Monday, October 25, 2010

Dos premios Nobel en uno

Dos premios Nobel en uno
Orlando Freire Santana

LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) - Confieso que di un salto de
alegría cuando, al término de una de las transmisiones del programa Mesa
Redonda, a través de un cintillo que apareció en la parte inferior de la
pantalla, y sin que mediara palabra alguna del conductor, se informaba
acerca de la adjudicación del Premio Nobel de Literatura 2010 a Mario
Vargas Llosa. Fue un sentimiento parecido al que experimenté en el año
2000, cuando el entonces presidente de El Salvador, Francisco Flores, le
salió al paso a Fidel Castro en la Cumbre Iberoamericana de Panamá.

Siempre he sido admirador de las novelas del escritor peruano, desde La
ciudad y los perros hasta Las travesuras de la niña mala, una de sus
últimas creaciones. Sin embargo, fue La fiesta del chivo, la novela que
me enseñó la manera en que un tema histórico y una desgarradora
experiencia personal podían convertirse en ficción, mediante la
alternancia de planos narrativos que redundaran en una obra de gran
valía. Mis simpatías hacia Vargas Llosa vienen dadas igualmente por su
incansable bregar en defensa de la democracia, y la consiguiente crítica
a aquellos que no la respetan, sean políticos de izquierda o de derecha.

Vargas Llosa nunca se caracterizó por practicar una rígida afiliación
ideológica que comprometiera permanentemente su punto de vista. En su
juventud, como buena parte de los intelectuales latinoamericanos de los
años sesenta del siglo pasado, simpatizó con las ideas socialistas. Así,
se sintió atraído por la revolución y los modelos económicos de
planificación centralizada. Pero con el paso del tiempo, el advenimiento
de nuevas evidencias lo harían cambiar de juicio: la conculcación de las
libertades fundamentales por parte de las autoridades cubanas lo llevó a
romper con el Gobierno de la isla, y el acercamiento a las teorías
económicas de Milton Friedman y Friedrich Von Hayek lo conducirían al
liberalismo.

Y en un abrir y cerrar de ojos pasé de la euforia a la indignación, una
vez que leí el modo en que el periódico Granma daba a conocer el
otorgamiento del Nobel al peruano. La noticia, firmada por el periodista
Pedro de la Hoz, llevaba el siguiente titular: "El Nobel de la
Literatura, el anti Nobel de la ética". Y a renglón seguido -tras
reconocer sus méritos literarios- el periodista le endilgó al laureado
novelista una sarta de injurias, como que lo que hacía con la literatura
lo desbarataba con su mala conducta, y cuestionó si era un representante
de todas las causas indignas, o un vil peón del imperialismo yanqui.

Lo que seguramente no le perdona el oficialismo cubano a Vargas Llosa es
que no se hizo el desentendido ante los desmanes cometidos en la isla
contra la disidencia, política o cultural. Él no clasifica entre esos
"peregrinos políticos" que, al decir del escritor norteamericano de
origen húngaro Paul Hollander son críticos despiadados de sus
sociedades, y bendicen lo que sucede en los países que consideran
"tierras de promisión" o de "realización histórica" (Los peregrinos de
La Habana. Editorial Playor. Madrid, 1987).

Sorprende observar a otro Premio Nobel, el argentino Adolfo Pérez
Esquivel, convertido en censor de las violaciones de los derechos
humanos en los regímenes de derecha en América Latina y,
simultáneamente, ser un incondicional del Gobierno cubano. O escuchar la
manera en que una representante de las abuelas de la Plaza de Mayo
reclama el derecho a saber sobre sus familiares desaparecidos, y después
contemplar cómo esa misma representante pretende ignorar los mítines de
repudio contra las Damas de Blanco en las calles de La Habana.

Vargas Llosa, por el contrario, nunca ha actuado de ese modo. Él reprobó
la actuación de Pinochet en Chile; calificó en su momento el gobierno
del Partido Revolucionario Institucional, de México (PRI) como una
dictadura perfecta; y a partir del "caso Padilla", en 1971, ha sido un
opositor consecuente del totalitarismo cubano. Sus dardos van enfilados
a favor de la libertad y en contra de las dictaduras, no importa el
caparazón ideológico que las contenga.

Quiero expresarle, señor Pedro de la Hoz, que mucho antes de que los
académicos suecos le otorgaran el Nobel de Literatura a Mario Vargas
Llosa, ya la historia le había conferido, muy a pesar suyo, el Nobel de
la Ética.

http://www.cubanet.org/CNews/year2010/Oct2010/25_C_4.html

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