Varios países de América latina quieren reemplazar a la OEA, cuya
defensa de las libertades incomoda a líderes autoritarios
Un inusual proyecto impulsado desde sus mismos orígenes por los
gobiernos de Venezuela y Cuba acaba de concretarse pomposamente en la
reciente cumbre realizada en Caracas, a la que concurrieron 33 jefes de
Estado de la región. Ha nacido así un nuevo foro de discusión, sin
personal ni funcionarios propios. No será una persona jurídica. Apenas
se ha conformado un mecanismo de diálogo, como si no hubiera ya
suficientes instancias.
Se trata de la llamada Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe
(Celac), respecto de la cual un conocido analista internacional acaba de
comentar acertadamente que estamos frente a un típico esfuerzo de
"integración al revés". Porque se apunta a generar un diálogo cerrado en
nuestro hemisferio, que por definición excluye a Canadá y a los Estados
Unidos. Como si su sola presencia en la mesa fuese algo inaceptable, lo
que obviamente sugiere falta de autoestima y una suerte de complejo de
inferioridad.
Dos de los países más grandes de la región, la Argentina y Brasil,
emitieron una señal inequívoca de falta de interés, cuando sus dos
presidentes se retiraron de la reunión un día antes de que concluyera.
Brasil, además, prefirió no liderarla. Por eso, la presidencia pro
témpore del nuevo foro quedó en manos de Chile, por un año, para pasar a
Cuba en 2013.
En materia de formación de la voluntad en el nuevo foro, la desconfianza
entre sus integrantes es absolutamente evidente. Pese a las presiones
venezolana y cubana para abandonar la regla del consenso y reemplazarla
por la de las mayorías, la decisión fue mantener la necesidad del
consenso para adoptar decisiones, por razones elementales de prudencia,
en la defensa de los respectivos intereses nacionales y en función de
las características complicadas de algunos de los personajes que habrán
de sentarse a la mesa común de negociaciones. Debe instarse a las
autoridades argentinas a mantener la regla del consenso, pese a que ella
supone otorgar el derecho de veto a cada uno de los países miembros. De
lo contrario podríamos, de pronto, vernos arrastrados a asumir algunas
posiciones -tan conocidas como indefendibles- de otros Estados miembros.
La verdadera intención de los impulsores de la idea de la Celac parece
evidente si se escuchan sus habituales arengas. Para algunos, se trata
simplemente de reemplazar a la Organización de los Estados Americanos
(OEA), cuya actividad en defensa de la democracia y de las libertades
civiles y políticas resulta incómoda a los regímenes autoritarios. Es el
caso de Venezuela, cuyas constantes violaciones de las libertades
civiles y políticas de sus ciudadanos es considerada inaceptable tanto
para la Comisión Interamericana de Derechos Humanos como para la Corte
Interamericana de Derechos Humanos. Y también, de Rafael Correa, el
presidente de Ecuador, quien aprovechó la reunión para practicar su
deporte favorito: denostar a la prensa independiente. Quizá no sepa,
como nos recuerda Emil Ludwig (en su excelente biografía conjunta de
Hitler, Mussolini y Stalin), que Adolf Hitler -un líder repugnante que
hizo de la amoralidad un principio y de la perfidia una religión- en
cada uno de sus discursos también atacaba sistemáticamente a la prensa
libre, especialmente a la extranjera, cuando le era adversa.
Los gobernantes totalitarios, como dueños de la verdad que creen ser, no
toleran la crítica ni las opiniones distintas a su discurso único.
Porque creen no equivocarse nunca.
Las primeras declaraciones de la Celac presagian qué es lo que con este
foro se pretende: apoyo al reclamo argentino de soberanía sobre las
islas Malvinas; amplificación del pedido boliviano de recuperar la
salida al mar; difusión de las razones bolivianas por las que no se debe
condenar el cultivo y el uso de la coca, y condena al embargo comercial
norteamericano a Cuba. Son todos ellos reclamos conocidos, que se hacen
en distintos foros e instituciones internacionales. Nada nuevo, entonces.
http://www.lanacion.com.ar/1431061-celac-otro-proyecto-aislacionista
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