragua y hacerlo en Cuba hay diferencias bien claras. ¿Sí o no?
Como entre el día y la noche, o el cielo y la tierra. Es mucho más
abierto, más fácil hacer periodismo en otro país que no sea Cuba. El
menú es más amplio, el sistema es más permeable a la información. Hay
que decir que los cubanos son la gente más franca que he conocido en mi
vida, hablando de cualquier cosa menos de política. Lo que implica que
no siempre pueden decir lo que quieren o piensan, y eso establece
limitaciones a la hora de reportar en un país donde las coordenadas
noticiosas tienen un alto matiz político.
Para muchas organizaciones periodísticas, cadenas televisivas y
corresponsales extranjeros radicados en Cuba, mantenerse allí es
estratégico para el ''día de la gran noticia'' que todo el mundo espera.
¿No siente perderse ese momento?
[Se ríe] No. Eso va a suceder cuando tenga que suceder. Y a lo mejor iré
en ese momento. O si puedo iré antes de visita, porque dejé a muchos
amigos en Cuba. Es un país que amo, que se convirtió casi en una segunda
patria. Le tengo mucho cariño a su pueblo. El sistema político es otra
cosa. Es un sistema muy duro y vivir dentro de él tantos años, cuesta.
La gran noticia no sé cuándo va a ser, pero te aseguro que muchos
periodistas la cubrirán. Tal vez tenga que ir, no sé; si no, la leeré
tranquila.
¿Cómo ve la situación del país, nueve años después de su llegada?
Cuando llegué a Cuba había una especie de primavera de cambios, se
pronosticaba que vendrían pronto muchos cambios, un movimiento hacia una
apertura no política, pero sí económica. Eso ya no existe. El país se ha
cerrado nuevamente, como si fuera una vuelta a los orígenes del proceso:
mayor centralización, menos crítica interna o autocrítica de lo que se
oía antes por todos lados, personas como el ex canciller Roberto Robaina
[destituido en 1999] ya no están en el gobierno. . . No quiero decir que
Robaina era el gran liberador, pero tenía un espíritu de transformación
en algunas cosas. Se creía entonces que Cuba marchaba hacia una pequeña
apertura. Eso no se ve ahora. Otra vez se regresa a la idea del gran
aliado salvador de la revolución. Como antes lo fue la Unión Soviética,
ahora lo es Venezuela, con simpatías hacia China.
Sus últimos reportajes sobre las Navidades dolarizadas o la situación de
la vivienda, hicieron pensar que había decidido ser más incisiva sobre
la realidad cubana, incluso a riesgo de que la expulsaran del país. ¿Es así?
Para nada, no quería que me botaran. Me hubiera dolido mucho. Lo que
pasa es que eran cosas que había que decir de una realidad que resulta
muy cruda para la población. Lo cierto es que cada vez se me hacía más
difícil hacer reportajes con buenas noticias de Cuba.
¿Qué personajes de la nomenclatura cubana le resultaron de más difícil
acceso, además de Fidel Castro?
No puedo decir que eran inaccesibles. Cuando estás allí por mucho
tiempo, obviamente que logras tener contacto con ellos, conocerlos y que
te conozcan a ti. En esos nueve años tuve oportunidades de hablar con
Fidel Castro, con Raúl Castro, con Carlos Lage y Ricardo Alarcón, con
casi todos. No es que me querían mucho, ni tampoco que me odiaban:
simplemente me toleraban.
¿Alguna vez la censuraron o amenazaron con expulsarla por una cobertura
periodística incómoda para el gobierno?
Nunca me amenazaron, no me censuraron, pero fue muy arduo trabajar allí.
Sé que hay sectores de la comunidad cubana de Miami que está en
desacuerdo con algunas de mis coberturas, porque que sólo se reporte la
podredumbre, la destrucción, la mierda que hay en Cuba. Eso sería
ofrecer una visión parcializada, porque Cuba sigue teniendo cosas bellas
como país. Y no todo es desastroso.
Entonces, ¿por qué decide irse a Al Jazeera International? ¿Por
beneficio económico o interés personal?
No, beneficio económico para nada. Lo que sí quería definitivamente era
un cambio. No quería seguir ahí. Ya era suficiente. Lo que me interesa
ahora es cubrir todos los cambios económicos, sociales y políticos que
están ocurriendo en el continente. Cuba no es el único país que importa
en el mundo.
¿Qué historias le quedaron por hacer?
A lo mejor hubiera sido el reportaje por el cual me hubieran botado,
pero no tuve tiempo para hacerlo, se me acabó el tiempo. Por ejemplo,
quería realizar un reportaje sobre los problemas de los cubanos para
entrar y salir del país. Hice alusión varias veces sobre ello, pero me
hubiera gustado hacer un documental sobre los temas que los periodistas
manejamos mucho y que son, en esencia, historias de denuncias, muy
difíciles de hacer en Cuba. Cuesta hallar gente con la disposición de
poner su cara y su nombre para decir cosas que todos sabemos que suceden.
¿Cuál es para usted el problema fundamental de Cuba?
[Risas] No, no lo voy a decir. Que lo diga otra persona.
De todas las coberturas, ¿cuál fue la que más humanamente le impactó?
Dos reportajes que hice sobre la vivienda, porque tenían que ver con
asuntos de injusticia y de la imposibilidad de la gente de acudir a un
lugar donde escuchen sus reclamos. Me conmovió tremendamente y me costó
un mundo hacer uno de mis últimos reportajes, dedicado al derrumbe de
unas viviendas familiares en Guanabo [al este de La Habana]. Eran
casitas construidas con el esfuerzo de sus habitantes encima de una
loma, ni siquiera estaban cerca de la playa, y que estaban siendo
demolidas por orden del Instituto de la Vivienda.
Una demolición por orden gubernamental en un país donde se supone que no
existe el desalojo desde que triunfó la revolución en 1959. Fuimos al
lugar con una cámara secreta e hicimos un reportaje que resultó
superimpactante. La policía inmediatamente cerró el acceso a esa parte
de Guanabo para evitar otras filmaciones. Alguien me preguntó qué
sentido tenía hacer ese reportaje que a nadie le importaba en el mundo.
''Lo hice para que ustedes lo vieran'', le respondí.
http://www.miami.com/mld/elnuevo/news/world/cuba/14844555.htm
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