Cuba y los cambios
By JOAQUIN ROY
Desde la enfermedad de Fidel Castro, el análisis sobre la evolución de
Cuba se ha centrado en el potencial cambio del sistema político y
económico, sin que se haya prestado la suficiente atención a la
evolución social. Las expectativas de un cambio sustancial en la
maquinaria política dirigida por su hermano Raúl no se han visto
correspondidas. El régimen intuye que si abre demasiado las
oportunidades económicas, el dique de la inmovilidad corre peligro de
resquebrajarse.
El más importante ``triunfo'' de la Revolución fue la destrucción de la
llamada ``sociedad civil''. Régimen, estado, nación y liderazgo se han
confundido para primar la iniciativa oficial, en prejuicio del impacto
de la acción individual en el devenir político y económico. Algunas
fuerzas han sobrevivido a la acción de la apisonadora del sistema, la
presión y el cierto conformismo en dedicarse a la supervivencia diaria
mediante la corrupción, el ``inventar'' y el ``resolver'' en llegar al
final del día a pesar de los salarios ridículos y la escasez de los
productos básicos, oficialmente gratuitos.
Algunos sectores de la iniciativa individual y colectiva se han revelado
en los últimos años como tan activos como para incordiar a la dirigencia
política y atraer la atención del exterior. Quizá en cierto modo algunos
de estos resquicios de movimientos sociales y políticos deben su
atractivo mediático a la novedad de los fenómenos en cuestión y al mismo
tiempo gracias precisamente a su carácter minoritario y aquejado de
aislamiento.
Esa es la clave del éxito de la disidencia mediática. Así se explica el
atractivo de movimientos como las Damas de Blanco y más recientemente de
las acciones perturbadoras de los opositores que han optado por huelgas
de hambre, que de momento solamente se han cobrado una lamentable
víctima fatal.
Pero lo que ha resultado verdaderamente insólito es que ciertos sectores
fuera del aparato estatal se coloquen de repente como protagonistas de
la actividad no solamente ``cívica'' sino política. Este es el caso del
surgimiento de la jerarquía de la Iglesia Católica en su papel de
intermediaria con el poder. El resultado pueden ser unos cambios que
inexorablemente deben llegar, sin que se sepa en qué grado ni en qué
sustancia como para impactar en la medular del sistema.
La repentina aparición del cardenal cubano y arzobispo de La Habana,
Jaime Ortega, como árbitro en la delicada pugna con los disidentes en
huelga de hambre es sin la menor duda uno de los fenómenos dignos de
estudio en profundidad de la realidad cubana, aparentemente monolítica.
El nuevo papel de la Iglesia resulta más novedoso si se tiene en cuenta
el trasfondo histórico y la actitud del exilio cubano.
La Iglesia Católica en Cuba nunca tuvo la importancia social y política
que posee en numerosos países latinoamericanos, como la vecina República
Dominicana, Perú o Guatemala. Por otro lado, la delicada coexistencia
entre la Iglesia y el régimen durante medio siglo ha estado considerada
como velada connivencia, más allá de la necesaria prudencia. Pero nada
fue igual desde que en 1992 el estado cubano dejó de ser
constitucionalmente ``ateo''. El impacto de la visita del Papa Juan
Pablo II a Cuba en 1998 todavía se nota.
La política del castrismo en tolerar la práctica religiosa se tradujo en
que la sociedad huérfana de otras alternativas se refugiara en las
actividades tradicionales de las religiones organizadas, más allá de las
sincréticas creencias de origen africano. Las cifras de bautizados
aumentaron del 17% a casi el 50% de todos los nacidos en Cuba. En la
actualidad el índice es del 60%. De poco sirve aducir que la práctica
efectiva solamente es del 5%, pues esa dualidad existe también otros
países nominalmente católicos.
l régimen ha tomado nota y ha resuelto aceptar la mediación de esa
curiosa ``sociedad civil'' que reclama ser reconocida. Habrá que esperar
un cierto tiempo para comprobar si su nuevo papel resulta imprescindible
para insertarse en la maquinaria de los verdaderos cambios. Y quizá
también esperar a la definitiva desaparición del propio Fidel Castro.
Catedrático `Jean Monnet' y Director del Centro de la Unión Europea de
la Universidad de Miami.
jroy@Miami.edu
http://www.elnuevoherald.com/2010/06/07/736749/joaquin-roy-cuba-y-los-cambios.html
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