Wednesday, May 31, 2017

Continúa polémica en «Espacio Laical»

Continúa polémica en «Espacio Laical»
La publicación incluye dos nuevos textos y da por concluida la polémica
sobre la muerte de Jesús Menéndez
José Gabriel Barrenechea, Santa Clara | 31/05/2017 12:53 pm

En su primera edición de 2017 la revista Espacio Laical continúa la
polémica que, sobre la muerte de Jesús Menéndez, comenzara en su segundo
número del año pasado.
En su Carta Abierta a Newton Briones Montoto, el historiador inglés
Steve Cushion se concentra en presentar una minuciosa serie de sucesos
relacionados con la persecución de sindicalistas comunistas, o aliados
de estos, por parte de los grupos post-revolucionarios auténticos. Su
punto parece consistir en que es incorrecto e injusto presentar la
muerte de Menéndez como consecuencia de las históricas tendencias
violentas de los comunistas, ya que según demuestran los hechos en esta
historia, su historia, que al parecer comienza en junio de 1947, a los
comunistas solo les cupo desempeñar el papel de víctimas, nunca de
victimarios. Esto último, siempre según Cushion, a resultas de la
alineación de los gobiernos auténticos con el imperialismo americano y
su anticomunismo furibundo de la post guerra.
Esta conclusión, sin embargo, solo puede ser la de alguien muy ilustrado
en el panorama general de la época, pero no muy enterado del concreto
cubano de entonces. Alguien que conoce al dedillo el proceso de
ascensión y caída del movimiento sindical americano entre los 30 y los
50, y que intenta extrapolar de manera simplista ese conocimiento a la
Cuba contemporánea de ese fenómeno. Sin tener de la realidad nuestra más
que nociones elementalísimas.
Porque si bien es cierto que el sindicalismo comunista fue atacado con
saña por los grupos post-revolucionarios auténticos, lo evidente para
cualquiera con cierto conocimiento de nuestra historia es que en este
caso solo podemos hablar de un contraataque, una respuesta lógica en el
marco de la concepción violenta de nuestra política, en vigor antaño
como hogaño. No debe de olvidarse que los comunistas se habían opuesto
al Gobierno de los 100 días, y que posteriormente se habían alineado con
Batista, el archienemigo de los auténticos. Pero por sobre todo no deben
de olvidarse las tácticas cruentas que ese mismo movimiento comunista
usó para proteger el monopolio que sobre los sindicatos les entregó
Batista, o para asegurar la permanencia en el poder de ese funesto
personaje, que a la larga les aseguraba lo primero con sus bayonetas.
En cuanto al contexto anticomunista de la época solo cabe asignarle un
papel muy secundario en las luchas por el control sindical entre
auténticos y comunistas, sobre todo relacionado con la defensa de lo que
sucedía en Cuba ante las audiencias americanas, siempre tan interesadas
y enteradas de los asuntos cubanos. De hecho, cabe decir que más
importancia en la evolución de esas luchas la tuvo el anterior contexto
de acercamiento entre EEUU y la URSS, porque si el autenticismo y sus
aliados no emprendieron inmediatamente una ofensiva contra los
comunistas y su control sindical, tras su ascensión al poder en octubre
de 1944, se debió a los compromisos que en ese contexto internacional La
Habana necesariamente asumía con Washington, su principal aliado. Más
bien cabe decir que una vez rotos los lazos soviético-americanos, y con
las dos superpotencias en camino de la Guerra Fría, las luchas pudieron
tomar su tendencia natural autóctona.
A partir del discurso de Churchill en el Westmister College de Fulton,
los auténticos se descubrirían con las manos libres para hacer no lo que
les dictaba el imperialismo yanqui, sino lo que la memoria reciente de
la vida política les dictaba: vengar a sus no pocas víctimas de la
actividad del pistolerismo comunista.
Es por ello que en el segundo trabajo que en la presente edición Espacio
Laical publica de esta polémica, Newton Briones le pregunta a Cushion:
"¿cómo puede explicar las muertes en el acto del Principal de la Comedia
(1940) y el asesinato de Sandalio Junco (1942), durante el gobierno de
Fulgencio Batista, si la Guerra Fría no había comenzado (aún)?" En
Respuesta a una historia mal contada, el también autor de General
Regreso o Acción Directa le responde no solo a aquel historiador inglés,
sino también a Angelina Rojas, Vladimiro Roca y Pedro Antonio García, o
lo que es lo mismo, a todos aquellos que han publicado trabajos que
pretenden refutar el suyo.
Newton Briones comienza por advertir que, aunque en su trabajo original
se basó casi únicamente en el informe del cabo Chartrand, su personal
opinión acerca de lo sucedido aquel 22 de enero de 1948 no solo procede
de allí.
A lo largo de su réplica podremos leer toda una serie de documentos
relacionados con la causa 91 de la Audiencia de Oriente, entre ellos el
interesante informe del sub-inspector Pedro Touzet. En el mismo este
criminalista supone que el único orden posible de las heridas recibidas
por Jesús Menéndez comenzaría por la del lóbulo de la oreja derecha,
continuaría por la del brazo izquierdo, para culminar en la recibida en
la espalda. La última de las mencionadas le atravesó el corazón, así que
muy poco probablemente la víctima habría conseguido mantenerse en la
posición adecuada para recibir a posteriori las otras dos, sobre todo la
de la oreja. La cual solo se explicaría si Jesús Menéndez hubiera estado
de frente a Casillas en el momento del disparo que la produjo. Por
tanto, para Touzet es esta la primera, y consecuentemente Jesús Menéndez
se encontraba de frente a su supuesto agresor en el momento de comenzar
el tiroteo, lo que desbarata la versión de que le daba la espalda.
Debe señalarse que ese orden corresponde más o menos con los movimientos
que debería seguir todo aquel que recibe un balazo en el lóbulo derecho
de la oreja: por un movimiento instintivo se tendería a encoger la
cabeza sobre el hombro correspondiente a la vez que se gira en esa
dirección, exponiendo de paso la región lumbar izquierda.
Newton Briones señala también el significativo hecho de que, durante el
gobierno revolucionario, para el cual la única versión admisible ha sido
la de que a Jesús Menéndez el capitán Casillas lo mató por la espalda,
se le practicaran otras dos autopsias al cadáver del líder sindical: el
18 de enero de 1962, y el 18 de agosto de 1973. No deja tampoco de
destacar el cambio en sus declaraciones, tras 1959, del doctor que le
practicó la autopsia inicial, y del soldado herido en la trifulca. Algo
muy de acentuar, si tenemos en cuenta que sostener en ese momento lo
contrario habría sido toda una temeridad, al menos en el caso del
soldado, al cual se lo podría haber encauzado con suma facilidad bajo un
régimen en que, a diferencia del de los cuarenta, no existía, ni existe
aún, la clásica separación de poderes que sí establecía la Constitución
de 1940, por entonces en vigor.
Otros argumentos de Newton, como el de la actitud de la dirigencia
comunista al enterarse casi de inmediato de la muerte de Menéndez, nos
parecen mucho más flojos: su apresuramiento en acusar sin tener pruebas
era una tendencia natural de los mismos, evidente para todo aquel que
haya leído más de un número de su órgano de prensa, Noticias de Hoy. Por
lo que resulta imposible de definir si su actitud desde la misma noche
del hecho se explica en esa tendencia, o fue el resultado de cálculos
premeditados.
No ya tan flojas nos parecen las revelaciones que hace un individuo tan
bien situado para observar la historia de su país, y con una
incuestionable disposición para buscar la historia viva, como es el caso
de Newton Briones Montoto: la de la presencia del comunista venezolano
Eloy Torres en el lugar de los hechos, y la versión contraria a la
oficial que le narrara el hijo de este, diplomático chavista, en
agradecimiento por dedicarle un libro suyo sobre Guiteras; y la de la
seguridad con que Emilio Aragonés, entre su círculo íntimo, establecía
la versión del comienzo de la balacera por Menéndez.
Ciertamente estas dos revelaciones no pueden ser tomadas como
concluyentes ni mucho menos, pero sí sirven para contrastar todas esas
otras que los sostenedores de la versión del asesinato han publicado por
docenas, sin ningún otro criterio de veracidad que el pretendido
prestigio de quien la hizo o quien la recogió: desde aquella en que
Enrique de la Osa, en su trabajo para la sección En Cuba de la revista
Bohemia, daba oídos a todo lo que le susurraran en las orejas sobre
Casillas, entre otras su supuesta participación en la muerte del
millonario Madrazo, pero sin conocer a derechas los apellidos del mismo
("Joaquín Casillas Dupuy", salió impreso en la edición del 1º de febrero
de 1948), hasta esa fantasiosa publicada originalmente por Hoy, puesta
ahora de nuevo en circulación por la señora Angelina Rojas en su
artículo de Trabajadores, sobre una conversación telefónica entre
Casillas y el oficial investigador del caso, interceptada por no se sabe
quién, porque ni en la república existían recursos para ello, y el
oficial del KGB más cercano se encontraba en Ciudad México.
Newton termina su trabajo contándonos la verdadera historia de la muerte
de Joaquín Casillas Lumpuy, que él obtuvo de mano de quién lo mató, y
señalando que el verdadero misterio en la muerte de Menéndez no está
tanto en las circunstancias en que aconteció esta, sino en las razones
que llevaron al partido comunista a enviarlo a una muerte segura. Para
él, el intento de provocar una huelga general en el sector azucarero que
obligara a los auténticos a aceptar su inclusión en la coalición gobernante.
Dos interesantes trabajos con los que Espacio Laical declara concluida
esa polémica, al menos desde sus páginas.

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