Wednesday, September 21, 2016

Una telenovela salada

Una telenovela salada
La mayoría de los cubanos siguen negados al revolcón en la fea vida real
Martes, septiembre 20, 2016 | Luis Cino Álvarez

LA HABANA, Cuba.- La sal del paraíso, la telenovela de Joel Infante que
recientemente terminó en Cuba Visión, estuvo salada. Y no fue solo por
el título. Es que mostró demasiada salación, más de la que podemos
soportar los cubanos, luego de la brega diaria, también por la TV y a la
hora de la telenovela, que se supone, aun la de factura nacional, que
sea para desconectar. Porque es así. Olvídese de los que se quejan de
que las telenovelas cubanas no reflejan la realidad nacional, los
problemas de la gente de ahora mismo. Cuando en alguna lo intentan,
siquiera tímidamente, hasta donde se puede y los dejan, como hizo hace
años Rudy Mora, los televidentes ponen el grito en el cielo. O apagan el
televisor. Especialmente ahora, cuando hay seriales norteamericanos por
Multivisión. Además, cuando muchos disponen de los programas del
"paquete", una alternativa con la que ni se soñaba en los tiempos de los
muy politizados e idílicamente revolucionarios novelones de Maité Vera,
como El viejo espigón.

Se las trae, que luego de pasar el día enfrascado en buscarse unos pesos
para ver qué pone en la mesa, de la lucha con las guaguas, de cargar
cubos de agua porque no se sabe si mañana vendrá a la tubería, como
corresponde, de disuadir a nuestros hijos para que no se encaramen en
una balsa y se tiren al mar, de soportar la bulla de los vecinos con el
reguetón, de que nos digan en el noticiero de los sobrecumplimientos en
la producción de casi todo y de cómo la economía crece y el país enrumba
hacia el desarrollo y el socialismo sostenible y próspero, gracias a los
Lineamientos, uno ponga la telenovela y tenga que enfrentarse a los
problemas de una muchacha que luego que su madre se suicida tirándose
debajo de las ruedas de una guagua, se enfermó de los nervios, la preñó
un delincuente, la viola su cuñado, y encima de eso, su hermana la bota
de la casa porque considera que le quiere quitar el marido.

A eso agréguele, entre otras subtramas, un puñado de delincuentes que lo
menos malo que hacen, cuando no les da por robar o tirotearse entre
ellos, es apostar en peleas de perros donde luego rematan a los animales
que quedan muy maltrechos, un periodista radial que se niega a aceptar
que su hija es autista, una enana que ansía tener un hijo, aun a riesgo
de morir en el parto, una anciana que no sabe cómo resolver los
problemas creados por sus infidelidades conyugales del pasado, un
adivino viudo que no sabe qué hacer con su vida, un matrimonio abierto
que agotó sus posibilidades, una inescrupulosa y adinerada villana
todoterreno que se hacía llamar La Mariscal, y frustrados, perdedores a
tiempo completo y sin soluciones a la vista, y corruptos, muchos corruptos…

Y todo eso ambientado en los agromercados de pillos y tunantes, las
empresas del desfalco, las emisoras radiales de la zancadilla, las
vallas de perros, los burles, la selva habanera donde vale todo…

A muchos no les gustó La sal del paraíso. Les deprimió. Demasiada sal.
Demasiadas familias infelices. Demasiadas historias tristes. Demasiadas
gentes de las diferentes. No importa si en esta ocasión no hubo gays en
la telenovela: a cambio hubo una enana, una autista y un tipo con
poderes adivinatorios. Y matones, estafadores, impostores, putas, malos
padres, promiscuos, amorales, ladrones de cuello blanco, chiquillos
descarriados, muertos oscuros.

A pesar del desparpajo y el despelote de los últimos veintitantos años,
la mayoría de los cubanos siguen negados al revolcón en la fea vida
real, apegados a la rutina de cartón y la mojigatería de palo a la que
nos acostumbraron nuestros muy monótonos domadores. Se niegan a aceptar
que hay de eso y mucho más y peor, justo delante de nuestras narices.
OK, dirán, pero no en la TV, y menos en la telenovela cubana. Por eso
prefieren los culebrones brasileños de O Globo, como La esclava Isaura,
El rey del ganado, o el que pasan ahora, Imperio, con las patrañas y
enredos de Doña Cora y el comendador José Alfredo Medeiros y sus
herederos. Por eso, añoran aquellos culebrones cubanos de hace 30 años
como Sol de batey y Tierra brava. Por eso quieren telenovelas del patio
que se parezcan a la vida de los cubanos, pero no tanto…

Parece que tampoco gustó La sal del paraíso a los decisores de la
programación televisiva. Y no sería por las inconsistencias
dramatúrgicas y las veces que el guion se quedaba por debajo de las
actuaciones, que en otros casos ha sido peor y no ha pasado nada.
Tampoco debe haber sido por el rating, porque ¿qué sería entonces de la
Mesa Redonda? Pero por algo sería que a La sal del paraíso la cambiaron
de horario, más de una hora más tarde, pasadas las 10 y 30, y la
hicieron ir a marcha forzada, dos capítulos el martes y tres el jueves,
hasta llegar al último, en que hubo muertos, heridos y muchos presos.
Parece que fue para que la telenovela se acabara más pronto y salir de
ella. Y menos mal que no fue retirada del aire, porque si no estuvieron
tentados, poco faltó…

¡Y todavía hay quien aspira a que un día alguien se embulle y adapte
para la TV alguno de los relatos de Pedro Juan Gutiérrez!

luicino2012@gmail.com

Source: Una telenovela salada | Cubanet -
https://www.cubanet.org/opiniones/una-telenovela-salada/

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