Wednesday, March 21, 2012

La Iglesia y el Estado o la Iglesia del Estado?

Iglesia Católica, Benedicto XVI

¿La Iglesia y el Estado o la Iglesia del Estado?

La visita de Benedicto XVI es el gesto con el cual el Vaticano ofrece de
facto el visto bueno a todo un proceso en que Iglesia y Estado tienen
mucho en común y en juego

Camilo Ernesto Olivera, La Habana | 21/03/2012 10:51 am

En la madrugada del viernes 16 de marzo pasado, agentes de la policía
penetraron en la parroquia Nuestra señora de la Caridad, ubicada en
Centro Habana. A solicitud de las autoridades eclesiásticas, desalojaron
a un grupo de opositores políticos pertenecientes al PRC (Partido
Republicano Cubano) que desde el martes 13 ocupaban pacíficamente el
recinto. Semejante situación se repitió en otras iglesias ubicadas en
capitales de provincias (Pinar del Río, Las Tunas, Santiago de Cuba y
Holguín). En esta última, monseñor Emilio Aranguren, obispo de la
diócesis local, actuó contra los ocupantes en un modo inusualmente
represivo.

Mientras tanto, las opiniones con respecto a estos sucesos eran de
diverso signo en el seno de la oposición política interna. Es lógico, si
se toman en cuenta las difíciles circunstancias en las cuales se
desenvuelve ésta y la negación de las autoridades cubanas a un diálogo
que implique una verdadera apertura política. La Iglesia ha adoptado con
respecto a la disidencia un papel selectivo aunque conciliador. Por su
parte, el Gobierno ha "concedido" a las autoridades eclesiásticas
determinadas prerrogativas que parecen ser una especie de "patrón de
pruebas", tales como las autorizaciones para peregrinaciones en el marco
de determinadas festividades populares o la posibilidad de acceder de
forma coyuntural a los medios de difusión masiva.

Sin embargo, la jerarquía de la Iglesia Católica en Cuba hace tiempo que
tiene bien definida su línea de acción, las estrategias para
implementarla y quiénes serán sus aliados. La visita del Papa Benedicto
XVI a la Isla, es el gesto con el cual el Vaticano ofrece de facto el
visto bueno a todo un proceso en el cual Iglesia y Estado tienen mucho
en común y en juego. Para asegurarse de que este transcurra sin
tropiezos, tanto la una como el otro han abonado el terreno y la visita
del Sumo Pontífice es solamente otro paso y no menos importante.

El diálogo de las autoridades eclesiásticas cubanas con la dictadura el
año pasado, y su derivación en la liberación de la mayoría de los presos
de la denominada "primavera negra" de 2003, fue el golpe de efecto más
visible de ese proceso. Proceso que no es nuevo y realmente comenzó poco
después de aquella célebre y polémica declaración de los obispos de la
isla denominada "El amor todo lo espera" en 1993. El impacto de esa
declaración no pasó inadvertido y en cierta medida colocó a la Iglesia
en la mira de los gobernantes cubanos, en un modo muy diferente a como
había ocurrido tres décadas atrás.

En 1996 Fidel Castro visitó la sede del Vaticano e hizo pública la
invitación de las autoridades cubanas al entonces Sumo Pontífice, Juan
Pablo II, para que visitara la Isla. Esta visita se concretó en 1998.

Sin embargo, el paisaje político y económico del país no es el mismo de
entonces. Los procesos de reconfiguración de la sociedad cubana que en
aquel momento estaban en ciernes, hoy son más palpables. Hay una nueva
burguesía cubana, que de "nueva", dicho sea de paso, no tiene sino el
canje de signo que implica el cambio de monarquía política a eventual
clase VIP en el actual escenario económico local. Por otra parte, a la
vera de la introducción de mecanismos de la economía de mercado, se
profundizan las diferencias en el acceso a los bienes de consumo entre
los distintos niveles sociales. El ya próximo diálogo del Gobierno con
la emigración, pudiera tener como resultado la autorización a un sector
de los cubanos residentes en el extranjero para que inviertan
directamente en la Isla. Esa apertura legitimaría también las
inversiones de descendientes de la alta jerarquía política Castrista,
igualmente residentes fuera, los cuales han sido cancerberos de las
fortunas de sus padres depositadas en el exterior.

La Iglesia, por su parte, va en pos de rescatar espacios de influencia y
legitimarse en sectores que les fueron vedados durante más de cincuenta
años. Por ejemplo, los vástagos de la "nueva clase" pudieran ser los
potenciales alumnos de instituciones educacionales privadas, bajo signo
eclesial. Igualmente la Iglesia Católica podría instalar emisoras de
radio y televisión pagando el correspondiente impuesto.

A la luz de esta realidad futura, que para nada es una entelequia, el
papel de la Iglesia Católica cubana, a mediano plazo, en la futura
dictadura (sin la cúpula Castrista pero con sus descendientes) sería el
de mediador y legitimador de ésta. Entidad mediadora dentro del
entramado social clasista, realidad cada día más palpable. Legitimadora
de ese orden establecido, porque su labor humanitaria ya está destinada
a apuntalar la creciente ineptitud estatal en terrenos tan delicados
como el sector educativo y de la salud pública.

Es por ello que los organizadores de la visita del Sumo Pontífice a la
Isla han evitado cualquier referencia a un posible diálogo de este con
miembros de la disidencia interna.

Es obvio que estamos asistiendo a la concreción de un pacto de
conveniencia mutua Iglesia-Estado, que incluye el reacomodo financiero
de una gerontocracia que muta del uniforme verde oliva al traje de
capitalista potencial con créditos vía petrodólares. El Vaticano tiene
un papel protagónico en ese juego de influencias crediticias. Una vez
más somos espectadores de cómo la Iglesia Católica juega el papel de
apéndice de un estado monárquico y decadente, mientras apuesta a una
transición que valide su influencia en el rediseño del país.

A la Iglesia le conviene jugar este papel y hará las concesiones que
sean necesarias en este sentido.

http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/la-iglesia-y-el-estado-o-la-iglesia-del-estado-275111

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