Miércoles, 07 de Diciembre de 2011 00:08
Rogelio Fabio Hurtado
Marianao, La Habana (PD) Salí en busca de pan y me encontré en el pasaje
donde vivo con una suerte de mitin relámpago de la actual doctora de la
familia acerca de la amenaza del dengue. En todo Marianao, en toda la
ciudad y específicamente en el Pasaje, "donde hay ya 4 casos
declarados", - afirmaba la muchacha, una pesos mosca con rigor de
sargento mayor, recientemente nombrada en sustitución de la anterior,
toda una dama con perrita y todo.
Había que fumigar, proseguía, y cualquier caso de fiebre, reportárselo
al momento, a ella o al policlínico. Insistió en que el Pasaje era una
zona de peligro, por colindar con Pro-Danza, la escuela de ballet de
Laura Alonso, lugar que recibía con frecuencia visitantes extranjeros
potencialmente contagiados, sobre todo de República Dominicana, "donde
el Dengue ya es endémico"- subrayaba moviendo ambos brazos como aspas.
Terminó su arenga amenazadora y seguí mi camino.
Al día siguiente, amanecí con dolor en el costado derecho y
destemplanza. Pasó la enfermera al mediodía poniendo el termómetro. 36 y
medio, normal. Le dije de la destemplanza, y me aclaró con una sonrisa
que fiebre era de 38 para arriba. Quedé más tranquilo, pero al atardecer
volvió el malestar, y esta vez pasó de destemplanza, escaló hasta 38 y más.
Proverbialmente, apareció el servicial amigo Jorge Luís, dispuesto a
acompañarme al cercano Hospital Militar, pero confiado a la
recomendación de la agresiva doctora, opté por el policlínico.
Esperaba encontrarme el servicio de urgencia lleno de gente, pero no fue
así. Casi de inmediato estuve frente al médico, un joven de aspecto
serio, a quien expuse los antecedentes del caso y le señalé que semanas
atrás había tenido una infección urinaria. Me aclaró que me daría la
orden para un análisis parcial de orina, pero que debía volver al día
siguiente temprano, porque a esa hora no funcionaba el laboratorio. Dijo
que me lo hiciese y viese al médico de guardia, quien determinaría según
el resultado.
Salí un tanto aliviado y aunque Jorge Luís insistió en seguir rumbo al
hospital, lo desestimé.
Dormí un tanto afiebrado y volví por la mañana, no tan temprano, para
practicarme el análisis. Hubo una pequeña dificultad, pues los baños
públicos del policlínico están clausurados, pero me dieron acceso al del
propio laboratorio. Entregué la muestra de orina y me ordenaron que
esperara una hora por el resultado. A los 35 minutos me lo entregaron y
subí al médico de guardia para que lo evaluase.
Casi enseguida, estuve delante de él, un mulatito fornido, pelado a lo
militar, a quien le entregué el papelito. Y expuse los antecedentes
febriles.
"El riñón está perfecto. La fiebre es de algún problema respiratorio
agudo", me espetó, sin preguntarme ni siquiera el nombre.
-¿Y qué puedo tomar para eso?
– Mucho líquido y medicina verde- me repuso con la misma síntesis.
-Para la fiebre, ¿puedo tomar dipirona? –pregunté.
Asintió moviendo la cabeza.
Como él no hizo ninguna referencia, ni siquiera le pregunté por el
temido dengue.
Antes de las diez, ya estaba en mi casa. Mi esposa me reprochó no
haberle mencionado al dengue. Me tomé dos cucharadas de jarabe de aloe,
muy agradable al gusto y dos dipironas, que me permitieron dormir al
mediodía sin fiebre, y despertar aliviado del malestar general.
Sin embargo, al atardecer la fiebre volvió por sus fueros y otra vez
apareció el 38 y medio. Jorge Luís reapareció al anochecer y tanto él
como Felina intentaron persuadirme de acudir al hospital, pero aunque la
fiebre me había cedido un poco, el malestar no, y no me sentía con
fuerzas para la soportar la caminata y la espera, que allí siempre es
mayor, y volví a desestimarlo, quizás peligrosamente.
Aproveché su presencia para calentar la comida para mí y para Felina.
Comí apenas y me volvieron los escalofríos y el síndrome febril. Me
despaché otra vez el aloe y las dipironas y me acosté, sin ánimo para
mantenerme atento a la película de todos los viernes por el canal 6.
Afortunadamente dormí toda la noche y desperté con 36 y medio y apenas
un ligero malestar en el costado. Así que me senté a escribir esta
crónica, por cuyo desenlace tendrán que esperar hasta la semana próxima
para saber si es efectivamente dengue o si el conciso doctor tenía razón.
http://primaveradigital.org/primavera/sociedad/sociedad/2841-cronica-de-una-enfermedad-sospechada
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