Chávez insulta y sigue
Carlos Cabrera Pérez
Madrid 12-07-2011 - 10:52 am.
Llama 'merodeador' a Raúl Castro, y no es la primera vez que lo insulta.
Sorprende la nula reacción del Partido Comunista, del Gobierno y de los
medios de comunicación oficiales cubanos ante el último insulto del
presidente de Venezuela, Hugo Chávez, al primer secretario del PCC y
presidente cubano, Raúl Castro, llamándole "el merodeador" porque, según
Chávez, "merodea por ahí".
El último insulto —que no el primero— pues hace algún tiempo, Hugo
Chávez avisó que no se quedaría con los brazos cruzados si los
norteamericanos tomaban La Habana y se llevaban a Raúl Castro en un
avión. Chávez daba por hecho que el mandatario cubano iba a dejarse
apresar, desconociendo su trayectoria histórica y sorprendiendo, además
de por su mala educación, por su frágil memoria, al obviar que él mismo
lloró en el Fuerte Tiuna, mientras estuvo detenido por los golpistas en
2002, de donde salió libre por gestiones de Fidel Castro ante Isaías
Baudel, ya defenestrado.
Con estas groserías, Chávez evidencia su escasa educación formal y su
minúsculo sentido de Estado y —lo que es peor— se retrata como ingrato
al morder la mano de quien lo acoge, pone los mejores medios a su
disposición para operarlo e intentar curarlo, e incluso acude a
despedirlo a pie de avión.
Salvo Ramiro Valdés, que afeó una vez en público la locuacidad de Chávez
sobre la salud de Fidel Castro, cuando coincidieron en el Memorial "Che
Guevara", en Santa Clara, recordándole al extranjero que cuando él
(Ramiro) entra en ese recinto, permanece en silencio por respeto al
guerrillero argentino-cubano. Ningún otro dirigente, funcionario o medio
de comunicación oficial ha sido capaz de reprobar la actitud
antiraulista del asiduo visitante.
Chávez piensa que privilegiando su vínculo con Fidel Castro en
detrimento de Raúl, tiene asegurada la asimilación acrítica del Partido
Comunista, del Ejército, del Gobierno y de las numerosas organizaciones
verticales del castrismo, ahora al amparo del eufemismo de ONGs. Su
actitud, sin embargo, reafirma la distorsión institucional que padece
Cuba debido a la bicefalia castrista.
Chávez no es el único culpable de esta situación, pues cuando Carlos
Lage mandaba algo, no tuvo mejor ocurrencia que decir que Cuba y
Venezuela eran un mismo país con dos presidentes, provocando que muchos
balcones de La Habana se vistieran con banderas cubanas. El movimiento
espontáneo fue organizado por veteranos del Movimiento 26 de julio, la
mayoría jubilados y enfermos, pero que aún atesoran el caudal patriótico
que aprendieron en las escuelas republicanas y burguesas a las que
asistieron de niños y donde aprendieron a amar a Cuba, por encima de
todo. El resto del Gobierno, incluido Raúl Castro, calló y dejó pasar la
oportunidad de poner las cosas en su sitio, sin algarabía, pero con
firmeza diplomática.
Por muy importantes que sean o parezcan los vínculos bolivarianos, ello
no debe implicar la reproducción automática del error castrista durante
la Guerra Fría, cuando Fidel Castro y una gran parte de los cubanos,
convirtieron a la entonces Unión Soviética en el nuevo Espíritu Santo.
Todo lo que venía de Moscú era aceptado sin rechistar y ahora parece que
ocurre lo mismo con Caracas. Aun cuando la colaboración cubana en
Venezuela valga más que el petróleo que Venezuela vende a La Habana. Una
circunstancia que no es nada nueva, pues ya funcionó anteriormente con
el llamado "Acuerdo de San José", mediante el cual la URSS asumía los
compromisos venezolanos en Eurasia y Venezuela asumía los de la URSS en
las Américas y el Caribe, incluida Cuba, que entonces aseguraba
"ahorrar" y revendía parte de los 13 millones de toneladas anuales del
crudo importado a precios preferenciales, a valor de mercado.
El castrismo sigue cometiendo el error de subordinar Cuba y sus
ciudadanos a países amigos y, por extensión, a cuanto extranjero aparece
por La Habana en plan del Melquíades de Cien años de soledad.
Quizá cuando Fidel Castro muera o Chávez desaparezca política o
físicamente a causa del cáncer, no faltarán los indignados en el Buró
Político y el entramado. Incluso no es descartable que si el venezolano
muere antes que su mentor, Fidel Castro saque a relucir este y otros
temas que maneja ahora en la sombra, para desacreditar la figura del
bolivariano, como ya hizo con el Che Guevara ante Gianni Mina. Pero
mientras les llegue la hora final a uno o a otro, la orden es callar y
reír cuanta grosería salga de la boca de un huésped ingrato.
Por suerte, los cubanos acumulan larga experiencia en eso de ver a
extranjeros llegar a Cuba y besar el santo, aunque el Politburó (léase
Castro, S.L.) se reserva el momento procesal oportuno para cambiar las
tornas evangélicas y servir las cabezas de los nuevos San Juan Bautista
a posteriori y nunca antes del desembarco con las sacas llenas de dinero
o gran capacidad de servicio para burlar el "bloqueo imperialista". Si
no, que le pregunten a Guatón Marambio, a Pepín Fernández o a Enrique
Martinón.
Sin embargo, no hay que preocuparse excesivamente por la renuncia
oficial a la soberanía y el respeto que Cuba y sus dirigentes merecen,
por ilegítimos y antidemocráticos que sean. Granma ya avisó
recientemente que reclamará su derecho a la información y que considera
absurdo que para entrevistar a un pionero haya que pedir permiso a un
viceministro de Educación. Esta contundencia nos llena de esperanza,
pues quizá dentro de unos años, Granma interpele al Ministro de Asuntos
Exteriores Bruno Rodríguez para que explique por qué calla siempre ante
las ofensas de Hugo Chávez a Raúl Castro.
Y es una pena, porque los gobernantes y los medios de comunicación
oficiales cubanos atesoran un glosario del insulto que ya quisiera para
sí Hugo Chávez y su tropa. Tomen nota: rumberas del imperio, divas
macilentas, deréclito humano, anexionista, apaciguador,
quintacolumnista, mercenario, vendepatria, grupúsculo, hijos biológicos
de Goebbels, narcómanos alucinados y fullero, entre otras lindezas
avasalladoras que esgrimen cuando consideran que alguien ofende al
castrismo y su cúpula. Ahora bien, cuando Hugo Chávez ofende a Raúl
Castro, mutis por el foro. Allá ellos con su petróleo.
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