Publicado el 11-06-2007
Cuba en tiempos difíciles
Por Armando Añel
Son tiempos difíciles para Cuba. La agonía de Fidel Castro, su principal
victimario durante el último medio siglo, podría vender la falsa imagen
de que para los cubanos los problemas están a punto de resolverse.
Muerto el perro, se supone que se acabó la rabia. Pero no necesariamente.
Por desgracia, la agonía se ha dilatado en el tiempo, cíclica e
intermitente, permitiendo que la nomenclatura ponga a un lado sus
diferencias y se reagrupe en torno a su instinto de conservación,
amamantada por el petróleo venezolano.
En Latinoamérica, la persistente torpeza de las elites intelectuales y
políticas, a lo que cabe añadir los tradicionales déficits culturales
que arrastra la región, han traído como consecuencia un repunte de los
totalitarismos de izquierda, lo cual no puede sino revertirse en más
atraso y opresión para la mayor de las Antillas.
Dado que el castrismo se las ha arreglado para convertir su mitología en
un producto exportable –algo a lo que contribuyen decisivamente los
déficits culturales apuntados arriba-, y dado que los subsidios de la
metrópoli de turno, Venezuela, se acrecientan cada semana que pasa, la
oligarquía cubana parece estar en condiciones de trascender los
estertores de Fidel Castro.
Los estertores pueden dilatarse meses, incluso años, porque, a
diferencia de la inmensa mayoría de los cubanos, el máximo líder cuenta
con infinidad de recursos médicos –aquí sí gratuitos y de tecnología
punta-, sobre todo los que le llegan de ese Occidente capitalista al que
ha combatido sin cuartel toda su vida.
Por si fuera poco, está el nuevo Consejo de Derechos Humanos de Naciones
Unidas, integrado por países del corte de Rusia, Cuba, Arabia Saudí,
China o Pakistán.
La que en su momento fuera una herramienta de presión al régimen de La
Habana, en la dirección de proteger los derechos fundamentales de los
cubanos, se ha convertido en una institución inefable, cómplice del
castrismo y en general de aquellos regímenes delincuentes cuyo historial
democrático y de respeto a las libertades individuales es poco menos que
inexistente. Precisamente, la nomenclatura permitió hace pocos días el
ingreso a la Isla de uno de los representantes más conspicuos de dicho
Consejo, el suizo Jean Ziegler.
Ziegler es el clásico izquierdista ultraconservador. Admirador del Che
Guevara, ha comparado al presidente George W. Bush con Osama bin Laden,
mientras entiende que "el orden capitalista y caníbal del mundo mata sin
necesidad". Según el relator especial de Naciones Unidas para el Derecho
a la Alimentación, "lo más paradójico es que la falta de alimentos
responde a un esquema organizado en beneficio de las empresas privadas
internacionales".
Un país como Cuba, en el que la malnutrición ha provocado incluso
epidemias recurrentes, como la de la neuritis óptica, "puede servir de
ejemplo a otros países del mundo en materia de derecho a la
alimentación", considera Ziegler.
Durante su visita, que finalizó este martes, el suizo agradeció al
régimen cubano "el apoyo constante a la aplicación conceptual y
realización institucional del derecho a la alimentación de su pueblo".
Aquí aplica aquello de que huelgan los comentarios.
Por supuesto, el castrismo ha declarado que está dispuesto a recibir más
relatores por el estilo de Ziegler, cuyas credenciales políticas
garantizan a La Habana que no habrá "politización" ni "trato
discriminatorio" contra ella. El propio canciller cubano, Felipe Pérez
Roque, reveló que la invitación al suizo –ojo: el suizo fue directamente
invitado por las autoridades comunistas- es un reconocimiento a su
"ejecutoria personal, honesta y transparente". La nomenclatura lo ha
dicho alto y claro: tiene una opinión particularmente positiva de Ziegler.
Son tiempos difíciles para Cuba, pero no cabe perder la esperanza.
Parafraseando el lugar común, todo es oprobio hasta un día.
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