Wednesday, June 22, 2011 | Por Frank Correa
LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) – Aunque las aperturas
permitidas por el gobierno a la economía privada alcanzan la cifra de
178 oficios, hay muchos de ellos que han desparecido, como los
vendedores de anzuelos, plomadas, atarrayas, los fabricantes de nasas
y trampas para peces y mariscos, fabricantes de bicheros, flejes y otros
artículos necesarios para la pesca, que los pescadores consideran ya
desaparecidos.
Muchos de los 178 oficios autorizados en la nueva ley, ya no son
compatibles con la realidad de la época -el ejemplo clásico es el
forrador de botones-, o se realizan de manera esporádica. En cambio,
cafeterías y vendedores callejeros clasifican como los más reclamados
por la población.
En los pueblos de pescadores, cuando los jóvenes llegan a la edad de
extender la tradición y hacerse a la mar, se encuentran con que no hay
fabricantes de anzuelos, carretes, plomadas, incluso del acero trenzado
que se utiliza para atrapar los peces grandes.
Además, tienen en su contra las prohibiciones del gobierno sobre la
pesca en embarcaciones rústicas, debido a lo cual sufren hostigamiento
y reciben multas. Las embarcaciones son confiscadas cuando son
sorprendidos por los guardacostas.
Tampoco se encuentran el mercado los bicheros y las nasas. Los
anzuelos existentes en el mercado, y el nylon son importados, y se
venden en las tiendas en divisa a precios elevados. Lo mismo sucede
con las atarrayas, no hay, y también han desaparecido los tejedores que
las tejían pacientemente en el portal de sus casas, haciendo verdaderas
obras de arte.
La desaparición de estos tradicionales oficios artesanales que, antes,
además de constituir fuentes de empleo, satisfacían las necesidades de
los habitantes de las comunidades costeras, ha contribuido además a la
triste realidad de que en Cuba se haya prácticamente perdido el oficio
de pescador.
Las carretillas que antes paseaban por las calles repletas de grandes
peces acabados de pescar, las sartas coloridas de rabirrubias, pargos,
chernas, biajaibas; o las fondas donde se comía un buen filete de
pescado fresco y el caldo de cabeza de aguja, solo existen ya en la
memoria de los más viejos. ¿Volverán otra vez los peces perdidos?
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