Publicado el Viernes, 02 Marzo 2012 14:40
Por Martín Guevara
Por Martín Guevara*
Hoy un amigo me llevó a preguntarme si me estaba olvidando de mencionar
ciertas cosas en los intentos de reflexiones que transformo en artículos.
Mi amigo me dijo que coincide conmigo en muchas criticas que hago del
sistema mal llamado revolucionario de Cuba, pero que lamenta que nunca
mencione las políticas bien hechas, los logros que se alcanzaron y que,
por supuesto, en 50 años fueron más de uno y de diferente tipo.
He pasado un mal rato sinceramente, porque lo primero que sentí, es algo
similar a lo que desde ciertos sectores, ya no tan queridos como mi buen
amigo, se me quiere hacer sentir desde siempre. En este caso sentí
vértigo por la posibilidad de estar equivocándome irreversiblemente; por
su parte, ellos querían cosas diferentes pero del mismo círculo culposo.
Analicé un poco la jugada, y ello me llevó unos tormentosos aunque
apasionantes malos sueños de una movida siesta, que me recordaron la
niñez y adolescencia más que cualquier otra cosa, cuando no podía apoyar
la cabeza en ningún lugar sin que me asaltase una gran variedad de
pesadillas. Volví a despertar y seguí analizando el partido. No llegue
a ninguna conclusión cerrada aún, ya que voy actuando según pienso, y
voy nutriendo mi pensamiento según siento y voy actuando.
No suelo mencionar las cosas buenas que el socialismo en Cuba hizo
porque pienso de otra manera, creo que no estuvieron hechas desde el
fragor de la bondad, una vez que creo que el bien y el mal se disuelven
en distintas porciones de otros ingredientes menos categóricos, e
incluso se mezclan e intercambian aspectos de sus personalidades. Diría
que se socorren muy a menudo mutuamente con mayor frecuencia que la que
me placería reconocer.
Pienso más bien que las concesiones que se vieron obligados a hacer
-aquellas que nos refriegan constantemente cuando solicitamos
explicación sobre cualquier deficiencia- fueron hechas como contrapeso
para que un grupo pudiese perpetuarse en el poder, como sustento de una
teoría que les permitía el acceso a ese estado de las cosas.
El paternalismo totalitario
Algo había que dar y, según se lo analice, a lo largo del tiempo se
puede concluir en que fue mínimo, ya que se pasó a dejar un país con
unos índices impresionantes en casi todos los tópicos en que se lo mire,
en lo que es hoy a causa de diferentes razones, que no son estrictamente
de orden voluntaria.
Conozco el espíritu paternalista del totalitarismo, y sé que no es su
objetivo que su pueblo, el obediente, atraviese una situación de serias
dificultades económicas. Me faltó mencionar eso en mis artículos, porque
creo que parto desde un nivel, bajo el cual incluso me niego a sumergir
la cabeza, que da esto por sentado, pero entiendo que no todos me
conocen, y no tienen porque darlo por hecho.
Pero claro, que eso no me convierte en admirador de los sistemas que
destrozan la vida de millones de criaturas humanas, animales y vegetales
como puede sugerir mi dedicación casi de corte obsesivo con el tema cubano.
Justamente tengo un problema, que es el que me sirve de veleta para
saber que estoy bien orientado, y es que en todos lados me consideran un
incordio, la gente amiga de derechas me llama extremista de izquierdas,
porque si soy capaz de ver de modo negativo que los revolucionarios se
cobrasen vidas para aplicar sus reformas, todo lo que sea matar, con
cualquier propósito, no me vale ninguno para justificar la pérdida de
vidas humanas, lo veo tan mal y peor en la medida que acreciente los
muertos o las desgracias.
Huelga decir, pero lo quiero dejar asentado, que las guerras, todas sin
excepción, las penas de muerte, las torturas y todos los abusos sobre
las personas, inocentes o no, me parecen reprobables, deleznables y
están en el lado opuesto de lo que considero aceptable. Como decía un
primo mío, en una entrevista a un periodista: Usted no encontrará ni una
sola persona en esta familia que le diga que está de acuerdo con la
Guerra de Irak.
Pero voy un poco más allá, ni con esa ni con ninguna guerra. El
derramamiento de sangre solo consigue un inmenso dolor irreparable. O
sea, que cada vez que me han propuesto hacer algo público para hablar
mal de las guerrillas porque matan, o de los paredones en Cuba, yo les
aclaro que en la misma entrevista mencionaré las guerras, las bombas y
los ejércitos imperialistas como igualmente terroristas que estos
guerrilleros.
Entonces cambia el tono de la propuesta y pasamos a otro compartimento
de la charla.
El trabajo del enemigo
Y entre los conocidos de izquierda extrema piensan que soy un reformista
trasnochado, malamente europeizado, y que le hace el trabajo al enemigo,
aunque desde luego no oportunista, no tuve como ellos el don de la
ubicuidad, siempre voy contracorriente de la moda, ahora que en
Argentina gran parte de mis conocidos, por cierto muy criticos, ostentan
buenos cargos.
Aún cuando no tengo opinión sobre aquel proceso, prefiero estar al
margen de toda prebenda, en Cuba fui apestado mucho tiempo por lumpen y
ahora aún más; y aquí, soy un opositor absoluto a toda la chamusquina
que huele a franquismo, fascismo, reminiscencia de la Santa Inquisición,
que es lo que está creciendo últimamente y nos está sumergiendo
nuevamente en un oscurantismo más tenebroso que el medioevo castellano,
ya que encima no tenemos ni la virtud de la poesía y la caballerosidad.
No me quiero dar publicidad, también soy poco apegado a la virtud del
trabajo, a la seriedad y quizás algo charlatán. Lo que es, es.
Los logros de que hacen gala los dirigentes cubanos y algunos de sus
defensores, de esos que mastican cada día jugosos asados que en el
socialismo serían condenados por subversivos, son lo mínimo que le
supongo y pido a la Revolución, porque por menos que eso, no hay debate:
¿por qué aguantar medio siglo de sistema dictando estrictamente lo que
hay que hacer y pensar, y la escasez de todo, y no poder salir de la
isla ni a pedir sal al vecino?
Y a continuación de ello: ¿no es más perverso este chantaje emocional,
que una sociedad que directamente se autoproclame fagocitadora de lo que
nos dejemos fuera de nuestra cartera?
En fin escribo sobre Cuba y sus "contradicciones" porque me resulta
intelectualmente interesante, pero no leerán una palabra de mis
escritos, acerca de la mala suerte que tuvo ese sistema con su hambre,
ya que esa la considero solo una circunstancia, aunque muy perversa, y
sobre la cual hay mucho que discutir, si es inevitable, o si cediendo
poder se habría podido evitar.
Políticas perversas
Pero no aprovecharía jamás esa mala suerte para atacar las políticas
perversas de la dirigencia cubana acusándoles de hambrear a su pueblo,
ya que en la misma insidia, haría perder fuerza a los verdaderos
argumentos.
No escribo sobre la pena que me causa el hambre en África, y la miseria
en el cono urbano de cualquier ciudad latinoamericana por lo obvio que
resulta, y porque me alejé por motu propio a más de 10 mil kilómetros de
distancia de esas villas miseria.
Cuando si hubiese querido militar en su erradicación, lo tenía más fácil
en América, ya que a dos kilómetros de todos lados hay un chico
descalzo. Y obviamente si quisiese pasar por comunista acérrimo,
estaría en alguna de esas selvas donde urge el aporte de alguien que
esté dispuesto a todo. Ni uno solo de esos criticos a que me refiero,
está en estas selvas o en aquellas villas miseria.
Admito que la vida que me proporciona esta sociedad me tranquiliza, y
no me interesa en absoluto la riqueza, aunque sí la holgura. Admito que
no vivo en la pobreza igual de feliz que en la opulencia, ni igualmente
cómodo. Y a continuación digo que no puedo ayudar a nadie, ni participar
en causa alguna si antes no me siento bien en la vida. El mundo lo
empezaremos a mejorar no sin antes comenzar a ser sinceros con nosotros
mismos y con los demás.
Desde hace mucho sueño con una sociedad donde no se suprima a ninguna
sensibilidad, en incluso todas participen de los destinos de los
gobiernos y las decisiones importantes, un sistema que contemple la
posibilidad de que convivan politicas de la derecha -grosso modo, las de
finanzas y aparatos represivos o mal llamados de seguridad- con las de
carácter social como educación y salud diseñadas por la izquierda.
Engaño y gradilocuencia
Es fin, culmino diciendo que quizás deje de escribir sobre el engaño de
la generosidad de la Revolución socialista, cuando se admita que se
hizo, como en casi todos los terrenos de la vida, lo que se pudo hacer,
sin arrogarse intenciones grandilocuentes ni soluciones trascendentales.
No me alegra saber que hay nenes que se van a morir hoy por carecer de
un plato de comida, pero soy de los que ha decidido y no sé si
incorrecta y egoístamente vivir su vida en familia, intentando hacer lo
mejor posible a mi alrededor, y hacer el bien en donde en realidad se
pueda percibir, que irme de una vez y por todas a pasar el mismo hambre
que ese niño, por vergüenza torera o cristiana, y morir igual que él.
Nunca se sabe, quizás un día lo haga, desde ya admito que está en algún
lugar de mi hipotálamo, no dejo de ser un producto culposo de esta
educación judeocristiana, con sus pro y sus contra.
El día que me vean muy preocupado por África será desde una tribu. Y no
puedo jurar que eso no vaya a ocurrir jamás, aunque por ahora desde
León, provincia de trato amable y generosas bandejas de manjares, le
envío a mi amigo y a mi gente en general este afectuoso saludo.
* Sobrino del Che Guevara. Vivió como refugiado en Cuba por 15 años y
permaneció en La Habana hasta 1988. Actualmente reside en España y
escribe un libro testimonial sobre su experiencia cubana y el peso del
mito que rodea a su célebre tío guerrillero.
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