Monday, December 05, 2005

La corrupcion, un cancer en crecimiento (II y final)

CORRUPCION
La corrupción, un cáncer en crecimiento (II y final)

Oscar Espinosa Chepe

LA HABANA, Cuba - Diciembre (www.cubanet.org) - Alguien señaló hace mucho tiempo que ser radical es ir a la raíz de los problemas. En Cuba, para dar la batalla a la corrupción y el delito debe irse a la raíz, que está en un sistema que ha bloqueado las fuerzas productivas, frenado la iniciativa y la creatividad ciudadanos y promovido la miseria y la escasez. Al mismo tiempo, sistemáticamente ha hecho dependiente a la nación de la subvención extranjera, antes de la extinta Unión Soviética y países del Este de Europa, ahora de Venezuela y las remesas provenientes del "enemigo".

La solución nunca será hallada a través del incremento de la represión, la construcción de nuevas cárceles y el aumento de la ya impresionante población penal con personas muchas veces empujadas al delito por el desesperante clima social. Mucho menos darán resultado las medidas en marcha, dirigidas a recentralizar la economía, remonopolizar el comercio exterior y cerrar los pequeños espacios a la iniciativa individual.

Como en otras oportunidades, estos movimientos involutivos sólo traerán consigo dosis más elevadas de ineficiencia e improductividad que luego se traducirán en menos riquezas creadas, más precariedad, ingresos reales de la población disminuidos, desesperanza y frustración: caldo de cultivo propicio para el florecimiento de la corrupción y el delito. Combatir estos males con más totalitarismo es como querer sofocar un incendio con gasolina.

El camino acertado para comenzar la lucha contra la corrupción y el delito es el de la liberación de las fuerzas productivas, y la promoción del espíritu emprendedor del cubano en un marco legal adecuado, con normas éticas aceptables y el respeto a los derechos humanos consagrados universalmente.

La versión oficial de que la única opción al aberrante capitalismo de estado actuando durante tantos años en Cuba es un sistema neoliberal resulta un total absurdo. Para la inmensa mayoría de los cubanos, ambos modelos -el estatista y el neoliberal- son rechazables por su naturaleza antidemocrática, elitista y promotora de injustas diferencias sociales. El primero basándose en instrumentos ideológicos para conseguir sus fines de mantener el poder absoluto, y el otro en un ridículo darwinismo económico-social para los suyos.

Los cubanos, herederos de una rica tradición cristiana, patrimonio de creyentes y no creyentes, y de concepciones liberales promulgadoras de una democracia integral, donde además de la libertad política esté priorizada la justicia social y la solidaridad con oportunidades de desarrollo para todos los ciudadanos, sin discriminación de ningún tipo, no ven contradicción alguna entre la propiedad pública y la individual en un estado democrático y de derecho.

La experiencia de muchos países, en especial de algunos salidos de la extrema pobreza en los últimos decenios, indica que la combinación de la iniciativa pública y la privada ha dado resultados excelentes. Los casos de China y Vietnam muestran claramente lo anterior. La populosa nación asiática tuvo una tasa de crecimiento anual del PIB de 8.2% entre 1975 y 2003, siendo la tasa para el período 1990-2003 de 8.5%, según el Informe de Desarrollo Humano 2005 del PNUD. Los indicadores de la nación indochina para iguales etapas fueron de 5 y 5.9%, respectivamente. Impresionantes y sostenidos aumentos de la riqueza nacional logrados por la sabia coordinación de los diferentes intereses existentes en esos países, y el uso del mercado y la competencia como categorías económicas que, controladas debidamente, resultan magníficos instrumentos para la distribución de los recursos y el desarrollo de las naciones.

Los cubanos, con nuestras tradiciones occidentales y sin el lastre de milenios de despotismo, aspiramos lograr una rápida reconstrucción económica e importantes crecimientos del PIB, y también marchar hacia una sociedad democrática, en la cual esté vigente el respeto a los derechos humanos.

Esos objetivos únicamente podrán alcanzarse en un ambiente de reconciliación y concordia nacional, donde exista respeto a las concepciones distintas, y nadie tenga que renunciar a sus ideas. Esto demandará compromisos honorables, sin imposiciones ni apresuramientos. La gradualidad constituye un elemento imprescindible que garantiza avances constantes y evita los fracasos de la improvisación.

El crecimiento económico, aunque necesario, automáticamente no implica desarrollo y beneficio para la sociedad en su conjunto si se carece de adecuadas políticas de redistribución del ingreso que imposibiliten la creación de polos de pobreza y riqueza, promotores siempre de inestabilidad social. Cuba, atenazada por una crisis del sistema, necesita con urgencia nuevas relaciones de producción y la transición hacia una sociedad flexible e integradora de todos sus hijos.

A pesar de la significativa subvención venezolana, los efectos benéficos sobre la economía y el nivel de vida de la población no se perciben. Al contrario, sólo se aprecian continuos retrocesos, acelerados por medidas involucionistas.

En la educación, la salud y la seguridad social, áreas en las cuales existieron avances, se observa un acelerado proceso involutivo que amenaza con despedazar lo que con tantos esfuerzos logró edificar el pueblo.

Las exportaciones cubanas de bienes se redujeron al 23% del total del intercambio al cierre de septiembre pasado, según datos oficiales. Esto pudiera significar que al finalizar el año el porcentaje de las exportaciones en relación con el conjunto de las operaciones mercantiles sea de un 20%, de acuerdo con el comportamiento tradicional del comercio exterior de la Isla, o sea, que por cada dólar exportado se habrían gastado cuatro en productos comprados en el exterior, un estado de cosas únicamente sostenible, a duras penas, por la caridad extranjera.

Entre las compras cubanas están más de mil millones de dólares en alimentos -aproximadamente 500 millones al "enemigo"- incluidas partidas de azúcar provenientes de América del Sur. Un hecho insólito, cuando a simple vista puede constatarse que la mayoría de las tierras cultivables permanecen baldías y cada vez más cubiertas por el marabú y otras malezas. ¿Qué puede justificar esta situación de carencia de alimentos, cuando existe tanta tierra disponible para sustentar a los cubanos e incluso generar excedentes exportables? Podría entregarse a personas dispuestas a cultivarlas, en calidad de propiedad -incluidos militares, muchos de procedencia campesina- que debidamente estimuladas las pondrían a producir en su provecho y el de sus familias, pero también en el de toda la sociedad.

¿Por qué, ante el acuciante problema de la vivienda, uno de los más graves actualmente, no se flexibiliza la legislación vigente y se otorga la propiedad en términos reales a las personas que las habitan? Así, los inquilinos pudieran quitarse el cúmulo de disposiciones burocráticas que convierten en una tragedia reparar o ampliar una vivienda, alquilar algún espacio o habitación, permutar o vender según convenga. ¿Por qué no se deja a los particulares edificar sus propias casas o apartamentos, vendiéndoles los materiales y ofreciéndoles créditos a esos fines? Esas iniciativas pudieran complementarse con proyectos públicos o de cooperativas de ciudadanos agrupados voluntariamente para solucionar la carencia de viviendas, como normalmente se hace en el mundo entero.

¿Por qué a los cubanos no se les permite tener negocios, mientras a los extranjeros se les brindan oportunidades en casi todos los sectores de la economía? La iniciativa empresarial de los nacionales combinada con esfuerzos públicos, como ha ocurrido en China y Vietnam, daría enormes resultados al conjunto de la sociedad, tanto a las personas emprendedoras como al resto de la población, mediante el aumento de los ingresos al presupuesto por el pago de impuestos y otros gravámenes, sin desestimar las ventajas en la creación de nuevas fuentes de ocupación real y productiva de la fuerza de trabajo, hoy subutilizada en un alto grado.

Los compatriotas residentes en el exterior podrían sumarse a estas iniciativas, al igual que ha ocurrido en las mencionadas naciones asiáticas. Ellos pudieran aportar un significativo apoyo en la reconstrucción del país, no sólo con las potencialidades financieras logradas tras años de ardua y eficiente laborar en el exterior, sino también con los conocimientos sobre gestión de negocios en economías de mercado, materia poco dominada en Cuba por razones obvias.

Si a los cubanos se les permitiera trabajar y desplegar la creatividad y la iniciativa que los caracteriza, repetidamente probada en otras latitudes, la riqueza fluiría en la Isla, y con ella sería garantizado el sustento económico indispensable para el desarrollo de sistemas adecuados de educación, salud pública y seguridad social para todos los ciudadanos, hoy en plena involución a causa de la crisis.

Al sustituirse el sobredimensionado y burocrático Estado actual, que pretende abarcarlo todo y no controla nada, por un Estado moderno y democrático, centrado en cuestiones de real importancia nacional, y no en la pretensión de administrar barberías y chinchales, podrían crearse condiciones favorables para la eficiente administración de los recursos pertenecientes a la sociedad, evitándose la triste situación actual de desvío de recursos.

Con el desarrollo del país deberán mejorar paulatinamente los ingresos reales de los ciudadanos. El trabajo creador recuperaría la posición que nunca debió perder. La pirámide social, hoy invertida a favor de tramposos, cipayos y fariseos, recuperaría la posición que le corresponde, privilegiando a las personas más trabajadoras y capaces. El cubano con sus esfuerzos crearía los ingresos necesarios para tener una vida decente y digna junto a su familia, sin necesidad de corromperse, vender su conciencia ni cometer delitos.

Así es como pudiera combatirse eficazmente el cáncer que hoy, de manera creciente, corroe las entrañas de la nación.

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