Editorial
Corrupción en la Cuba de Fidel
Después de haber sido señalado como uno de los mandatarios más ricos del
mundo, el dictador Fidel Castro promovió sanciones contra algunos
dirigentes del Partido Comunista Cubano acusándolos de corruptos. No es
la primera vez que desde la cúpula del poder se toma este tipo de medidas.
Las purgas en los máximos niveles de dirección es una tradición del
comunismo que en su momento practicó Stalin y que ahora reproduce Castro
invocando vicios políticos que, en algunos casos, pueden ser verdaderos.
Sin embargo, es necesario puntualizar que los supuestos juicios
"populares" se realizan en el ámbito cerrado del poder y sin garantías
para los imputados. Por consiguiente, siempre existen sospechas de que
se trata más de ajustes de cuentas o del sacrificio de un chivo
expiatorio, que de procedimientos justos.
La corrupción es en Cuba un mal endémico. No se trata de una anécdota
marginal o el producto de la tentación de un funcionario, sino de un
síntoma estructural que pone en discusión la propia legitimidad del
supuesto socialismo de Estado que allí se practica. Para expresarlo con
otros términos, la corrupción en Cuba es un dato de la vida cotidiana,
lo cual no excluye la responsabilidad de quienes ejercen el poder,
beneficiarios concretos de un sistema que sobrevive gracias al peculado.
En una economía incapaz de producir los recursos necesarios para vivir,
controlada rígidamente por el Estado que persigue y castiga toda
infracción a estas reglas de hierro y que, al mismo tiempo, sólo puede
garantizar sueldos miserables a sus habitantes, no queda otra
alternativa para sobrevivir que el mercado negro.
Basta con caminar por las calles de las principales ciudades de la isla
para verificar que la corrupción es un estilo de vida. Desde el taxi que
traslada al visitante desde el aeropuerto a la ciudad, hasta el vendedor
ambulante de baratijas, pasando por el promotor de sexo, todo funciona
al margen de la ley. La corrupción cotidiana en Cuba es visible hasta
para el turista más distraído, por lo que llama la atención que un
régimen que se jacta de contar con los servicios de inteligencia y
seguridad más eficientes del mundo (tal vez la única herencia histórica
importante que haya dejado el comunismo en el siglo XX sea la eficacia
de su sistema represivo), no esté en condiciones de detectarla.
Por lo tanto, la corrupción en Cuba es más un sistema de sobrevivencia
que un entramado delictual, ya que hasta los funcionarios más estrictos
del Partido Comunista saben que ésta es la única alternativa que tienen
los pobladores para vivir en un régimen que todavía funciona con
tarjetas de racionamiento y paga los sueldos más miserables de América
latina.
Está claro que la responsabilidad del sistema no incluye sólo la
permisividad del poder, sino también la complicidad de altos
funcionarios que desde las áreas del Estado se enriquecen abasteciendo
de recursos a los protagonistas cotidianos del mercado negro. La
corrupción en Cuba, entonces, no es el producto de una falla moral o del
error de un funcionario; por el contrario, es la única alternativa que
se le presenta al ciudadano para poder satisfacer sus mínimas necesidades.
http://www.litoral.com.ar/index.php/diarios/2006/06/24/opinion/OPIN-01.html
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