El milagro cubano
Daniel Della Costa
Para LA NACION
Jueves 29 de enero de 2009 | Publicado en edición impresa
Tipos que jamás sacaron fotos ni con una Kodak de cajón se han puesto a
opinar sobre una que ha dado la vuelta al mundo, la de Fidel y Cristina
del bracete, afirmando que es trucha. Es cierto, tal vez haya sido algo
retocada para que al Comandante no se lo viera tan anciano ni arruinado,
pero de ninguna manera esto implica que no sea auténtica. Porque no sólo
es cierto que la presidenta argentina se entrevistó con el
revolucionario cubano, sino que este encuentro es el hecho más
remarcable de su breve gestión. Porque en su transcurso han sucedido
cosas, algunas tremendas, otras risibles, casi todas desacertadas, pero
nada se compara con lo ocurrido a raíz de este encuentro.
Porque aunque que sea cierto que la isla tiene poca importancia para el
país, especialmente en estos tiempos de crisis, dada su insignificancia
económica, no lo es menos que hay otros factores por considerar y que
justifican, largamente, los gastos del viaje y el tiempo que la señora y
sus funcionarios dedicaron a esta visita.
Lo que no tiene que ver ni con la incobrable deuda cubana, ni con la
graciosa ridiculez de las lamparitas de bajo consumo, ni tampoco con la
pretensión de que la Argentina de los Kirchner sea el puente entre los
Estados Unidos de Obama y la Cuba de los Castro. Lo único importante es
que de aquí partió una Cristina triste y macilenta, después de haber
atravesado por un pico de stress que la tuvo recluida una semana, y que
el encuentro con Fidel devolvió al país otra notoriamente distinta,
alegre y dicharachera (aunque no aún con el periodismo) y con unas ganas
tremendas de ponerle el pecho a la crisis, a los agricultores, a la
sequía, a los autos cero kilómetro, a las heladeras y ahora también a
los termotanques y a las cocinas.
Para calibrar la importancia de esta reacción cuasi milagrosa, basta con
observar lo que, a causa de los trastornos de la señora, ocurría en
Olivos, Su marido se vio obligado a retomar los hilos del poder y,
aunque no lo hiciera muy bien, según está a la vista, al menos demostró
una encomiable solidaridad conyugal. Pero además de ello, el temor a que
una recaída de la Presidenta, una hipotensión inmanejable, una
deshidratación crítica, una cefalea intratable, condujeran a la acefalía
y, por consiguiente, a la asunción del enigmático Cleto Cobos, condujo a
las febriles gestiones ordenadas por el presidente suplente, para que se
escudriñara en el pasado del vice, hasta encontrarle el pelo en la leche
que pudiese conducir a su inhabilitación definitiva y abrir así paso al
sillón de Rivadavia a un incondicional.
El regreso de Cuba de la señora hecha unas castañuelas, sin duda ha
traído alivio a su entorno. Pero lo que nadie sabe a ciencia cierta es
si su estado de dicha resultará perdurable y qué hacer en caso de que se
le produzca otro bajón. ¿Enviarla otra vez a Cuba? ¿Gestionar nuevas
entrevistas y nuevas fotos con Fidel? Y en ese caso, ¿hasta cuándo?
"Pero no, maestro -dijo el reo de la cortada-, por eso no hay que
preocuparse. Mientras esté vivo el tipo de los retoques, puede haber
Fidel para rato."
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