El hombre de Zapatero en La Habana
Tal vez algún día sepamos por qué Zapatero, con tal de colocar a un
propio en Cuba, no dudó en enfrentarse a los sindicatos policiales
anulando la candidatura de otros policías con más méritos que Cuesta Macho.
Víctor Llano
A nadie sorprenderá. Fidel Castro y George Bush han dejado la suerte de
los cubanos en manos de Dios. El primero para justificar la potra que
nunca le abandonó. El segundo, para hacernos partícipes de su
impotencia. Ambos pierden el tiempo. A las víctimas de la tiranía les
consta que tanto el uno como el otro mienten. No fue Dios quien permitió
a Castro no pagar por cuarenta y ocho años de crímenes. Dios no está con
los tiranos. Está con los que para sentirse personas arriesgan su vida
luchando por la libertad. Dios no puso en manos del carcelero las llaves
de más de doscientas cárceles. Si todavía puede estrenar algún chándal
es gracias a los millones de progres liberticidas a los que resulta
indiferente el sufrimiento ajeno.
También miente el presidente de los Estados Unidos cuando trata de
justificar su impotencia. Ni él ni los que le precedieron al frente de
la nación que presume de ser la más poderosa del mundo dejaron otros
asuntos en manos de Dios. Sí el sufrimiento de los cubanos, por los que
nunca hicieron nada, por los que jamás harán nada mientras la tiranía
pueda impedir que miles de balseros alcancen en una semana las costas de
La Florida.
Quien no parece dispuesto a dejar sus problemas en manos de Dios es
Zapatero. El presidente por accidente nombró agregado policial de la
embajada de España en La Habana a un hombre de su absoluta confianza.
Vicente Cuesta Macho abandona la Comisaría especial de Presidencia del
Gobierno por los cerca de 12.000 euros mensuales que ganará en La Habana.
Tal vez algún día sepamos por qué Zapatero, con tal de colocar a un
propio en Cuba, no dudó en enfrentarse a los sindicatos policiales
anulando la candidatura de otros policías con más méritos que Cuesta
Macho. Quizás confíe en la experiencia y fidelidad de un íntimo amigo
para que únicamente a él informe de los datos que Castro guarda en su
mochila.
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