Asesino en Nueva York, héroe en La Habana
Mucho antes de la Red Avispa, el régimen liberó a 45 americanos a cambio
de Francisco Molina, preso en EE.UU. por el asesinato de una niña
jueves, noviembre 6, 2014 | Luis Cino Álvarez
LA HABANA, Cuba. – El Departamento de Estados de EE UU rechazó la
sugerencia del diario New York Times de cambiar a los miembros de la Red
Avispa, aun prisioneros, por Alan Gross, bajo el siguiente argumento:
¨Gross es un trabajador de desarrollo y los cubanos son agentes de
inteligencia".
Más de tres décadas antes del sonado caso de la Red Avispa, el gobierno
castrista orquestó otra estrepitosa campaña por la liberación de un
cubano preso en los Estados Unidos: Francisco Molina del Río. "Libertad
para Molina" era la consigna que se repetía insistentemente. No se sabía
a ciencia cierta quién era Molina, cómo había ido a parar a New York y
por qué, si tanto amaba a la revolución, no había regresado a Cuba
después de enero de 1959.
La versión oficial aseguraba que Molina era víctima de "una maquinación
del imperialismo norteamericano contra la revolución cubana". No se
necesitaban más explicaciones. Sólo había que repetir la consigna:
"Libertad para Molina"
El 22 de septiembre de 1960, una reyerta entre exilados cubanos y
simpatizantes del régimen Fidel Castro en el restaurante neoyorquino "El
Prado", dejó el saldo de una víctima mortal y dos heridos.
La muerta era una niña venezolana de 9 años.
Nunca quedó suficientemente aclarado el trágico incidente. El gobierno
cubano culpó del hecho a "gusanos pagados por la CIA". Por su parte,
muchos mal pensados sospechaban que "los simpatizantes de la revolución"
eran más bien agentes del G-2 infiltrados en los Estados Unidos.
Uno de esos simpatizantes –o agentes- era Francisco Molina del Río. La
policía neoyorquina lo acusó de ser el autor de los disparos. Había
testigos de los sucesos que afirmaban haberlo visto disparar el arma. Lo
identificaban fácilmente: a Molina le faltaba una mano.
El gobierno cubano alegó que en el proceso declararon testigos falsos y
que existieron arreglos con el fiscal. El abogado defensor, Samuel
Neuburger no pudo probarlo. Por cierto, nunca se supo quién pagó los
cuantiosos honorarios de Mr. Neuburger.
El 29 de junio de 1961, Molina fue condenado a un mínimo de 20 años de
prisión, que amenazaban convertirse en cadena perpetua.
Inmediatamente, un Comité Pro Libertad para Francisco Molina organizó
una ruidosa campaña internacional. Pero las gestiones más importantes
para su liberación se movieron por debajo del tapete.
Molina llevaba más de dos años preso en Estados Unidos, sin apelar la
sentencia y con la condena en suspenso, cuando el gobierno cubano
inesperadamente otorgó clemencia a 24 ciudadanos norteamericanos que
estaban encarcelados en Cuba.
El abogado norteamericano James Donovan, experto en tratos secretos con
el régimen cubano desde el caso de los prisioneros de la Brigada 2506,
voló a La Habana y gestionó el canje de Molina.
Los 24 norteamericanos, acompañados por Donovan, viajaron a Miami en un
avión fletado por la Cruz Roja.
Molina regresó a La Habana el 23 de abril de 1963. Lo recibieron como un
héroe. Más allá de expresar su agradecimiento a la revolución, apenas
hizo declaraciones. No porque estuviera muy emocionado -que lo estaba-
sino porque no lo dejaron hablar mucho. Se lo llevaron a la carrera, con
rumbo desconocido. Luego, no se supo más de él.
La niña muerta en el tiroteo era un hecho embarazoso que convenía
olvidar pronto. El muñón de Molina y su cara de crimen no resultaban
fotogénicos para una revolución que vivía sus años dorados y a la que
por entonces le sobraban héroes. Ya Molina había cumplido su rol. Había
que ocuparse de otras historias e inventar otras consignas…
luicino2012@gmail.com
Source: Asesino en Nueva York, héroe en La Habana | Cubanet -
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