¡A sacudir la mata del pensamiento!
Aceptarle a los Castro y a su corte de malandrines dictar las pautas de
las acciones es aceptar validez a su presencia anacrónica e ilegítima
Darsi Ferrer, La Habana | 08/12/2011
¿Hasta cuándo van a prevalecer las quejas en la proyección de la
disidencia sobre el sistema totalitario en Cuba? Se entiende que no se
dejen de denunciar las constantes violaciones de las libertades y
derechos humanos de los ciudadanos en el país; es necesario explicar al
mundo la permanente arbitrariedad que reina bajo la dictadura militar.
Pero, ¿qué objetivo se persigue cuando se asume como método de crítica y
análisis marchar dos pasos por detrás del régimen? ¿Por qué reaccionar
siempre a sus acciones desmadradas con conjeturas a posteriori y, para
colmo, muchas veces dándoles credibilidad de coherencia y mesura, como
si sus acciones estuvieran compulsadas por la buena fe?
El comportamiento y acción de los hombres que rigen desde hace medio
siglo los destinos de Cuba ha sido y es el de una pandilla de mafiosos.
Como los regímenes del antiguo imperio soviético, o de los despotismos
árabes contemporáneos, solo creen y respetan la fuerza bruta que
imponen, y desprecian y temen a la población que sojuzgan con ánimos de
señores feudales. No les importa un ápice el sufrimiento creciente que
provocan con sus constantes atropellos. Son cínicos y cobardes cuando
rehúyen la responsabilidad del empobrecimiento, miseria y mendicidad que
provocan en el país. Y no dudan en culpar incesantemente a la población
de todos los despropósitos de los que son los máximos responsables con
impune incapacidad. Conforman una casta que solo busca explotar cada vez
más a la población que tienen encerrada frente al mar, como si fuera su
recua de ganado.
¿Por qué otorgarles la menor credibilidad y buen deseo a los
"lineamientos económicos" que ahora establecen? ¿De repente, esa
pertinaz gavilla de incompetentes se transformaron en hombres de Estado
responsables? ¿Siempre enunciando como un mantra vacío las mismas
palabras y conceptos gaseosos e inasibles: Revolución, Conciencia,
Pueblo, Construcción del Socialismo…? ¿Siempre, siempre las mismas
consignas, exigiendo fidelidad, disciplina y obediencia absoluta a sus
aberraciones? Se sabe bien qué es lo que son. ¿A qué viene entonces
tratar de tomarlos en serio, analizar prudentemente cada palabra, gesto
o acción que tomen, como esperando cordura y consideración responsable,
para al final quejarse amargamente de otra frustración más, otra
engañifa más? ¿Por qué no percatarse de que no renuncian al poder, ni lo
harán sus herederos ya designados, a regir a ocultas, a sorprender con
acechanzas y aplicar leyes como encerronas? ¿Por qué tanta ingenuidad y
tanto crédito?
El país, el pueblo, la oposición, el sistema totalitario imperante,
todos están agotados, desgastados por una situación absurda impuesta a
la fuerza por unos pocos contra una mayoría que intenta sobrevivir a
como dé lugar, encanallándose en la miseria del día a día. Y dentro de
las alambradas de la prisión insular no se salvan del deterioro ni
ofensores ni ofendidos. Nadie escapa a la neurosis y al envilecimiento
dentro de una estructura de campo de concentración, donde la mentira
oficial intenta derrotar a la realidad del resto del mundo.
Por eso no se puede seguir siempre por detrás de lo que dicta el
régimen, criticando sus acciones y señalando su desidia a posteriori.
Aceptarle a los Castro y a su corte de malandrines dictar las pautas de
las acciones es aceptar validez a su presencia anacrónica e ilegítima.
Es concordar de alguna manera con el ritmo funesto que le imponen a la
nación en una escalada destructiva. Urge quitarse de encima esta manera
de pensar. Lo prudente es proponerse, hablar, debatir y proyectar ya una
Cuba en la que no estén ellos ni su concepto feudal de inquebrantable
destino servil para el pueblo.
Sin embargo, esta actitud se debe emprender con realismo. No se puede
imaginar un país futuro donde los actuales y decadentes sistemas de
salud y educación públicas mantengan la falsa aura de "gratuidad" que
ahora los sostienen. Esa quimera es sobre la base de carestía permanente
y represión constante del resto de la existencia. En la futura Cuba
libre y democrática, donde todos tengan derechos verdaderos que aprender
a utilizar, también habrá que asumir la responsabilidad que otorga la
libertad, más cargando a las espaldas de la nación medio siglo de
despilfarro castrista. Sería lamentable dejarse remolcar por
politiquerías de impronta ideológica, como las que han saturado en el
presente, y afirmar gratuidades futuras en un país en condiciones de
quiebra. El maltratado y casi extinto patrimonio nacional está agotado y
primero debe obtener beneficios a medida que se reconstruya.
También será necesario promover toda la capacidad de la sociedad civil,
como fuente de iniciativas de empleo e industria. Para ello, y como
premisa fundamental, el futuro Estado debe renunciar a las funciones de
empleador y propietario a las que está acostumbrado. Al contrario, debe
ajustarse a los fundamentos que justifican su origen: árbitro y
regulador, y fuente supervisora del capital de los impuestos. Y estos,
principalmente volcados como fondo de inversión en proyectos de la
sociedad civil que compitan por ganar determinada propuesta de mejora de
bien público, no para derrochar sosteniendo empresas estatales de dudoso
beneficio. Por tanto, el impuesto no deberá fomentarse como un mecanismo
de castigo, sino como método racional de recaudación de capital para los
gastos públicos. Quizás lo innovador pudiera ser no repetir los defectos
de castigar con gravamen el éxito y la ganancia, sino por el contrario
premiar con rebajas el ahorro y la inversión.
Suscitar el ahorro y la inversión como factores favorables para
disminuir la contribución personal por impuestos generaría crecientes
fuentes de capital y empleo, y estimularía las investigaciones y el
desarrollo tecnológico e industrial, de una manera mucho más rápida que
la miseria tradicional a la que empujan los castristas, esperando ese
maná de la buena voluntad del inversor extranjero. Y para mayor ventaja,
este procedimiento sacaría de sus infortunios a la tan maltratada
autoestima nacional, esa visión de parias y pedigüeños que con
mansedumbre se ha impuesto por medio siglo. El ahorro y la inversión son
virtudes esenciales que los padres de la nación americana supieron
transformar en el fundamento de su progreso nacional. Constituyen un
buen ejemplo práctico a seguir.
La Cuba del mañana no puede edificarse sobre la base del pasado, con
propuestas como las que piden el retorno a la Constitución del 40, o a
la Cuba imaginada por Martí. Hay que proyectar la mirada al futuro y
situarse en el actual contexto, caracterizado por la globalización y los
nuevos patrones y dinámicas sociales, políticas, económicas y culturales
que le acompañan. Tampoco se deben ignorar las lecciones que ofrecen las
naciones democráticas, seriamente afectadas en estos tiempos por las
crisis económicas. Países como Irlanda, Grecia, Portugal, España, Italia
y hasta el propio EEUU son sacudidos por revueltas populares de
inconformes. Esa situación en todas estas naciones tiene como
denominador común el efecto acumulativo de las políticas injerencistas y
el incosteable asistencialismo benefactor del Estado, además del
clientelismo y el populismo generado por las maquinarias de la
partidocracia tradicional con fines electoreros. De modo más simple, se
pueden responsabilizar estas crisis con la consecuencia tardía del
componente estatista arrastrado y de tendencia creciente en las
sociedades democráticas, que durante la época de la Guerra Fría estuvo
oculto bajo el velo del bloque estatista por definición, con la antigua
URSS a la cabeza. Hay que observar con agudeza en el panorama global y
no reproducir tales prácticas erráticas.
Mas lo importante no son estas u otras propuestas, sino sacudir la mata
del pensamiento quejoso y calcinado en el vano intento de valorar con
cordura el indescriptible galimatías de una loca entidad llamada
revolución. Un turbio pozo que arrastrará a todos hasta el fondo si se
continúa jugando con sus reglas. Es importante crear visiones propias
del futuro nacional y superar los términos que dicta el régimen para
dibujar el porvenir. En la medida que se logren echar a un lado sus
dicharachos ideológicos, del destino miserable y de explotación que
quieren imponer, sus amargas presencias comenzarán a disolverse como
algo insignificante y perjudicial, con el menor viso de credibilidad.
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/a-sacudir-la-mata-del-pensamiento-271360
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