¿Las empresas estatales son del pueblo?
En el socialismo, según Marx, la plusvalía no va a parar al bolsillo del
patrón, sino a las arcas del Estado
Martes, julio 11, 2017 | Luis Cino Álvarez
LA HABANA, Cuba.- A tono con las ilusiones despertadas en algunos
cándidos sesudos por la llamada "actualización del modelo económico", se
ha empezado a hablar de que sería más correcto llamar empresas públicas
a las empresas estatales, ya que en un país socialista como lo es Cuba
–o al menos eso es lo que sigue diciendo en el discurso oficial- se
supone que pertenezcan a todos los ciudadanos.
Hace dos años, en un artículo titulado "Cuba, donde los empleados
ningunean a los dueños", el periodista uruguayo Fernando Ravsberg
argumentaba sobre las empresas estatales: "Cuando decimos que son del
Estado, parece que el propietario fuera un ente difuso, etéreo,
representado por cualquier burócrata que tenga un carguito, un buró, una
secretaria y un carrito estatal".
Exactamente así es percibido el Estado por el cubano común.
¿Cómo los cubanos de a pie podríamos sentirnos como accionistas y
propietarios de las empresas estatales si los directivos empresariales,
que en buena ley (socialista, quiero decir) debieran estar al servicio
nuestro, se comportan y actúan como tiranos?
Se desternillarían de la risa los jefazos y los jefecillos que creen
tener a Dios cogido por la barba y a los trabajadores amarrados bien
corto de la pata de su buró, si les hablaran de ser elegidos por los
trabajadores y tener que rendirles cuenta de su gestión. Tanta risa como
la que le daría a los ministros y los miembros del Politburó la
posibilidad de ser cuestionados por algún diputado del sanedrín de
unánimes caniches amaestrados que llaman Asamblea Nacional del Poder
Popular.
Habría que ver las caras que pondrían el directivo y sus secuaces si
algún trabajador, atenido al marxismo que nos obligaron a aprender de
carretilla en aquellos infames manuales soviéticos, se para en una
reunión y les recuerda que las empresas estatales se financian con
dinero público, y que ese dinero sale del sudor de los trabajadores,
porque en el socialismo, según Marx, la plusvalía no va a parar al
bolsillo del patrón, sino a las arcas del Estado.
¿Y a nosotros qué nos importa ese teque?, responderían socarrones y
prepotentes los directivos de las empresas, aun de las mas
improductivas e ineficientes, pero que tienen más ínfulas y ambiciones
que si presidieran una transnacional, y los tiene sin cuidado Das
Kapital y todo lo demás que escribió Marx, si es que saben quién fue
Marx.
Y que ni se le vaya a ocurrir a algún periodista, por muy oficialista
que sea, ir a fisgonear en los predios de estos directivos, porque les
darán con la puerta en la nariz.
¿Quién convence a esos directivos de que solamente son servidores
públicos? ¿Es tan difícil como a los trabajadores, que no conocen la
puñetera diferencia entre una empresa pública y una estatal, hacerles
entender que si de veras hubiese socialismo en Cuba y no la triste y
chapucera caricatura que hay, ellos debían ser los accionistas y patrones?
Las empresas estatales, por ser supuestamente de todos, como dicen que
ocurre en el socialismo, a nadie le importan. Son como un perro
callejero, con demasiadas mataduras, pulgas, garrapatas y parásitos, al
que cualquiera le da un hueso o un trozo de pan, pero nadie se ocupa de
bañarlo. Pero cuando el perro empieza a engordar, enseguida aparece el
dueño.
Las empresas estatales son de un puñado de dirigentes y burócratas
corruptos y sus secuaces en la recholata. Ellos son los que dan la cara
por el Estado y hablan tronantes en nombre suyo. Y el Estado hace como
si con él no fuera, hasta que el robo supera el nivel permisible para
garantizar lealtades y se pasa de castaño oscuro. Entonces, ese Estado,
que hasta ese momento había sido una abstracción, deja de serlo para
convertirse en la implacable trinidad Estado-Partido-Gobierno que les
echa encima a los que "traicionaron la confianza de la revolución" a la
Contraloría General de la República y al Ministerio del Interior.
Pero el mal de la corrupción no tiene cura. Aun no se han llevado
esposados en el carro patrullero al directivo tronado y sus cómplices, y
ya están sacando cuentas los dirigentes que los sustituirán y afilándose
los dientes su nueva camada de compinches.
Y los trabajadores, que si dependieran solamente del salario misérrimo
que cobran se morirían de hambre, teniendo en cuenta que dice el refrán
que "quien roba a ladrón tiene cien años de perdón", seguirán robándole
al Estado todo lo que puedan. Que nunca será tanto como lo que se llevan
por camiones los dirigentes. Entonces, sin asquitos ni remordimientos,
olvidados de naderías tales como la diferencia entre la empresa pública
y la estatal: manos a la búsqueda proletaria. A robar se ha dicho… O
mejor, para que no suene tan feo: a luchar, a inventar, a resolver…
luicino2012@gmail.com
Source: ¿Las empresas estatales son del pueblo? CubanetCubanet -
https://www.cubanet.org/destacados/las-empresas-estatales-son-del-pueblo/
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