Operación sin milagro
Marilyn Díaz Fernández
CAMAGÜEY, Cuba - Diciembre (www.cubanet.org) - Un auto patrullero con la torre encendida dejaba escuchar la voz amplificada de un agente que exigía a todos que se echaran a un lado. Lo seguía una moderna ambulancia con luces y sirena encendidas por la calle San Ramón, en la ciudad de Camagüey, que provocaba curiosidad.
Sobresaltada ante tanto estruendo, pregunté a la persona que más próxima se encontraba.
- ¿Qué sucede? ¿Se trata de un accidente?
- No, hija, no -me respondió-, es la Operación Milagro. Algún extranjero operado que se llevan ahí.
- ¡Ah! -exclamé. Y no pude articular otro sonido ante la respuesta.
En ese momento, ni remotamente podía imaginar que sólo unos días después la vida me pondría delante de Eliseo, un cubano de cuarenta y nueve años que, además de decirme que se considera una persona importante porque es un artista, con pesar y un poco de ira me narró la desventura que vive desde que fue operado en abril de este año, con el fin de liberarlo de las cataratas que amenazaba con dejarlo ciego del ojo derecho.
"La operación fue un rotundo fracaso", me dijo. "A pesar de que fui recomendado por un importante dirigente de Salud Pública en Camagüey, me dejaron restos, y para extraérmelos me pusieron catorce inyecciones dentro del ojo. Te imaginarás lo que soporté. Porque el equipo que hay aquí para este tipo de tratamiento estaba roto, y según me dijo la doctora lo tenían en Australia para arreglarlo. Ah, otra cosa, para operarme tuve que asegurar que tenía resueltos los medios que necesitaría durante el post operatorio".
Luego de cuatro meses, a Eliseo se le desprendió la retina en un noventa por ciento, como consecuencia del método que le aplicaron para la eliminarle los restos de la catarata. Sin remisión, y casi sin esperanzas tuvo que irse para La Habana por sus propios medios.
Llegó al hospital Pando Ferrer, Liga Contra la Ceguera, como se le conoce. "Allí fui atendido por un médico que me engañó, diciéndome que no había cama disponible para ingresarme", dijo Eliseo indignado.
Después de muchos sinsabores y peloteo, logró que lo ingresaran, y comprobó que casi todo el hospital estaba vacío. Una doctora le explicó que tendría que esperar a que "hubiera un huequito", porque allí existía un solo equipo para el tipo de intervención que él necesitaba.
Apenado por lo detallado y extenso del relato, me dijo, a modo de resumen: "En fin, gracias a Dios apareció el 'huequito' y fui intervenido nuevamente. Esta vez para tratar de salvar mi retina".
Antes de cumplir las veinticuatro horas de la operación, Eliseo estaba de alta en La Habana, buscando un carro para regresar a Camagüey por su cuenta. Por suerte lo acompañaban la esposa y la hermana.
La historia que me contó este cubano es mucho más larga. Sin embargo, mientras lo escuchaba atentamente y sin tomar nota para no impresionarlo negativamente, recordé la patrulla y la ambulancia por la calle San Ramón, los hoteles, los hospitales ocupados por extranjeros todo el tiempo que lo necesiten; los vehículos en que los trasladan de un lugar a otro. Y pensé en la falta que le está haciendo a los cubanos una Operación Milagro, y que se ponga en práctica eso que dicen por ahí: "Lo mío primero".
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