Monday, January 31, 2011 | Por Francisco Chaviano González
LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) – El 22 de enero de 1948, en
Manzanillo, provincia de Oriente, fue asesinado el líder azucarero
comunista Jesús Menéndez, conocido como General de las cañas, cuya lucha
estuvo encaminada a reclamar el pago del diferencial azucarero a los
cortadores de caña, y la historia tampoco le hizo justicia. La
revolución, una vez instalada en el poder, nunca pagó el diferencial, ni
siquiera el equivalente de lo estipulado hasta entonces.
El sistema de pago que regía en la época de Jesús Menéndez constituía
un incentivo a la eficiencia productiva: los centrales azucareros se
quedaban con el 51% de las ventas, entregando al colono más del 48% del
dinero que generaba el azúcar. Como, además, tenían una cuota para
moler, su ganancia mayor o menor dependía de lograr altos rendimientos y
del precio en el mercado mundial.
Como el obrero no puede esperar a que se venda el azúcar para cobrar, se
establecía un precio convenido tomando como patrón el mercado
internacional. Al efectuarse la venta se generaba una diferencia de
décimas de centavo, que en caso de ser positiva creaba ganancias con
respecto al pago efectuado, y en eso consistía el diferencial que
exigía para los obreros azucareros Jesús Menéndez.
Este sistema ya no es aplicable en los tiempos actuales, porque los
métodos de siembra y corte, unidos a la tecnología, han multiplicado la
productividad del cortador manual. No obstante, si se exigiera hoy, los
macheteros estarían cobrando entre 15 y 20 dólares por jornada, pero en
nuestra realidad, para llegar a 2 dólares se precisan de sacrificios
extremos.
La pérdida de incentivos como el sistema de pago que beneficiaba a
trabajadores y colonos antes de 1959, ha generado la ineficiencia, la
desidia y el mal uso de los recursos disponibles, aniquilando la primera
industria nacional. No sólo cayó drásticamente el rendimiento de la
caña, sino también el de los suelos, que no llegan al mínimo establecido
de sesenta mil arrobas por caballería, y en algunos lugares no alcanzan
ni la mitad de esa cifra.
Tal descalabro ha llevado al cierre de más de dos tercios de los
centrales azucareros y los bateyes que vivían de la zafra azucarera se
han convertido en pueblos fantasmas. Jesús Menéndez, General de las
cañas, y símbolo de una industria que la revolución aniquiló, fue este
año menos recordado que nunca en el día de su asesinato.
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