¿Paternalismo del Estado?
Roberto Álvarez Quiñones
Los Angeles 02-02-2011 - 1:15 am.
El castrismo ha sido un reciclaje 'socializado' del esclavismo que
imperó en la Isla hasta el siglo XIX.
En las últimas semanas el diario oficial Granma ha venido insistiendo en
que con los cambios emprendidos por el gobierno de Raúl Castro el Estado
socialista cubano dejará de ser paternalista.
Serán echados a la calle más de un millón de trabajadores estatales —sin
que haya aún un sector privado que pueda asimilarlos— que no recibirán
subsidios, se suprimirán gratuidades, se cierran ya los comedores
obreros, la libreta de alimentos subsidiados desaparecerá lentamente, se
harán más "racionales" los servicios médicos, la educación y los
deportes. En el sector cultural no habrá subvenciones para las
actividades artísticas. Las empresas no rentables serán desmanteladas.
Estas medidas revelan la inutilidad del socialismo. Los Castro, con
medio siglo de atraso y con la nación ya en ruinas, admiten que todo fue
un "error" y guardan en el closet el discurso ideológico-político
igualitario de que el socialismo es superior al capitalismo porque
mientras en este último imperan las desigualdades, el desamparo y las
injusticias sociales debido a la "explotación del hombre por el hombre",
en el socialismo hay justicia e igualdad para todos, el estado garantiza
un empleo estable a cada ciudadano sin el temor a perderlo en una crisis
económica cíclica, suministra a todos alimentos subsidiados a bajos
precios, y brinda gratuitamente salud, seguridad social, educación,
cultura, etc.
Pero no examinaremos en estas líneas las medidas raulistas, sino un
"detalle" que pasa siempre de contrabando y confunde a no pocos: ¿Ha
habido o hay paternalismo en Cuba?
Los negros arrancados de África desde el siglo XVI al XIX y llevados en
condiciones infrahumanas a Cuba y todo el Caribe para ser vendidos como
bestias en una plaza pública eran alimentados por sus propietarios,
cuando se enfermaban eran atendidos, los vestían, les daban parcelas de
tierras o "conucos" para que sembraran viandas y vegetales y criaran
aves de corral; y los dejaban realizar fiestas, danzar y divertirse. Y
todo esto gratis. ¿Era eso paternalismo?
El historiador Manuel Moreno Fraginals afirma en su libro El Ingenio,
que la alimentación que daban los propietarios a sus esclavos en Cuba
satisfacía con creces las necesidades calóricas y proteínicas para cada
jornada de trabajo. Cada esclavo —narra Fraginals— consumía diariamente
media libra de carne, tasajo, o pescado salado (bacalao), 500 gramos
diarios de harina de maíz, además de boniato, yuca, calabaza o fufú de
plátano. También comían bolas y tostones de plátano, funche (guisos de
maíz), frituras, guisos de quimbombó, viandas con mojos (malangas,
plátanos, ñame), chilindrón de chivo, y congrí. Y dos veces al año
recibían un pantalón, una camisa, un gorro de lana, un sombrero de yarey
y una frazada.
A cambio, los hacendados se apropiaban del producto íntegro del trabajo
de sus esclavos en jornadas laborales extenuantes. Eran "instrumentos
parlantes", como les llamó el sabio romano Varrón en el siglo I A.C. Los
esclavos cubanos eran máquinas de carne y hueso propiedad de un
hacendado que podía hacer con ellos cualquier cosa: encadenarlos,
azotarlos, y hasta matarlos sin enfrentar cargo alguno ante la justicia.
Algo que se le parece bastante es lo que ha ocurrido en Cuba en términos
económicos, sobre todo desde que en marzo de 1968 Fidel Castro estatizó
los 60.000 pequeños negocios privados que aún operaban en la isla. Desde
entonces, el gobierno se apropia del producto íntegro de los
trabajadores, que de cierto modo son también propiedad del Estado, el
único empleador del país. Por eso es un error creer, como dice la
propaganda castrista, que en Cuba la salud, la educación y todos los
servicios sociales son gratuitos.
Nada es gratis
Falso. Son los trabajadores los que subvencionan al Estado y no al
revés. Para usar la terminología marxista, los trabajadores pagan esos
servicios con la plusvalía generada por ellos, que va toda al Estado. O
sea, el gobierno no da a ningún trabajador nada que éste no pague con su
trabajo. Y a sus familiares y el resto de la población les cobra con la
libertad individual que les cercena.
Falso es también que la clase obrera en un régimen socialista no
enriquece a ningún "parásito", como reza la propaganda marxista. No hay
un solo caso en la historia en que la nomenklatura comunista dirigente
no se haya aprovechado y enriquecido. Y resulta aún peor, porque los
capitalistas se enriquecen con las ganancias que producen inversiones y
gastos que generan empleos y benefician la economía al aumentar la
demanda de consumo, pero en el socialismo los dirigentes se enquistan en
el aparato estatal y se enriquecen con el dinero que pertenece al
pueblo. Ellos sí que son parásitos.
En los 35 países comunistas que han existido ha proliferado una "nueva
clase" rica y todopoderosa —que describió en su momento el disidente
yugoslavo Milovan Djilas.
Mariela Castro, por ejemplo, sólo por ser hija de Raúl reside en una
mansión millonaria equipada con la tecnología más moderna y rodeada de
muros y de guardias armados; y en las paredes cuelgan cuadros originales
de pintores por valor de 185.000 dólares.
Al prohibir las libertades individuales, el gobierno comunista no tiene
otro remedio que alimentar, vestir y curar, pues la gente no se puede
valer por sí misma. La iniciativa privada no existe, como no existía
para los esclavos de las haciendas que narra Cirilo Villaverde en
Cecilia Valdés, o en las plantaciones algodoneras en el Misisipi del
siglo XIX.
El Estado comunista impide la existencia de una sociedad civil
independiente. Nadie es libre. Nadie puede crear una empresa y generar
empleos y riquezas, ni expresarse políticamente, o elegir la educación
para sus hijos.
Uno de los peores estigmas que tiene el comunismo, y que ya los Castro
han anunciado seguirá vigente ad infinitum, es que se prohíbe la
formación de capital nacional. Sólo el Estado crea capital, o se asocia
con inversionistas extranjeros que lo tienen. Si el Estado socialista
suministra cuotas de alimentos subsidiados —que desde los años 90 en
rigor son inferiores en cantidad y calidad a las de los esclavos— y
ofrece los demás servicios sociales es porque no hay nadie más que lo
haga, no por generosidad comunista.
En Cuba los trabajadores son tan "instrumentos parlantes" como los del
Imperio Romano. No tienen derechos, no pueden votar en elecciones
democráticas, ni acceder a internet, televisión, radio y prensa no
oficial para enterarse de lo que ocurre en su propio país, sino zumbarse
el mejunje propagandístico que cocina el gobierno, dueño de todos los
medios de comunicación.
El castrismo ha sido hasta ahora un reciclaje "socializado" (llevado a
toda la sociedad) del sistema esclavista al que Carlos Manuel de
Céspedes puso fin en su hacienda en 1868 al alzarse en armas contra España.
http://www.diariodecuba.com/cuba/2926-paternalismo-del-estado
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