Wednesday, April 27, 2011 | Por José Hugo Fernández
LA HABANA, Cuba, abril, www.cubanet.org -Cantinflas pudo morir de
envidia en La Habana, si antes un milagro lo hubiese resucitado para las
gloriosas jornadas del sexto congreso del partido comunista cubano.
El motivo no era nuevo para nosotros, porque ya sabemos que la jerigonza
constituye algo así como el alma de la revolución, en tanto el cuerpo es
su cuerpo armado.
De hecho, su única fábrica con sobrecumplimientos sostenidos en 50 años
es la de frases hechas, todas con empaque de jerigonza, para no
equivocarse en el intento de decirnos lo contrario de aquello que
creímos entender que nos decían.
Sin embargo, lo del sexto congreso del PCC ha sido una exageración.
Hasta en su caso.
Como botón de muestra, basta con citar algunas píldoras del discurso
pronunciado por Raúl Castro en la inauguración, sin duda un buen
compendio (bueno por divertido) para ilustrar en síntesis la historia de
la jerigonza revolucionaria.
Ya en el arranque sentenció: "Hay que despojar al Partido de las
funciones que no le corresponden". Lo que traducido a lengua significa
que estaba de más la realización del congreso, cuyo objetivo es que el
partido hiciera lo mismo que ha hecho durante décadas, apropiarse de
funciones que no le corresponden. Y que encima de no corresponderles,
tampoco sabe asumir, según la siguiente jerigonza:
"Lo que aprobemos en este Congreso no puede sufrir la misma suerte, ni
lo permitiremos, que los acuerdos de los anteriores: casi todo olvidado
sin haberse cumplido. Se me cae la cara de vergüenza de tener que
confesarlo públicamente en este Congreso".
Parece que al estar tan ocupado buscando la cara que se le cayó, Castro
II no tuvo tiempo de enredar debidamente la jerigonza. Y es así como
reconoce haber permitido que los cinco congresos anteriores fueran una
pérdida de tiempo. Lo que traducido a lengua significa que además fueron
una estafa al pueblo.
Otra jerigonza: "Las reformas que se realicen en el marco de la
actualización del modelo político nunca permitirán una concentración de
la propiedad que vaya en contra de la esencia del socialismo". Donde
Raúl Castro dijo "concentración" se supone que haya querido decir
"distribución" o "disgregación", pues la concentración de propiedad,
contraria al socialismo, existe en Cuba, nunca dejó de existir. Sólo que
en los últimos 50 años se redujo el número de sus dueños, en proporción
exclusiva al número de los caciques que gobiernan.
Otra jerigonza de la misma fuente: "En el socialismo jamás habrá espacio
para las terapias de choque". Decir esto en medio de un traumático
proceso destinado a despedir a medio millón de empleados estatales, es
algo que debiéramos entender como una declaración oficial de renuncia al
sistema socialista.
Y otra jerigonza: "Los datos recopilados (por el PCC) constituyen un
formidable instrumento de trabajo para la dirección del gobierno y el
Partido a todos los niveles, así como una suerte de referéndum popular
de la profundidad, alcance y ritmo de los cambios que debemos producir".
Más claro ni la cerveza de pipa. Nos dijo que aquí no hay referéndum
popular que valga, que para referéndum lo que ellos dicten.
Lástima que el espacio (ni quizá la paciencia de los lectores) no
permitan un mayor detenimiento en esta nueva antología de la jerigonza
revolucionaria. Por lo pronto, no sería justo concluir sin la mención de
otras dos, las últimas, pues resulta un despropósito cualquier colección
de jerigonzas que no contenga al menos dos de Fidel Castro.
Al referirse en una de sus Reflexiones a los delegados jóvenes al sexto
congreso del PCC, Castro I escribió: "No me importaba tanto lo que
decían, como la forma en que lo decían. Estaban tan preparados y era tan
rico su vocabulario, que yo casi no los entendía". Ni siquiera hace
falta traducirlo. Pues aunque dice enrevesadamente lo que él pensó y no
lo que quería decir, deja expuesto el trasfondo con tal contradicción
que es casi una jerigonza subliminal.
Y ni hablar de la segunda, la cual, por cierto, se ha convertido en una
especie de bandera para los salvadores del socialismo en Cuba: "La nueva
generación (reflexionó Castro I) está llamada a rectificar y cambiar sin
vacilación todo lo que debe ser rectificado y cambiado". Claro, le quedó
por decir quién determina y cómo lo que debe ser rectificado y cambiado.
De manera que en este caso su jerigonza pertenece al tipo de las que
concentran todo el contenido en lo que callan.
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