Las familias cautivas, los pueblos cautivos, una patria cautiva
Nunca más los cubanos fuimos familia después de la revolución. Y esto es
algo que histórica y antropológicamente habrá que agradecerle a la
tiranía de 55 años: nos hizo radicalmente libres.
Orlando Luis Pardo Lazo
noviembre 08, 2014
En Cuba nunca terminaremos de dar testimonio. Y para cuando consigamos
dar el testimonio que debe ser dado, entonces ya no seremos capaces ni
de leerlo. Por su extensión y por su intensidad. Porque no existe el
olvido y es mejor no darse cuenta de lo que nos pasó. Es decir, porque
merecemos vivir de nuevo sin haber vivido lo que se vivió.
Parece un trabalenguas, pero no. Es un traba-almas.
La Revolución cubana comenzó así: cautivando personas, en el mejor
sentido de la palabra (hacerlas cautivas). Tanto en la guerrilla guajira
de la Sierra Maestra como en la lucha terrorista de la clandestinidad
urbana, los revolucionarios tomaban cautivos. En ocasiones, para
impactar en la opinión pública. En ocasiones, como rehenes de un boicot.
En ocasiones, para ejecutarlos. (El primer secuestro mundial de un avión
fue idea de Fidel Castro y concluyó en holocausto).
Cautivar y hacer cautiva a la gente es más que comprensible, por
supuesto. De lo contrario, los revolucionarios no tendrían contenido de
guerra, así en la montaña como en el llano. Toda revolución es eso: una
violencia contra la vagancia del otro. El totalitarismo es eminentemente
una reacción contra el tedio terrible de la libertad. Nadie merece ser
forzado a dejar de ser un esclavo.
Cautivas las personas, la revolución fue entonces a por sus familias.
Familias divididas de por vida. Venganzas interfamiliares por resolución
ministerial. Padres presos, hijos en el paredón, delaciones domésticas,
madres implorando misericordia mientras eran burladas por la mentira
oficial o por una broma macabra del Che Guevara en la Fortaleza de la
Cabaña.
Nunca más los cubanos fuimos familia después de la revolución. Y esto es
algo que histórica y antropológicamente habrá que agradecerle a la
tiranía de 55 años: nos hizo radicalmente libres. Ahora estamos solos
frente a la muerte y ante la carencia o la plenitud de dios. Despertamos
de nuestra bobería de pueblo provinciano gracias a la barbarie despótica
de Castro y su voluntad tanática, que comenzó alrededor de 1948, una
década antes de que el castrismo en entronizara como revolución.
Cautivas las familias, fueron entonces a por los pueblos. Incontables
bohíos y bateyes, aldeas y pueblecitos, ciudades contrarrevolucionarias
en ciernes, más un extremista etcétera: las tropas de choque del
fascismo en clave de fidelismo arrasaron con poblaciones enteras de Cuba
y se las llevaron hasta las provincias más distantes. En ocasiones, los
convoyes se cruzaban en la carretera: camiones, rastras, caravanas de
caminantes a punta de bayoneta. Niños, mujeres y ancianos, la mayoría.
Los hombres adultos estaban muertos o enclaustrados con condenas
coincidentemente de 30 años. Nuestra isla tiene muchas Lídices y
Guernicas, ciudades calcinadas por el odio ideológico, pero sin el
prestigio de los gurús de ese invento de izquierda que es la academia y
el mercado mundial.
Cautivos los pueblos, no nos quedó ya país. Lo cual también es una
enseñanza agradecible. De pronto somos una diáspora sin patria
prometible. Reciclamos la retórica del regreso, pero esos ataquitos de
Ítaca son solo la resaca de alguna mala noche donde la memoria nos mata.
Porque lo cierto es que ningún cubano libre va a volver al territorio de
lo tétrico. Nuestra geografía es ante todo, grosería. No tenemos
contemporáneos. El legado lindo del castrismo será ese: que nunca nos
cautive de nuevo otro cubano.
Cubansummatum est.
Esta columna del escritor Orlando Luis Pardo Lazo fue publicada
originalmente en El Nacional.
Source: Las familias cautivas, los pueblos cautivos, una patria cautiva
-
http://www.martinoticias.com/content/las-familias-cauivas-los-pueblos-cautivos-una-patria-cautiva/79295.html
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