José Hugo Fernández
LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) - La prensa oficial de Cuba
simula darle la gran batida a los abusadores y tránsfugas que especulan
con las necesidades del pueblo, llenándose el bolsillo a costa de la
devastación que sacó a flote el paso de los dos últimos huracanes.
La consigna fue lanzada desde arriba: hay que hacerles la vida imposible
a quienes se aprovechan. Así que en esas andan, con la bala en el
directo, especialmente dirigida contra los pobres diablos que se
apresuraron a elevar el precio de productos del agro en los mercados
particulares y contra quienes venden en las calles sin licencia sabe
Dios qué cosas sustraídas de sabe Dios dónde.
El asunto no es que a la prensa le falten razones para la batida, sino
que otra vez se limita a enfocar la vertiente más insustancial y menos
peligrosa del fenómeno.
Sacar ventaja de las desgracias del prójimo será siempre un acto vil, y
merece repulsa, sea cual fuere el fondo que lo condiciona. Lo que ocurre
es que esos pobres diablos que han estado aprovechándose del despelote
ocasionado por los huracanes para subir a 20 pesos la libra de cebollas
y de frijoles, así como los otros que venden lo que no les pertenece, no
representan si no el último eslabón de una larga cadena de abusos,
irregularidades e indolentes cañonas de todo tipo a las que hemos vivido
sometidos los cubanos durante demasiado tiempo, desde el ciclón del 59.
Justo en medio de las amenazas por el acercamiento de Ike (ya sabemos
que la oportunidad la pintan calva), el régimen elevó al doble el precio
de la gasolina, sin aviso previo y sin que la prensa, claro está,
reparase en la alevosía del método. También es verdad que hasta hace
poco los precios de este producto estuvieron ascendiendo en todos los
países de forma demencial. La diferencia es que únicamente en la Isla la
gasolina no le cuesta nada a quien la vende, pues se obtiene mediante la
subvención de Hugo Chávez y gracias al trabajo esclavo de nuestros
profesionales de la salud.
Tampoco es abordado por la prensa el hecho patético de que ahora mismo
los agro mercados que administra el estado en La Habana parecen paisajes
lunares, con tarimas vacías que son como cráteres y se limitan a contar
el cuento de toda la vida, o sea, que debemos renunciar a los frijoles
para que sean enviados a otros aún más menesterosos en las provincias
del interior.
Hace cincuenta años que intentan hacernos creer que la justicia consiste
en quitarle a una parte del pueblo lo poco que tiene para dársela a otra
parte que no tenga nada. Esa adulteración infame del principio de
solidaridad y de la lógica más elemental jamás incluyó, ni incluye, a
los mandamases con su parentela que todo lo tienen y nada comparten Pero
tales asuntos no parecen ser motivo de preocupación para nuestros
periodistas del patio, por ingenuidad e ignorancia en muchos casos, y
por cinismo y acomodamiento en otros.
De modo que ahí los tenemos de nuevo, enfilando sus cañones contra las
huellas de la fiera, pero cuidándose de no rozar ni por casualidad a la
fiera misma.
El deudor de tu deudor es mi deudor, dicen que dijo Cristo a sus
apóstoles. Pero ha pasado el tiempo, tal vez por eso lo olvidamos aquí.
Aunque también porque cada cual sabe en qué palo se rasca. Los pobres
diablos sin escrúpulos que hoy intentan especular a costa de nuestra
miseria, y los que hacen uso de lo ajeno sólo para su beneficio, podrían
alegar que no son ellos los dueños de la patente. Como tampoco son
responsables de que los de arriba no propicien la existencia de cebollas
ni de buenos ejemplos al alcance de los más humildes, con y sin
ciclones. De manera que al final perseguidos y persecutores no somos si
no deudores por igual del deudor de todos.
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