Generación 24: Alevines del audiovisual
AZUCENA PLASENCIA | La Habana | 28 Jul 2015 - 9:06 am.
Se presentan en la sala 23 y 12 las doce tesis de los recién graduados
de la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños.
La graduación vigésimo cuarta de la Escuela Internacional de Cine de San
Antonio de los Baños, primeros graduados en TV —producción, dirección y
edición— además de los clásicos conocimientos en cine y vídeo,
presentaba en público —sala 23 y 12— sus doce tesis de graduación en
documental y ficción. En un evento de casi seis horas de duración, los
estudiantes y graduados permanecían chachareando en el lobby del cine,
socializando experiencias, compartiendo, los extranjeros, sus últimas
horas en la Isla, pues pronto han de partir a sus respectivos países y
lo que se proyectaba en la sala ya lo tenían ¡revisto y discutido!, en
encuentros de asesoría y seminarios ad hoc.
En la sala, pues, permanecerían fieles en sus butacas los profesores,
empleados de la EICTV y espectadores curiosos e impredecibles.
Cubanos y extranjeros se empeñaban con temas de la actualidad del
archipiélago: emigración, crónicas de vidas y costumbres, historias
singulares de familias en las serranías, retratos de personas y
personajes de la llamada tercera edad y conflictos de abandono filial.
Así, debutaban en ficción Rubén Rojas, de México, con Polsky; Laura
Plazas, de Colombia, con Madriguera; Joanna Vidal, cubana, con El
caparazón, el español Javier Ferreiro con Alfa, la también cubana
Maryulis Alfonso, con Sirenas, y el dominicano Andrés Farías, con Tiznao.
En documental, La bendita manía de contar, del colombiano Emanuel
Giraldo; Cocodrilo, de Pigi Capoluongo, Italia; La carga, de Víctor
Alexis, Cuba; Iceberg, de Juliana Gómez, de Venezuela; A poquito es
noche, de Paula Andrea Murcia, Colombia; y Nada ni nadie, de la iraní
Roya Eshraghi.
Sobresalían, en ficción, El caparazón, con la excelencia actoral de
Coralita Veloz. Historia sencilla, llevada de manera lineal y ligera,
tragicomedia de amores lejanos, afectos y apariencias que dice mucho del
ser cubano de hoy.
También Sirenas, de la experimentada Maryulis Alfonso, veterana de las
muestras de nuevos realizadores y heredera de su impronta de trabajar en
los márgenes, efectista y escéptica, casi perfecta en la dirección de
actores, sólido guion y atmósfera de tensa sospecha.
El mundo gay, el del espectáculo, cine porno y cabaret es abordado por
Alfa y Tiznao. Alfa tiene a su haber el ritmo de la edición y la regia
actuación del protagonista (Andrés H.) en su rol de Alfa Méndez, actor
de cine porno. El director registra con claridad, sin obscenidades, una
actividad cinematográfica considerada ilegal y de bajo nivel artístico.
La bendita manía de contar, del colombiano Giraldo, documental muy
brechtiano e interesante en su "puesta en escena", de evidente intención
antropológica, sociológica, viene matizada por el deseo de realización
artística. Aquí se trata de salvar el principio de realidad, cuando
inmersos en el bombardeo neurótico de imágenes, digitales y no, las
personas responden a la premisa de qué historia de sus vida les gustaría
ver en una película.
La carga, del cubano Víctor Alexis, logra captar la atmósfera vital de
estos obreros obligados al ocio y a la convivencia en los ferrocarriles,
víctimas de la burocracia y la desorganización laboral. Acertada
fotografía en blanco y negro, efectiva en la iluminación de la grisura
de estas vidas.
Nada ni nadie, de Roya Eshraghi, es un sutil ensayo sobre la memoria y
la desmemoria, realizado con gran economía de medios y recursos
expresivos de gran efecto, como las manchas de tinta, y registros
documentales —grabaciones de voz, videos—, resulta un ejercicio de
notable maestría, intimista y conceptual. Todo el cortometraje está
recorrido por una línea soñadora, de exquisita delicadeza ante los
límites de la memoria, su posible pérdida. Va de lo muy personal
—recuerdos y añoranzas familiares, al enlace ingrávido, presencia y
ausencia.
Documentales hay en el límite del género, clasificando como reportajes
—Iceberg, Cocodrilo y A poquito es noche—. Iceberg recuerda La marea
(2009), de Armando Capó: igual escenario, la bahía de Santiago de Cuba y
personajes singulares, mientras A poquito es noche, parece continuar la
historia de Cuatro hermanas, rodada también en la Sierra Maestra con la
colaboración de TV Serrana.
Como el cambio es una cuestión permanente, y no de un momento o de unos
pocos iluminados, demos la bienvenida a los nuevos directores que ya se
enfrentan a un público desprevenido y ocupado.
Source: Generación 24: Alevines del audiovisual | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cultura/1438029342_15974.html
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