Tuesday, June 03, 2014

Quién escribe la historia

¿Quién escribe la historia?
MIRIAM CELAYA, La Habana | Junio 02, 2014

Nadie hubiese anticipado poco tiempo atrás que las fórmulas para definir
la realidad cubana se transformarían tan radicalmente. En el último
lustro hemos estado asistiendo a la gradual extinción de frases y
vocablos que constituyeron parte indispensable del argot oficialista, y
al surgimiento de otras, que habían sido demonizadas, por considerarse
rezagos de un pasado burgués oprobioso del que nos había salvado la
revolución de 1959.

El habla está anticipando un escenario que se avizora muy diferente al
de los últimos 50 años. Ya resulta poco frecuente escuchar entre
nosotros el apelativo de "compañero", en tanto en los medios oficiales
escasean las frases "intransigencia revolucionaria", "emulación
socialista", "trabajo voluntario", "colectivo vanguardia", "estímulos
morales" y otras, propias del viejo dialecto ineludible del período
sovieto-marxista.

Así, los cubanos hemos vuelto a ser "señor" y "señora", y también hemos
dejado de ser "usuarios" o "consumidores", para transformarnos en
"clientes". No es lo mismo, ni es igual. Es cuestión de categorías
basadas en el nivel de acceso al consumo. Por ejemplo, quienes acuden a
un comercio en moneda nacional, de esos que venden los productos de las
llamadas "industrias locales", siguen siendo "consumidores". No así los
que compran en las tiendas de recaudación de divisas: estos son "clientes".

También son clientes para la empresa telefónica los cubanos que se abren
una cuenta de telefonía celular; y lo son aquellos que se pueden
permitir unos días de vacaciones en las modalidades de todo incluido de
algún balneario. Vale aclarar que tampoco es lo mismo un cliente cubano
que uno extranjero, que a fin de cuentas la prosperidad aquí siempre
viene "de afuera". No por gusto solo son los extranjeros o los cubanos
residentes en el exterior quienes tienen el legítimo derecho de invertir
en la Isla.

Todo esto explica la extinción del "compañero" entre los cubanos con
mayor poder adquisitivo, y por extensión, entre los que sueñan con tener
ese nivel. Ahora ser "compañero" significa pertenecer a lo más bajo de
la escala social, o –para definirlo por el habla popular, esa que nunca
muere– estar "estrallao". Los compañeros están pasados de moda.

A la vez, en la prensa oficial se han hecho habituales los términos
"inversionistas", "capitales extranjeros", "rentabilidad",
"competencia", "estrategias económicas", "autonomía empresarial",
"comercio", "cultura tributaria", "garantías jurídicas para las
inversiones", etc., que acusan la gestación de un paradigma
diametralmente opuesto al viejo discurso revolucionario.

Tampoco hay que creer que se han abandonado del todo los eufemismos.
Para las autoridades cubanas no existe en la Isla el sector privado,
sino "formas no estatales de empleo", y tampoco hay empresarios nativos,
sino "trabajadores por cuenta propia".

Pero no solo desde el poder político cubano se está transformando el
discurso. Ahora que los intereses de la castrocracia excomunista
coinciden graciosamente con los del capital foráneo, se están
verificando cambios también en el discurso y en las actitudes de ciertos
empresarios cubano-americanos, así como en sectores de la
intelectualidad y de la política estadounidense.

Ellos no se limitan a la renovación del vocabulario, sino que van más
lejos al interpretar las llamadas reformas raulistas como el motor
impulsor de "cambios significativos" que están dando lugar al
"desarrollo del potencial empresarial" de los "ciudadanos" cubanos, en
virtud de lo cual en este momento existe "medio millón de empresarios"
en la Isla, que son los "emprendedores", el "catalizador democrático"
que permitirá "el empoderamiento de la sociedad civil". De hecho, estos
"empresarios" surgidos al calor de las reformas estarían "empezando a
reescribir" la historia del país.

Inexplicablemente, un grupo de aquellos que a inicios de este proceso
"revolucionario" se sintieron urgidos a hacer las maletas y se marcharon
de su tierra natal, no sin antes haber sido despojados de sus
propiedades y de sus capitales, hoy parecen asumir como posible la
"autonomía económica" en ausencia de libertades políticas y cívicas, e
incluso creen viable llevar adelante la democratización de Cuba
aprovechando las "aperturas" económicas de los últimos años y un
imaginario empresariado insular. Una fórmula que se contradice con los
hechos de la historia, toda vez que esos mismos millonarios
siquitrillados, con su gran capital, no impidieron en su momento la
consolidación del régimen que los esquilmó. ¿Qué posibilidades tendría,
en la nueva estrategia democratizadora nuestro magro empresariado nativo
–léase taxistas, carretilleros, quincalleros, "bicitaxistas",
propietarios de pequeños negocios de fondas y cafeterías–, cuando no
cuenta siquiera con el elemental derecho de libre asociación?

No se trata de negarnos al imperativo de las transformaciones ni al
poder del capital, pero tampoco disfracemos con discursos retóricos y
buenas intenciones ciertos intereses particulares. Capital y buenos
deseos han tenido a raudales chinos y vietnamitas, esas dos joyas
ejemplares de modernización y prosperidad que nadie querría para sí mismo.

Coincido con que la historia de Cuba, en efecto, se está reescribiendo,
pero hasta ahora es la castrocracia quien dicta el texto.

Source: ¿Quién escribe la historia? -
http://www.14ymedio.com/opinion/escribe-historia-eufemismos-lengua-marxista-burgues_0_1571242861.html

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