Eusebio Leal desanda La Habana
El Historiador de la capital, el gran escenógrafo de la Habana Vieja,
pasa a retiro tras desvíos de recursos y corrupción
viernes, abril 25, 2014 | Miriam Celaya
LA HABANA, Cuba — Recientemente ha trascendido que Eusebio Leal
Spengler, Historiador de la Ciudad de La Habana, pasará a retiro. La
noticia no sorprende demasiado: meses atrás había comenzado su ocaso,
cuando le fueron arrebatadas las empresas que operaban en divisas en esa
gran escenografía turística que es hoy La Habana Vieja. En ellas fueron
detectados –auditoría mediante– malos manejos, desvíos de recursos, y
otros casos de corrupción, por lo cual Leal perdió su condición de
empresario. No podrían despojarlo, sin embargo, de su aureola, su título
de Historiador de La Ciudad y los muchos reconocimientos nacionales e
internacionales con los que ha sido distinguido a lo largo de su extensa
vida en el mundo cultural.
Pero, ¿quién es este hombre de aspecto anodino, baja estatura y célebre
facundia, todo un semidiós para los residentes de ese nicho fundacional
de la capital?
La historia que se teje en su torno tiene visos de leyenda, a veces tan
grises como las ropas que él suele usar en ese empeño por mantener una
imagen de austeridad y modestia que contrasta fuertemente con el verbo
apasionado y las poses de declamador de quien es muy adicto al
auditorio. La suya es una biografía confusa en la que se entrelazan
rumores y realidades imposibles de deslindar con exactitud. Sin embargo,
verlo caminar de un lado a otro incansablemente entre las añejas calles,
visitando las obras de restauración, los museos y las plazas, en un
inigualable despliegue de ubicuidad, recibiendo y devolviendo
amablemente el saludo de todos, ofrece la equívoca impresión de que se
trata de alguien conocido y cercano.
Leal es un enigma alrededor del cual se trenzan confusas historias.
Según su propio testimonio, fue discípulo de Emilio Roig de
Leuchsenring, primer Historiador de La Habana, fallecido en 1964, cuando
Leal sólo tenía 22 años. Sus detractores, en cambio, señalan que esto no
es cierto, que en realidad Leal era apenas mensajero de una farmacia sin
formación intelectual alguna y que logró fabricarse a sí mismo como
heredero del legado de Roig gracias a la conjunción de dos sucesos
afortunados: la posibilidad de lograr una dispensa del ministro de
educación que le permitió, teniendo vencidos solo estudios primarios,
matricular en la Universidad de La Habana para cursar la Licenciatura en
Historia, de la que se graduó en 1979; y al apoyo que recibió de la
viuda de Roig, quien puso en sus manos todos los archivos de su ilustre
esposo, de los que dispuso Leal con toda libertad gracias a su
indiscutible inteligencia y a su disciplina como autodidacta.
Cierto o no, no caben dudas que Eusebio Leal tiene el don de la
oportunidad, ha estado en el momento y lugar exactos y ha sabido
aprovechar las coyunturas a su favor. Contaba con innegables cualidades,
imprescindibles para labrar el destino que se fraguó: admirable
laboriosidad, una memoria prodigiosa y gran dominio de la oratoria. Esta
última condición es el rasgo que ha creado otro mito: su (supuesta o
real) educación religiosa en escuelas jesuitas, elemento que compartiría
con F. Castro, obviamente, su paradigma.
En efecto, en su perfil público Leal ha procurado imitar a F. Castro, al
punto que, si las ambiciones de aquel lo llevaron a hacer de Cuba su
finca particular, Eusebio Leal vislumbró que él podría hacer de La
Habana Vieja intramuros su propio pequeño reino. Justo es reconocer que
lo consiguió, ayudado no solo por un eficiente equipo de trabajo formado
por un grupo de profesionales que han respaldado su obra, sino también
por su habilidad para relacionarse con personajes prominentes de la
política y la cultura, y tocar los resortes adecuados. Sus sueños
tuvieron inicialmente el apoyo de Celia Sánchez, y a través de ella
alcanzó el siempre veleidoso reconocimiento del mismísimo señor F.
Y tal como su egregio modelo, al que siempre reverenció, Leal utilizó
métodos populistas para erigirse benefactor de la población humilde de
La Habana Vieja, en particular los ancianos, para los que creó programas
especiales de atención; los niños, que en las escuelas primarias del
territorio recibieron durante años un juguete cada Día de Reyes; las
mujeres embarazadas, para las que creó un hogar materno con atención
médica y de alimentación especializadas; y hasta los marginales y ex
reclusos, quienes encontraban una plaza de trabajo en las obras
constructivas patrimoniales.
Igualmente, estableció un programa de conservación y/o reparación de
edificios históricos que incluía la garantía de albergue transitorio
para los residentes de los inmuebles beneficiados, durante la
realización de las obras correspondientes. Ningún otro municipio gozó
jamás de semejantes bondades en una ciudad que se está cayendo a pedazos.
Ni intelectual, ni político
Desde el otro extremo de la cuerda, los admiradores de Eusebio Leal lo
colman de atributos, no siempre justificados: lo califican de brillante
intelectual y de talentoso político.
Si bien dotado de agudeza, sensibilidad y de un evidente amor por los
espacios a los que ha dedicado los mayores esfuerzos de su vida, Leal no
es un intelectual propiamente dicho. Más allá de sus incontables charlas
y presentaciones en las que recita historias garabateadas por otros, de
adherirse sin condiciones a la ideología del poder, de los abundantes
títulos y reconocimientos de diferentes universidades y de prestigiosas
instituciones –guiados por los resultados de su ingente salvamento del
patrimonio histórico y arquitectónico de La Habana Vieja–, lo cierto es
que, pese a sus tres grados científicos y sus condecoraciones, no cuenta
con una obra escrita o con un legado teórico o metodológico que haya
sentado pautas, ni aun para garantizar la continuidad de su labor.
Su verdadero legado, con luces y sombras cuyo análisis exigiría otro
espacio, son los resultados de sus acciones al rescatar un patrimonio
que, de otro modo, se hubiese perdido irremisiblemente. Así sentó las
bases de su trascendencia personal: ya no será posible hablar de La
Habana Vieja sin mencionar la obra conservadora-restauradora de Eusebio
Leal. Se trata, pues, de un intelectual en tanto histrión: un
intelectual de escena, no de pensamiento.
Por otra parte, quizás impulsado por el mismo sentimiento de
inmortalidad del "Comandante", quien no preparó una sucesión para cuando
acaeciera su salida del gobierno, Leal parece percibirse a sí mismo como
Historiador vitalicio y último. Ambos son figuras cuyo desempeño y
popularidad descansan sobre el carisma, por tanto la obra termina en
ellos. Y así como el fidelismo concluyó ante la ausencia de F. Castro,
la retirada de Leal ocasionará un vacío de dirección, de autoridad y de
prestigio al frente de la administración patrimonial que hará peligrar
décadas de esfuerzos.
En otro orden, hay quienes ven en Eusebio Leal un político moderado, un
reformista que habría estado llamado a jugar un papel importante de cara
a una transición. Dicha apreciación no tiene fundamento alguno, habida
cuenta que su influencia y relieve no rebasan la esfera cultural, sin
compromisos ideológicos más allá de su jurada fidelidad al partido
comunista, del cual es miembro. Su postura con respecto al gobierno ha
sido básicamente de anuencia y acatamiento total. De hecho, Leal, como
parlamentario, ha sido otro de los anodinos brazos que se ha levantado
unánime y repetidamente para aprobar cada propuesta gubernamental, sin
cuestionamientos, y sus veladas audacias verbales se han producido en
foros más recientes, cuando el estado de opinión generalizado es el de
la necesidad de cambios y la crítica autorizada se ha puesto de moda.
Desde el punto de vista político, Leal es orfeón, no batuta, y –como
dicta una sabia sentencia– nadie puede saltar más allá de su sombra.
Salvo que, como suele ocurrir con estas grises figuras de ocasión, la
sombra sea más larga de lo que vemos a simple vista. Tratándose de un
oportunista, nunca se sabe.
Source: Eusebio Leal desanda La Habana | Cubanet -
http://www.cubanet.org/destacados/eusebio-leal-desanda-la-habana/
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