Wednesday, December 07, 2005

Respuesta a Pablo Moras. A proposito de Anarquismo, antiimperialismo, Cuba y Venezuela

Respuesta a Pablo Moras. A propósito de Anarquismo, antiimperialismo, Cuba y Venezuela

El imperialismo es una práctica de la cual nuestra historia está llena, tú bien lo sabes; en consecuencia, luchas antimperialistas ha habido siempre. Pero antimperialistas han sido también, a lo largo y ancho del mundo, las burguesías nacionales

Enviado el 5 de Deciembre de 2005 4:48:21 PM


Antimperialismo y dictadura (o café y anarquía)
Respuesta a Pablo Moras:
Por Canek Sánchez Guevara

El imperialismo es una práctica de la cual nuestra historia está llena, tú bien lo sabes; en consecuencia, luchas antimperialistas ha habido siempre. Pero antimperialistas han sido también, a lo largo y ancho del mundo, las burguesías nacionales, que prefieren explotar por sí mismas a sus clases trabajadoras y no que las explote una “potencia extranjera”. El antimperialismo ha servido también para justificar actitudes nuevamente imperialistas (el ejemplo más claro es el de Hitler, si no simplificamos la historia); y el antimperialismo de Fidel Castro, por ejemplo, no le impidió mandar tropas cubanas (es decir, al ejército oficial) a Angola y Etiopía. Tienes razón también cuando afirmas que los anarquistas debemos involucrarnos en toda lucha que valga la pena, conduzca o no de manera directa a la tan ansiada transformación radical del estado de las cosas y los individuos; en eso estamos de acuerdo. También estamos de acuerdo en que la de clases no es la única lucha que se sostiene (de hecho actualmente se sostienen más ese otro tipo de luchas que la de clases misma), pero también estamos de acuerdo en que el antimperialismo no es un fin en sí mismo (tú lo has dicho: “el antimperialismo... por sí sólo no amenaza la perpetuación del capitalismo”). Puesto que el antimperialismo no es el eje central de nuestra lucha sino una de sus tantas partes, no podemos utilizar el antimperialismo como rasero para medir la justeza de un régimen (¡mucho menos de un régimen!). Podemos y debemos simpatizar y colaborar con organizaciones que lo sean, pero no podemos justificar una dictadura por el simple hecho de que ésta se nombre antimperialista. No sólo no es ético, además es mezquino. Sí, hay algo muy mezquino en esa justificación de los ideales “revolucionarios” por encima de la realidad del pueblo. Realidad en la que la explotación no se ejerce en nombre del Capital, sino del “socialismo” —el ideal de libertad vuelto justificante de la opresión... cosas de la dialéctica.
Como cubano me halaga mucho esa imagen que tienes de nosotros en tanto pueblo culto, educado y saludable; desgraciadamente los servicios de salud, educación y cultura resienten también los efectos de la crisis del régimen cubano. Porque en la actualidad es eso: un régimen de crisis, en el que se agotaron hace mucho ideales y proyectos y ahora vive al día remendando con esparadrapo las grietas de su propia ineficacia. Cuba es una crisis en sí misma. De aquellos grandes servicios de salud, educación, cultura y deporte que algún día fueron su orgullo hoy sólo queda una ruina más o menos disfuncional. Repito, desgraciadamente. Por lo demás me parece de lo más falaz la comparación que haces entre la dictadura cubana y la chilena y la argentina. Desde sus mismos ideales son diferentes, así como diferentes fueron sus métodos de represión y control (como son diferentes también en las democracias burguesas o en las dictaduras islámicas). En Cuba lo que predominó fue el control absoluto sobre los individuos. Un control total puesto que el Estado controlaba todas y cada una de las actividades de la vida colectiva e individual. Además del control total de la educación y la cultura, y de los medios de comunicación impresos y electrónicos, además de los aparatos profesionales de represión (las diversas policías, el ejército, las milicias y demás)estaban las organizaciones “ciudadanas” de vigilancia y control. Tal estructura dota a estos individuos carentes de escrúpulos (una persona escrupulosa no se presta voluntariamente a ser policía) de un cierto podercito minúsculo en lo más bajo de esa verticalidad absoluta y que a la vez, puede ejercer con total arbitrariedad: sí, los peores chivatos siempre fueron los del vecindario. Todo esto fue tan efectivo que durante años resultó muy difícil para los cubanos entablar una conversación política ya no digamos crítica, sino poco complaciente con respecto al régimen. A eso se le llama miedo. El régimen de Fidel Castro instaló el miedo a la palabra en todos los cubanos —nos contagió su propio miedo. No es una herramienta de control desconocida para nadie. Todo gobierno la utiliza con mayor o menor eficacia; la diferencia, insisto, es que en Cuba Fidel (el Estado) lo controlaba todo. Por supuesto que allá todo el mundo habla mierda de Fidel, pero eso es una cosa, conspirar es otra. Sí, porque cualquier intento de asociación se juzga inmediatamente como conspiración y esto, comprenderás, ya es un asunto mayor. El miedo ha sido efectivo en Cuba, no podemos negarlo, pues aunque el fusilamiento y la prisión eran los métodos extremos contra el disidente había también otro no menos cruel: el ostracismo. Cuando se quería eliminar a alguien sin eliminarlo se recurría a eso. Se le “separaba” del trabajo o de la escuela, se le tachaba de enfermo social causando el distanciamiento de todo ser vivo, se le condenaba a no-ser en medio de esa sociedad comunal del nosotros totalizador. Morían de aislamiento. Ahora, si todo esto lo he escrito en pasado no es porque tales cosas ya no ocurran, sino porque el desmoronamiento general del Estado cubano lo imposibilita para ejercer la represión en su totalidad. En efecto, muchas cosas han cambiado en Cuba en lo últimos años pero no porque el socialismo haya avanzado, sino porque el capitalismo se ha hecho más fuerte en Cuba. Hoy en día hay más organizaciones opositoras dentro de Cuba de las que ha habido en los cuarenta años anteriores (de todo tipo, menos anarquistas, ciertamente). Y esto me lleva al siguiente punto:
Acusas al MLC (a nosotros, hablando en plata) de ser una patética minoría en Cuba, cuando unos párrafos antes citas a Malatesta afirmando que “los anarquistas no son más que una pequeñísima minoría de la sociedad”. En efecto, en Cuba hay anarquistas, lo que no hay es anarquismo. No es cierto eso que afirmas de en Cuba sólo se persigue a la gusanada imperialista, es una mentira, en Cuba se ha perseguido hasta a los marxistas, a los comunistas y a los socialistas. En Cuba se persigue a todo aquel que cuestiona abiertamente la verticalidad del Estado, con Fidel en lo más alto del tinglado. Y ese no es un reclamo exclusivo de la derecha, tengámoslo claro. Por otra parte, toda esa tontería que citas de los compas mexicanos es pura basura: ¿de qué autogestión del pueblo trabajador cubano hablan, si en Cuba, lo hemos dicho hasta el hartazgo, el control total de la producción, del mercado y de las fuerzas laborales está en manos del Estado? Si nosotros no estamos en Cuba es precisamente porque (en aquellos momentos al menos) no encontramos espacios para desarrollar iniciativas autogestivas, para difundir nuestras ideas, para organizarnos y manifestarnos. El hecho concreto es que ahora estamos fuera de Cuba y desde aquí tenemos que hacer llegar nuestras ideas a la Isla, establecer contactos y fortalecer un verdadero movimiento con una base social sólida (tienes razón, nuestro nombre es pretencioso y hasta arcaico, pero recuerda que el nombre tiene cuarenta años ya y que en aquellos tiempos ninguna organización utilizaba unas siglas que sonaban AKK, literalmente). Por lo pronto tenemos que enfrentarnos a una de las consecuencias primarias del “socialismo” cubano: que los cubanos de a pie ya no quieren saber nada que suene a “ismo” de izquierda. Términos como “socialismo”, “comunismo”, “revolución”, “poder popular”, “reforma agraria”, “sindicalismo” y tantas otras han perdido su valor semántico y hoy sólo significan “dictadura” para una buena porción de cubanos. En la escuela a todos se nos enseñó que los anarquistas eran más o menos como los comunistas pero en iluso, caótico, ineficaz y egoísta... Con tales antecedentes, nos preguntamos nosotros, cómo hacemos para difundir nuestras ideas sin sonar a “más de lo mismo”. Porque estamos concientes que somos una patética minoría (entre nosotros, de broma y con orgullo, nos llamamos “los cuatro gatos”); estamos concientes que un movimiento no se construye de la nada, y estamos concientes que la propaganda por sí sola no forja un movimiento, pero sabemos también que por ahora es lo que podemos hacer. Y que no coman mierda esos compas mexicanos de AKK, que en México hasta los perros hacen manifestaciones todos los días —no es sólo una metáfora, los policías se declaran en huelga y salen a manifestarse a la calle—: lo más normal en México es toparte con una manifestación o dos cada día. Bien, eso en Cuba es imposible. Sin embargo, y quiero dejar esto bien claro, no porque en México las libertades de expresión, asociación y manifestación hayan alcanzado los niveles que hoy tienen, no por eso, repito, me voy a poner yo a defender o a avalar al régimen mexicano.
Y aquí viene lo más patético de todo: ¿Qué hace un anarquista defendiendo una dictadura?, ¿qué hace un anarquista defendiendo a gobierno alguno, a cualquier verticalidad que se atraviesa en su camino? La obligación de todo anarquista es cuestionar el absoluto ahí donde se encuentre (y en este sentido valga una aclaración, nosotros no somos anarquistas cubanos exclusivamente, somos cubanos y somos anarquistas también, pero lo anarquista no queda nunca supeditado a nuestra especifidad nacional: nosotros somos anarcos en todos lados, y donde estamos nos involucramos en aquellos proyectos u organizaciones que nos parecen afines, que nos parecen justos): nosotros no limitamos nuestra anarquía a la cubanía. Sin embargo, a ustedes parece que lo anarquistas se les quita en cuanto se topan con Fidel o Chávez, y no entiendo por qué. Parece que se hicieran chiquitos ante tamañas figuras históricas y de pronto, lo subversivo se les evapora y lo ácrata pasa a segundo plano. Se les olvida lo que son, parece. No sólo se hacen de la vista gorda ante los excesos de la dictadura, además, se ponen de su lado y se comportan como sus policías, aquí entre nosotros, juzgándonos por delitos de lesa anarquía. Pero otra vez te doy la razón: sostenemos pequeñas luchas en diversos frentes, y la más importante de todas debe ser al interior mismo del anarquismo, para despojarlo de una vez de esos tintes autoritarios que aún se reproducen entre tantos ácratas (autoritarios porque se autoerigen como autoridades del anarquismo, y eso es caer muy bajo ya).
Volviendo al MLC: nosotros miramos al frente. Sabemos que la parte verdaderamente dura de nuestra lucha en Cuba no es ahora en pos de la caída de Fidel, será mañana en la reconstrucción de Cuba. Sabemos que cuando el Viejo muera no vamos a ser libres; nos habremos librado al fin de él (más bien, él nos habrá librado de su tediosa presencia) pero no entraremos de pronto en ningún sitio sagrado llamado Libertad. No, la reconstrucción de Cuba va a ser ardua; reconstrucción que deberá comenzar desde lo ideológico mismo. Por eso trabajamos desde ahora difundiendo nuestras ideas pero no con la idea de que éstas acabarán con el tirano, sino de que podrían servir de base para un futuro movimiento ácrata. Necesitamos establecer contacto con cuantos individuos en Cuba simpaticen con nuestras ideas y por eso, en lugar de atacarnos, sería conveniente más bien que nos presentaras a los anarquistas cubanos con los que has hablado para ver si juntos podemos comenzar a ser un poco menos minoría.
Por otra parte, aún si es cierto que Fidel Castro es antimperialista, también es cierto entonces que en Cuba, Fidel se comporta como un emperador. Nosotros no decimos que en Cuba (o en Venezuela) hay dictadura simple y llanamente porque el Estado no ha desaparecido —o porque se se nos hincharon las bases teóricas, como sugieres—; por el contrario, lo que ocurre en estos países es que el Estado se ha fortalecido desmedidamente, metiéndose en cosas que no son de su incumbencia —los asuntos privados de los individuos, por ejemplo, las ideas. No las llamamos dictaduras porque el proceso revolucionario sea lento, las llamamos así porque tal proceso más que revolucionario es involucionario. Si consideramos que la evolución política de las sociedades se mide por el grado de participación que los ciudadanos adquieren en éstas (la capacidad de decidir sobre los asuntos comunes), entonces sólo podemos hablar, en los casos cubano y venezolano, de involución pura y dura. Sin espacios de participación ciudadana no hay proceso democratizante posible, no hay horizontalidad, no hay espacios para la autogestión, no hay una posible crítica al poder porque el poder acapara para sí el derecho a la crítica. Esa “izquierda” en el poder está ya reproduciendo fielmente el papel de la derecha, que es preservar el status quo, el orden social, la verticalidad del sistema. Son unos conservadores. ¿Te parece que esas son actitudes muy antimperialistas?
Estados Unidos estableció, en otro de tantos arrebatos policiaco-mundialistas, un embargo económico contra Cuba que en la práctica lo que prohíbe es que las empresas norteamericanas hagan negocios con el gobierno de Fidel Castro. Fidel Castro, el antimperialista, por su parte ha insistido siempre en el fin del embargo para poder hacer negocios con las empresas del imperio que dice combatir (y, en las tesis antimperialistas que sostienes, ¿no son las empresas la punta de lanza del imperio?). No es el imperio quien quiere negociar con el régimen cubano, es Fidel quien quiere negociar con el imperio. Es el gobierno “antimperialista” cubano quien exige que se le permita negociar libremente con empresas imperialistas. El fin del embargo va a significar, por paradójico que te parezca, el fin de la autonomía económica cubana. El embargo es la puerta cerrada que aún mantiene al capitalismo salvaje fuera de Cuba, y es Fidel quien exige que acabe. Que el embargo es una medida típicamente imperialista nadie lo niega. En efecto, hay algo de antimperialista en exigirle a una nación que se meta en sus propios asuntos y que deje a las demás en paz; pero insisto, el fin del embargo significará el inicio (el reinicio en verdad) del poderío económico norteamericano en Cuba. Ahora, si me lo preguntas, yo soy partidario del fin del embargo, aún con las consecuencias que sé esto traerá. Pero no porque prefiera el capitalismo al socialismo, sino porque en Cuba lo que no hay, es precisamente socialismo. No hay libertad individual ni colectiva, los trabajadores no deciden un carajo en torno a su producción, no hay libertad de expresión, asociación o manifestación, no hay federalismo ni horizontalidad de tipo alguno, no hay elecciones directas, los sindicatos son mecanismos de control del Estado sobre los trabajadores, y toda forma de disidencia organizada es inmediatamente reprimida con fiereza; entonces, ¿qué socialismo?, eso es sólo barbarie. Y eso es lo que estás defendiendo. Los cubanos no son “socialistas” porque así lo quieran, sino porque así se les impone. La única verdadera lucha que sostienen los cubanos hoy día es la de la supervivencia cotidiana en una jungla capitalista bajo control absoluto del Estado. Que la salud y la educación gratuita, sí, es cierto, pero tampoco son exclusividades de los Estados socialistas, sino que existen en cualquier Estado moderno más o menos desarrollado.
En cuanto al anarquismo, lo repito, no hay razón alguna para que los anarquistas repartamos avales entre dictadores afines: no hay dictadura que sea afín a los ideales ácratas. No existe, ni existirá jamás. Tampoco existe entre nosotros un método único de lucha, una sola vía. La multiplicidad es parte fundamental del anarquismo, y sin tales diferencias el anarquismo sólo sería una parodia de sí mismo (como parodia del gran movimiento comunista decimonónico acabaron siendo los PCs del siglo XX). Así el anarquismo crece, y donde algunos ven división sólo hay en verdad diversidad. Y no veo por qué se le teme a eso. Desde mis viejos amigos anarcopunks de La Habana hasta un gerente de empresa con la biblioteca ácrata más impresionante que he visto, a lo largo del camino me he topado con la gente más bizarra que se reivindica anarquista. He conocido anarquistas involucrados en luchas ecologistas, feministas, obreras, agrarias, estudiantiles. He conocido ácratas trabajando en la academia, en el sindicato, en la oenegé e incluso, sí, en instituciones de éste o aquel gobierno, así como he conocido también a anarcos radicales de armas tomar sumamente desencantados con el pacifismo actual de todos los demás; y aunque los métodos y los medios de lucha eran tan distintos el uno del otro, todos estaban seguros de estar en lo correcto, de hacer lo que consideraban conveniente de acuerdo a sus circunstancias particulares y al momento “histórico” en cuestión; y pretender limitar eso decretando una suerte de formas de conducta es lo más fanático que se le pueda ocurrir a alguien. Aceptemos de una vez que todos los medios son buenos para diseminar los ideales ácratas (y ejercerlos, ahí donde estemos) y que además estamos en la obligación de hacerlo en la medida de nuestras posibilidades y en el terreno de nuestra competencia —porque supongo que no me vendrás tú con todo ese culto al sacrificio, tan “comunista” en verdad. Nosotros no queremos mártires ni los necesitamos, allá los cristianos con eso y con sus santos, y con su paraíso y con su infierno. Los anarquistas no necesitamos esas simplificaciones baratas de la realidad. Pero los anarquistas tampoco necesitamos un escalafón para que todos sepan qué tan anarquistas somos porque el anarquismo, se supone, es una entidad horizontal, por lo que no hay posibilidad alguna aquí de decidir quién es más que quién, como los compañeros de AKK proponen. Ni es el caso, me parece. Caer en la tontería de juzgar el “anarquismo” de un compañero me parece francamente leninista. Me parece lo más ajeno a nuestros ideales de libertad e igualdad que se pueda concebir. Me parece estúpido, además.
Por lo demás, si el compañero Frank Fernández es o no es un anarquista de café, francamente es algo que a mí no me incumbe —mucho menos siendo yo un simple anarco de bar.
A tu salud.

"...la libertad sin el socialismo es el privilegio, la injusticia;
y que el socialismo sin la libertad es la esclavitud y la brutalidad."
M. Bakunin, 1867
Movimiento Libertario Cubano (MLC)
http://www.movimientolibertariocubano.org

http://www.cubanuestra.nu/web/article.asp?artID=3031

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