Saturday, December 31, 2005

Un salto al vacio

Economía
Un salto al vacío
La Habana dice que la economía creció un 11,8% en 2005 y la CEPAL cuestiona las cifras. ¿Más males para el futuro?
Elías Amor Bravo, Valencia
miércoles 28 de diciembre de 2005

Económica para América Latina y el Caribe, CEPAL, acaba de publicar en diciembre su balance preliminar de las economías de la región; un documento que, como viene siendo habitual, realiza un análisis del estado y evolución de las principales magnitudes macroeconómicas de los países, y obtiene una serie de conclusiones con respecto a la eficacia de las políticas en acción.
En el caso de Cuba, dicho análisis se ha visto limitado a menudo por la escasez de datos estadísticos fiables que permitan realizar una valoración objetiva y comparable con el resto de la zona. Pero si a la calidad de las informaciones disponibles se añaden los numerosos capítulos económicos sobre los que La Habana no facilita información, siquiera mínima para realizar un simple contraste de tendencia, la situación no puede ser más desalentadora. Este año, además, la polémica se ha acrecentado tras la nota en la que la CEPAL explica por qué la cifra de crecimiento económico de 2005 estimada por las autoridades cubanas no puede incorporarse a su Informe.
Sostiene el régimen castrista que el crecimiento de la economía cubana en 2005 ha sido ¡del 11,8%! La CEPAL se mantiene al margen de esta cifra y señala textualmente: “Los datos sobre crecimiento del producto incluidos en esta nota son cifras proporcionadas por el gobierno de Cuba, que consideró para su cálculo, una elevada exportación de servicios sociales a varios países, en especial a la República Bolivariana de Venezuela. La CEPAL está evaluando este cálculo de acuerdo a la metodología empleada por las Naciones Unidas, proceso que todavía no ha concluido, por lo que la CEPAL todavía no cuenta con cifras propias. Además, Cuba ha comenzado a aplicar una nueva valoración de los servicios sociales, que también se está analizando” (página 179 del Informe citado).
Además de cuestionarlos, la CEPAL se opone a dar por válidos y oficiales los datos ofrecidos por el régimen. Al margen de consideraciones técnicas —que no son en absoluto irrelevantes—, se ha llegado a un punto sin retorno en relación con la economía cubana que no admite justificación alguna. Se trata de un grave escándalo que se venía fraguando y que supondrá daños mucho más serios de los que se admiten.
Los datos relativos a la economía de un país reflejan no sólo su situación en términos macroeconómicos, sino que definen el grado de adecuación de las políticas económicas a la estructura productiva; en definitiva, suponen un referente para los agentes económicos y sociales internacionales y para su toma de decisiones. Esa información —basada en metodologías concretas definidas a nivel internacional, desarrolladas por organismos especializados que cuentan con el apoyo de una mayoría de países— sirve para orientar la credibilidad internacional de las naciones y, por tanto, su posición en la economía mundial.
Cuando un gobierno —y en este caso el régimen castrista lo hace de forma deliberada—, no aplica los procedimientos establecidos por las organizaciones internacionales, no sólo está poniendo en duda su credibilidad, sino que deja en entredicho la labor de los profesionales de la economía que, en el caso de Cuba, desempeñan día a día sus tareas con no pocas dificultades.
En un mundo cada vez más globalizado e interdependiente, en el que las decisiones de los agentes económicos se tienen que basar en una información transparente y objetiva, emprender una vía en solitario, alejada de los procedimientos establecidos, supone cargar a la economía con elevados costes en términos de imagen y credibilidad internacional, además de sentar un mal precedente para el futuro.
Por ahora, las consecuencias no se han hecho esperar. La CEPAL ha hecho muy bien al no citar el dato ofrecido por el régimen cubano, y en señalar de forma expresa, con una nota al pie de página, la discrepancia con las cifras.
En este tramo final del castrismo se están adoptando decisiones graves y comprometedoras para el futuro del país, precisamente en un momento en que Cuba necesita integrarse en las corrientes internacionales de comercio y participar activamente en el desarrollo turístico del Caribe. Durante el año que ahora finaliza, las decisiones de limitar la actuación de las empresas, sobre todo las más pequeñas; la persecución a los profesionales por cuenta propia; y la progresiva centralización de la política monetaria, han venido creando un espacio para la incertidumbre que no alienta el entorno estable y adecuado que se necesita para el desarrollo de la actividad productiva. Jugar con los datos estadísticos es un salto al vacío. Por mucho que se analicen los datos y se intente dar una explicación a lo sucedido, el mal ya está hecho. Y la herida, por cierto, no va a cicatrizar fácilmente.
El crecimiento económico en Cuba en 2005
Cierto es que el régimen cubano ha obtenido beneficio de sus relaciones con Venezuela en términos de unas compras de crudo más barato. Cierto es que el castrismo ha enviado a Venezuela a profesionales de los servicios sociales (médicos, educadores, deportistas) que se configuran como ese nuevo aparato pseudoestatal que financia el gobierno de Caracas. Pero la posición crítica de CEPAL tiene que ver con dos aspectos que el régimen de Castro aplica en las estadísticas, sin tener en cuenta las convenciones y estándares internacionales.
En primer lugar, se hace referencia a un "nuevo sistema de valoración de los servicios sociales". En principio, esto no parece desacertado. Durante décadas, el régimen cubano entregó gratis, en aras de una solidaridad mal entendida, patentes de investigación, diseños biotecnológicos en la lucha contra plagas y enfermedades tropicales y otros avances conseguidos por los investigadores y tecnólogos de la Isla que posteriormente se aplicaban con éxito en la producción de caña de azúcar en Brasil o de plátanos en Honduras y El Salvador. Mientras existieron las subvenciones soviéticas, el impacto de estas decisiones no se cuestionó, puesto que los fondos para financiar la continuidad del proceso de investigación se encontraban garantizados. Con el período especial, sin embargo, la situación cambia.
El que ahora el régimen pretende fijar un precio a los servicios que presta (operaciones en los hospitales cubanos, tratamientos sanitarios, inventos y procesos tecnológicos, asesoramiento en sentido amplio) no es mala idea. Cuba, por su capital humano, podría ser una potencia en ingresos por servicios tecnológicos a nivel continental, pero las cosas deben hacerse bien, y las normas de contabilidad nacional para valorar estos servicios tienen unas reglas que se deben respetar.
En segundo lugar, estamos ante un problema de concepto. El destino del valor del trabajo de los profesionales cubanos en el exterior es la balanza de servicios, que es un concepto derivado de la balanza por cuenta corriente, nunca de la comercial. La balanza de servicios incorpora precisamente el saldo entre el ingreso por los factores en el exterior, y el pago por los servicios a factores extranjeros en suelo nacional. Dado que en Cuba este último concepto adquiere una cierta importancia, debido a las inversiones extranjeras y al modelo de relación del régimen cubano con las joint ventures, el saldo final debe ser estudiado con detalle, pues quizás no sea tan elevado como apuntan las autoridades.
Además, el tirón que las rentas de factores en el exterior tienen sobre la economía de un país se produce sólo de forma indirecta, a partir del efecto de las remesas enviadas a las familias. Si se tiene en cuenta que existen en Cuba múltiples controles monetarios para acceder al control de esos ingresos, que terminan destinándose a productos procedentes del exterior (como el trigo y la carne que se compra al contado a Estados Unidos, por ejemplo) la situación no admite dudas. El cálculo hecho por las autoridades cubanas debe revisarse a tenor de lo expuesto. El comercio se refiere al intercambio de productos, automóviles, petróleo, alimentos, etc, así como a conceptos relacionados con los servicios. Cada uno en su sitio correspondiente. No se pueden mezclar alegremente conceptos que tienen un tratamiento distinto. Cierto es que las exportaciones de mercancías suponen un fuerte tirón a la oferta nacional: el país es competitivo, sus productos son atractivos en los mercados mundiales y por ello tienen demanda. Pero no parece que este sea el caso de la economía cubana. Con la única excepción del turismo, cuyas entradas se sitúan en 2,3 millones de viajeros (un crecimiento modesto si se compara con otras zonas del Caribe) no parece que níquel, tabaco o azúcar (en reconversión) produzcan atractivo alguno en los mercados mundiales.
A tenor de estas consideraciones, habrá que revisar en profundidad esa tasa de crecimiento del 11,8% proporcionada por el régimen cubano para 2005. Ni se han producido cambios en la estructura productiva nacional que justifiquen el crecimiento, ni se puede aceptar que las rentas de los factores en el exterior se alineen con las exportaciones de bienes y servicios. En cualquier caso, los ingresos que obtiene Cuba con los servicios sociales en Venezuela se equilibran con las compras de crudo realizadas, y de esto no se habla en ningún sitio. Si se acepta que Cuba ha obtenido ingresos de enviar decenas de miles de profesionales a Venezuela, también hay que aceptar que las compras de crudo venezolano tienen su precio.
Por otra parte, tiempo habrá de profundizar con detalle en el Informe de CEPAL; lo cierto es que hay otros datos que son más preocupantes en el horizonte de la economía cubana (inflación, descontrol monetario, insuficiente producción eléctrica, escaso poder de compra de los salarios, estancamiento del turismo y de las exportaciones de níquel) y todos ellos no significan precisamente una mejora de las condiciones de vida de los cubanos.

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