El Festival de Cine de Miami inaugura una sección sobre documentales de Cuba
Entre los trabajos destaca el retrato humano de la isla hecho por el
periodista Mauricio Vicent
Juan José Fernández Miami 4 MAR 2012 - 17:50 CET
Las dificultades siempre van a estar, pero el optimismo lo pone usted".
Es una frase más, pero muy elocuente, de las muchas aleccionadoras que
se pueden escuchar en La voz del Toa, la radio multiuso de Baracoa, la
primera villa fundada en Cuba el 15 de agosto de 1511 por Diego
Velázquez, con el nombre de Nuestra Señora de la Asunción. Con este
sonido radiofónico como hilo conductor, Mauricio Vicent, excorresponsal
de EL PAÍS en La Habana, ha hecho un documental que a través de varias
historias personales refleja fielmente con bellas imágenes y magnífica
música original lo que es la realidad de Cuba pasado ya medio milenio.
Un pueblo que resuelve como puede en medio de una miseria tercermundista
tanto la vida diaria como las tradiciones. No las olvida. El campo
cubano también imprime carácter.
Baracoa 500 años después se presentó en el XXIX Festival Internacional
de Cine de Miami tras haberlo hecho ya en La Habana y fue recibida entre
aplausos y felicitaciones.
Colón arribó a Porto Santo y plantó la llamada Cruz de la Parra. El
párroco de Baracoa, un joven italiano, cuenta que solo queda una de las
29 más que se colocaron y que es la reliquia más antigua de América. Es
el primer detalle religioso del documental. El católico.
Con mucha sutileza los mensajes del fracaso revolucionario, son
evidentes. Como el plano de uno de los tantos carteles que recoge una
frase de Fidel Castro: "Nosotros llevaremos a Baracoa al mundo". El
mundo es una carreta tirada por un caballo, por ejemplo; o un entrenador
de baloncesto que vende unos "tenis" (zapatillas deportivas) para
comprar carne con la que alimentar a sus jugadoras. "Un día llegarán los
tenis", les dice a las chicas Y las anima: "Vamos, que vamos a comer
jamón hoy". La olla a presión mugrienta rechina (posiblemente lo es) en
una chabola lamentable. En el torneo que juegan en La Habana, apenas hay
media red en uno de los aros.
Servicio público
El locutor radiofónico no solo hace servicio público a través de las
ondas. Sus Ecos del Yunque van más allá. Es pastor y adoctrina al
personal con la vehemencia de los mejores telepredicadores. Jesús es
otro refugio. Por encima de la Revolución. Entre sus mensajes por las
ondas se unen la expresión de la escasez revolucionaria al pedir a los
familiares de un enfermo que no se olviden de llevar cubo y sábanas al
hospital, con el ejemplar aviso, eso sí, a unos ciudadanos para que
pasen por la consulta del dentista.
El documental recuerda al púgil José Legrá, que se exilió en España y
fue campeón del mundo de los pesos plumas
Los logros frente a la miseria. Antes de empezar el entrenamiento de
unos niños boxeadores (uno de los deportes nacionales) también se les
avisa de que no podrán seguir si no se han arreglado las caries. Un
canto a la salud, pero después de tener que efectuar otro de
adoctrinamiento pidiendo la libertad de los cinco "héroes". Así llaman
en Cuba a los cinco espías encarcelados en Estados Unidos, uno de los
cuales está ya en libertad condicional, pero no puede salir aún del país
por tener nacionalidad estadounidense.
El documental recuerda al púgil José Legrá, el Puma de Baracoa, que se
exilió en España y llegó a campeón de Europa y del mundo de los pesos
plumas para alegría de Franco en los años sesenta y setenta. El siempre
sonriente Pepe habla de las recepciones del Generalísimo y cuenta con su
gracejo habitual cómo le contestaba sin problemas su saludo con el mismo
brazo en alto. Le envía a Armando, el hermano que se quedó en su ciudad
natal unas botas para los jóvenes que empiezan. Los Legrá hablan desde
Madrid y Baracoa de lo duro que ha sido todo. Armando visita a un
babalao, sacerdote santero, para que le "haga una limpiecita". "Todo se
puede arreglar menos la muerte", le dice. Otro detalle de la intocable
religión yoruba.
Y en medio de todo, la belleza del campo cubano siempre presente, con la
mulata achinada que cría sola a sus hijos y saca jugo a los cocos; los
campesinos que cortan el cacao (Baracoa es la zona de mayor producción
de la isla) o el historiador de la ciudad, Alejandro Hartman, que viaja
en canoa por el río para llevar en una maleta-cajón una muestra de su
Museo Matachín. Allí enseña a los jóvenes estudiantes los utensilios de
los taínos, los indios que habitaban Cuba a la llegada de Colón en 1492.
Para terminar, la historia que no podía faltar es la de la jovencita que
celebra la fiesta de los 15 años, una tradición sagrada en Cuba. Ni la
lluvia puede con el encanto. La imagen final de ella y su madre lavando
en el río Toa es tan bella como el ejemplo vivo del atraso 500 años después.
Tres documentales más sobre Cuba, entre el centenar de películas
programadas en el Festival, se pueden ver durante sus 10 días: Patria o
Muerte, del ruso Vitaly Mansky; El árbol de las fresas, de la canadiense
Simone Rapisarda, y Espacios Inacabados, de los estadounidenses Alysa
Nahmias y Benjamin Murray.
Entre las películas españolas presentes en el Festival están: Madrid,
1987, de David Trueba; La voz dormida, de Benito Zambrano; Lo contrario
al amor, de Vicente Villanueva; El sexo de los ángeles, de Xavier
Villaverde o Torrente 4, de Santiago Segura. Y coproducciones como Juan
de los Muertos, con Cuba, o las galardonadas Un cuento chino (premio
Goya), y Las Acacias, Cámara de Oro en Cannes, con Argentina.
http://cultura.elpais.com/cultura/2012/03/04/actualidad/1330879846_432288.html
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