Saturday, October 04, 2008

La 'pax' socialista

TRIBUNA: RAFAEL ROJAS
La 'pax' socialista
Por primera vez en la historia de Cuba, la mayoría de los opositores al
Gobierno respaldan un cambio pacífico. Si la guerra civil vuelve al país
será por el inmovilismo y la soberbia del régimen

RAFAEL ROJAS 03/10/2008

La cubana de 1959 no fue la última revolución de la historia de América
Latina, pero sí la última de la historia de Cuba. Esa historia, que la
ideología oficial presenta como si concluyera en el socialismo, no ha
terminado aún. Sin embargo, casi 50 años sin revoluciones ni guerras
civiles es un verdadero récord para la trayectoria de la isla. El fin de
la violencia como método de oposición podría ser un logro paradójico del
socialismo y sus adversarios. Por primera vez en la historia insular,
los opositores cubanos, mayoritariamente, respaldan un cambio pacífico.

El fin de la violencia como método de oposición podría ser un logro
paradójico del socialismo

Salvo casos aislados, la derecha e izquierda latinoamericanas optan por
la democracia

Desde 1851, cuando tuvo lugar la insurrección anexionista de Narciso
López, no han pasado veinte años sin que estalle una revolución en Cuba.
La siguiente fue en 1868, encabezada por Carlos Manuel de Céspedes, y
duró diez años. Luego vendrían la llamada "guerra chiquita" (1879-1880)
de Antonio Maceo y Calixto García contra el Pacto del Zanjón y las
expediciones poco recordadas de Ramón Leocadio Bonachea en Manzanillo y
Carlos Agüero en Varadero, entre 1883 y 1884. Finalmente, en 1895, se
produjo la última revolución separatista, liderada por José Martí,
Máximo Gómez y Antonio Maceo, que desembocó en la primera ocupación
norteamericana (1898-1902).

Entre 1902 y 1959, durante los 57 años que duró la experiencia
republicana, también hubo revoluciones y guerras civiles por cada
década. En 1906 estalló la "guerrita de agosto", una revuelta armada del
Partido Liberal y los seguidores del general José Miguel Gómez contra la
reelección de Tomás Estrada Palma, que propició la segunda intervención
de Estados Unidos (1906-1909). Tres años después de la retirada de los
norteamericanos, en 1912, oficiales negros y mulatos y miembros del
Partido Independiente de Color se alzaron en armas contra la
proscripción de dicho partido y fueron masacrados por el Ejército.

Apenas cinco años más tarde, en 1917, una nueva guerra civil tiene lugar
en Cuba. Empeñado en reelegirse, el general Gómez se levanta con
oficiales del Ejército y miembros del Partido Liberal contra la elección
del conservador Mario García Menocal. La revuelta es llamada la
"chambelona", en alusión al nombre de una orquesta popular, dirigida por
Rigoberto Leyva, y una conocida conga que acompañó la campaña electoral
del presidente Gómez y el vicepresidente Alfredo Zayas. Fue un Gobierno
conservador, el de García Menocal, el primero en lograr una sucesión
presidencial pacífica en la historia de Cuba: la que se produjo en 1921
a favor del liberal Zayas.

Tras la reelección de Gerardo Machado en 1928, como candidato único, y
la ampliación de su mandato hasta 1935, se inició en la isla un largo
periodo de turbulencia política. Los nacionalistas del ABC, los miembros
del Directorio Estudiantil Universitario, los del Partido Comunista y
una nueva generación de oficiales del Ejército se opusieron por medio de
huelgas, atentados y cuartelazos a la dictadura de Machado, que colapsó
en agosto de 1933. Luego de la caída de Machado y hasta 1939, por lo
menos, aquellos actores políticos y otros nuevos, como el movimiento La
Joven Cuba de Antonio Guiteras o el Partido Auténtico, pugnaron
violentamente por el poder de la república.

Entre 1940 y 1952 hubo un periodo de paz relativa en la política cubana,
si se descuentan las diversas modalidades de gansterismo que sacudieron
la vida pública. Entonces se produjeron tres sucesiones presidenciales
pacíficas continuas, la práctica parlamentaria logró una importante
estabilidad gracias a la Constitución de 1940, la separación de poderes
se hizo efectiva, la opinión pública desarrolló su pluralidad y su
autonomía y la competencia entre diversos partidos se desenvolvió por
las vías legales del código electoral. Doce años duró lo más parecido a
una democracia que han conocido los cubanos en dos siglos de historia
moderna.

El golpe de Estado de Fulgencio Batista, en marzo del 52, se llamó a sí
mismo revolución e hizo resurgir la violencia política. El asalto al
cuartel Moncada no fue la primera ni la única reacción armada contra
dicho golpe. En abril de 1953, el filósofo Rafael García Bárcena y un
grupo de seguidores, afiliados al Movimiento Nacionalista
Revolucionario, intentaron tomar el cuartel Columbia. También en abril,
pero de 1956, 50 revolucionarios de la Organización Auténtica y la
Triple A, encabezados por Reynold García, trataron de ocupar el cuartel
"Domingo Goicuría" de Matanzas. Todavía en marzo de 1957, el Directorio
Revolucionario fracasó en su intento de ejecutar a Batista en el Palacio
Presidencial.

Entre 1957 y 1959, la violencia se generalizó como resultado del choque
de la revolución y la dictadura. Entonces se produjo en Cuba un fenómeno
como el descrito por Walter Benjamin en un conocido ensayo: el
enfrentamiento de la "violencia sancionada y la no sancionada como
poder", de la violencia que preserva un derecho establecido y la que se
le opone para generar un nuevo derecho. Unos y otros, los oficiales y
soldados del Ejército y los guerrilleros urbanos y rurales se
consideraban "revolucionarios". Después de un siglo de tradición
violenta, captada como nadie por Guillermo Cabrera Infante en Vista del
amanecer en el trópico (1974), el concepto de revolución desplazó al de
república en la cultura política cubana.

En cuanto el Gobierno revolucionario comenzó a purgar a sus miembros
liberales y demócratas y a torcer el rumbo hacia el comunismo, la
oposición escogió, una vez más, el camino de la revolución. En la
primera mitad de la década de los 60, en Cuba se vivió un estado de
guerra civil latente, que se reflejó, al igual que a fines de los 50,
por medio de invasiones, atentados, sabotajes, clandestinaje urbano y
guerrillas campesinas como las del Escambray. El Gobierno cubano,
apoyado por la Unión Soviética, se enfrentó a esa oposición, respaldada
por Estados Unidos, con una sofisticada tecnología represiva y
movilizadora. Los muertos y, sobre todo, los presos de esa guerra civil
fueron más que los de la insurrección contra Batista.

Como todas las pacificaciones, la socialista cubana fue despótica, pero
el fin de las revoluciones en Cuba no se debió sólo a los mecanismos de
control del nuevo Estado. Tampoco dejaron de producirse guerras civiles,
únicamente, como sostiene el discurso oficial, por el indudable consenso
que generó el socialismo en los años 60. El abandono de la violencia
política en el exilio y la oposición, aunque demoró, se extendió,
finalmente, a casi todos los actores políticos, como una necesidad de
ruptura con la tradición revolucionaria. En las dos últimas décadas, el
régimen de la isla, que no renuncia a la violencia represiva ni a la
militarización del país, ha tenido que hacer malabares para presentar a
la oposición cubana como "terrorista".

La pax socialista también tiene que ver con el cambio político global y,
específicamente, con la transformación de América Latina luego de la
caída del muro de Berlín. A pesar de la guerra y el terrorismo, que
marcan el nuevo contexto internacional, y de la inseguridad, el
narcotráfico y la pobreza, que enturbian el panorama regional, la
política latinoamericana ha abandonado la violencia autoritaria o
revolucionaria. Todos los países de la región, menos Cuba, son
democráticos y casi todas las izquierdas de la región -lenguajes
aparte-, también. Ese cambio ideológico e institucional de la política
latinoamericana ha tenido efectos positivos en la isla, a pesar de la
persistencia del partido único y la economía de Estado.

El futuro no está cifrado y una guerra civil nunca puede descartarse. En
las últimas semanas, un grupo de intelectuales socialistas (Pedro
Campos, Félix Sautié, Haroldo Dilla, Juan Antonio Blanco...), residentes
dentro y fuera de Cuba, militantes o ex militantes del Partido
Comunista, debatieron, en publicaciones electrónicas, una serie de
reformas -autonomía empresarial, desestatización de la agricultura,
libertad de movimiento, unificación monetaria, revisión del Código
Penal, división de poderes...- que, entre otras ventajas, tendría la de
conjurar ese peligro. El Gobierno de Raúl Castro no parece escuchar las
demandas de los propios socialistas cubanos: si la guerra civil vuelve a
Cuba no será por iniciativa de opositores y exiliados, que defienden una
transición pacífica, sino por el inmovilismo y la soberbia del régimen.

Rafael Rojas es historiador cubano exiliado en México.

http://www.elpais.com/articulo/opinion/pax/socialista/elpepuopi/20081003elpepiopi_11/Tes

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