Castro en concierto desata desconcierto
Rafael Ferro Salas, Abdala Press
PINAR DEL RIO, Cuba - Diciembre (www.cubanet.org) - Castro habló y literalmente tiró sobre los cubanos el clásico cubo de agua fría. Hasta hace unos días, las gentes estaban esperanzadas. Los cubanos se preparaban para celebrar -como nunca antes- un buen fin de año.
La posible bonanza venía por obra y gracia de un rumor. Cuando un rumor se repite puede convertirse en verdad. Por las calles de la isla se corrió una voz: para fin de año la canasta básica aumentaría de manera estrepitosa. Cada núcleo familiar iba a recibir un lote de alimentos jamás visto: Carne importada, dulces, arroz, frijoles, bebidas y todo eso a bajos precios. Oferta nunca soñada a lo largo de cuarenta y seis años de carencias alimentarias.
De mano en mano pasó una lista con los productos esperanzadores. Todo el mundo se alegró. Cómo no alegrarse, casi ningún hogar cubano tiene aseguradas las fiestas de Navidad, mucho menos las de final de año. Costumbres ancestrales que se fueron perdiendo - a la fuerza- desde enero del año cincuenta y nueve.
Los escépticos (siempre los hay), no daban brazo a torcer y sólo esperaban que las autoridades publicaran por decreto el listado con la relación de los alimentos deseados. Los esperanzados, comentaban en las calles la buena nueva:
Al parecer la cosa va a mejorar. Con esas latas tendremos comida para unos meses, decían unos. Cuando el hombre (Castro) hable, seguro que habrá más cosas buenas, comentaban los otros.
Y Castro habló. Conmemorando el aniversario 30 de la guerra de Angola - en la que se vieron involucrados los cubanos durante la década de los setenta a los ochenta- dio una panorámica sobre la participación de las tropas cubanas en el país africano. Después, siguiendo su acostumbrado método de oratoria, fue destapando la caja china y saltó a otros temas ajenos a la efeméride.
Entonces hizo mención a la famosa lista que de manera extra-oficial estaba circulando, y aseguró que era una "trampa" de alguien mal intencionado y que nada de eso era cierto. Incluso insinuó que la lista podía ser creación de la contrarrevolución (¡contrarrevolución, cuántos crímenes se cometen en tu nombre!). Así y todo, ironizó y hasta rió ante el auditorio selecto en el acto. Los pocos que vieron la intervención por la tele se encargaron de echar a volar el desmentido oficialista.
Volvió el desconcierto a los sin nada. Adiós Navidades; hasta más ver, Año Nuevo. Cada cual siguió su rutina de supervivencia. El onírico laterío nutricional se alzó en su burbuja, y perforado por el aguijón del desengaño estalló ante las caras escuálidas de los cubanos hambrientos.
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