Publicado el 08-31-2007
¿Hacia dónde se dirige Cuba?
Por el Padre Jorge Queija
Lo peor que puede suceder al exilio en estos momentos difíciles, es
dejarse llevar por el cansancio, la frustración y la impotencia. Son
muchos los factores que influyen para que los cubanos nos sintamos
rendidos ante tantos obstáculos que se han tenido que encarar a través
de los 48 largos años de dictadura férrea e inhumana.
Sucede que lo evidente y claro para nosotros, parece no ser tan evidente
para otros. Me refiero obviamente a todos aquéllos que forman parte de
los medios de comunicación; ya sean los que abiertamente soslayan los
errores, manchas, atropellos y abusos del régimen porque simpatizan con
Castro y el castrismo. Como también nos encontramos con los que a estas
alturas; aunque no gustan de las dictaduras (especialmente las de
derechas) sin embargo tratan a Fidel Castro, como a sus inmediatos
colaboradores, como personajes dignos de respeto y admiración. Piensan
que es posible sentarse a dialogar con ellos y naturalmente no muestran
al público la imagen real de un sistema opresivo y cruel, que no está
dispuesto a ceder un ápice del poder que ostentan de una forma
arbitraria y autoritaria.
Reconocemos que en parte ellos justifican sus posiciones basados en la
imagen que muestran al pueblo cubano ante las cámaras de la televisión,
en las marchas multitudinarias, en las entrevistas al pueblo en las
calles que en su mayoría, muestran simpatías y admiración tanto a Fidel
como a su revolución. Esto es según ellos un indicador que el régimen no
es tan malo y si los cubanos están contentos, por qué cuestionar y
criticar a un régimen que funciona y que para ellos ha logrado metas
superiores al resto de continente.
No cabe duda que la dictadura ha logrado vender una imagen falsa al
mundo. Mentiras repetidas hasta la saciedad que parecen verdades y un
pueblo en Cuba que ha sido adoctrinado y transformado en una masa
esclava y moldeable que ni remotamente se le ocurre, ni se le ocurriría
cuestionar al régimen que los esclaviza. A no ser pequeños grupos de
disidentes cuyos nombres la mayoría del pueblo en la isla los desconoce.
¿Qué hacer frente a todo esto? Sabemos que siempre ha habido cubanos que
nunca les ha importado para nada, la situación política del país.
Tampoco han faltado los comerciantes y mercaderes que se han enriquecido
haciendo buenos negocios a través de los viajes, las remesas, envíos de
medicina y otros artículos que se han enviado al país.
No se podrá pasar por alto a los que han hecho una política sucia
buscando beneficios personales y no el mejor interés de la causa de Cuba
y el esfuerzo sincero y honesto para liberarla. Más recientemente ha
aparecido otro sector formado por los que han llegado en los últimos
años y son una caja de resonancia de Fidel. Viven aquí disfrutando de
todos los beneficios del régimen democrático, pero trabajan de una
manera muy efectiva en Miami obedeciendo las pautas que les dictan desde
la Habana.
Tampoco han faltado los que sí tienen preocupación por resolver la
tragedia de Cuba, pero sus deseos de ser los líderes únicos, aunque sean
un grupo pequeño, impide que se pueda realizar el sueño de la unidad tan
buscada y ansiada por la mayoría del exilio.
Finalmente están los que sí se han esforzado y luchado, pero han
encontrado obstáculos enormes y múltiples, especialmente con el gobierno
norteamericano. Sabemos cómo el Partido Republicano ha manipulado el
voto de los cubanos, con engaños y mentiras. Los comentarios del
Presidente Bush y la Secretaria de Estado Condoleezza Rice no tienen
ningún propósito eficaz por llevar la democracia a Cuba; sino
simplemente tomar algunas medidas que saben de antemano que no serán
efectivas, pero simplemente quieren de alguna forma justificar sus
mentiras, pues lo han repetido muchas veces que el problema de Cuba lo
tienen que resolver los cubanos en la Isla, más no aplican el mismo
principio cuando se trata de Irak. Hablan constantemente que hay que
llevar la democracia al pueblo iraquí, no importa el precio que tenga
que pagar el pueblo norteamericano; sin embargo en el caso de Cuba no se
puede derramar ni siquiera la sangre de un soldado norteamericano.
En el caso de Europa el interés por Cuba es menor, por lo tanto no nos
sorprende la posición tan débil de la Unión Europea; salvo honrosas
excepciones como es el caso de la República Checa y otros países que
formaron parte de la Unión Soviética.
Nuestra querida Iglesia Católica que por ser cubana adolece de los
mismos defectos y miedos del pueblo cubano. Nunca ha tenido una posición
firme y valiente, a no ser al principio de la revolución con las
intervenciones dignas de Mons. Eduardo Boza Masvidal, el Arzobispo de
Santiago de Cuba, Pérez Serantes y algo de Mons. Evelio, obispo de Pinar
del Río. En los años posteriores debe resaltarse como hechos aislados a
los dos obispos retirados Mons. Siro Bacallao de Pinar del Río y el
Arzobispo de Santiago de Cuba.
¿Qué tal si en este momento histórico tan crítico nos preguntásemos cuál
hubiese sido la respuesta de nuestro querido padre Félix Varela y
nuestro Apóstol, José Martí?
No puedo imaginarme a ninguno de ellos vencidos por la desesperanza, la
frustración, la traición y la impotencia. Ellos no hubiesen dejado de
luchar sin treguas hasta el final de sus vidas por la causa de Cuba, por
su libertad. Para ambos Cuba debía estar por encima de los intereses
personales e individuales, de los egoísmos y las ambiciones. Más allá
del aquí y ahora.
Este terrible huracán que parece no querer abandonar la isla, no se
puede combatir con frases como las que acaba de repetir el presidente de
los EE.UU.: Espero que Dios se lleve pronto, a Fidel Castro. ¿Cómo es
posible que la libertad de un pueblo esté supeditada a la muerte del
tirano, sin hacer nada efectivo? Esto es una vergüenza para Cuba, para
el pueblo cubano, para la Iglesia cubana, para el exilio cubano y para
los EE.UU.
Los cambios necesarios en Cuba no se llevarán a cabo si no estamos
dispuestos a tomar nuestras responsabilidades.
Debemos rezar con una profunda y sincera fe ante Dios y nuestra madre,
la Virgen de la Caridad, pero convencidos que no podemos renunciar al
compromiso histórico que tenemos con nuestra Iglesia y con nuestra patria.
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