Por Pascual Albanese
Analista internacional de Agenda Estratégica
Las versiones acerca del fallecimiento de Fidel Castro que atronaron
durante las últimas jornadas en la prensa internacional, y tienen en
vilo a la comunidad cubana exiliada en Miami, colocaron nuevamente sobre
el tapete la cuestión sobre el porvenir de Cuba. Sin embargo, más allá
de la creciente incógnita sobre el estado de salud del veterano líder,
lo cierto es que en Cuba la transición ya empezó. No solo por el hecho
de que desde hace ya más de un año Raúl Castro tomó las riendas del
poder, sin traumas ni conmociones, sino porque ya hubo síntomas de un
incipiente pero inequívoco cambio de rumbo.
En su importante discurso del 26 de julio pasado, en la tradicional
celebración del aniversario del asalto al cuartel de Moncada, Raúl
avanzó claramente en la definición de un rumbo económico vinculado con
las exigencias de una mayor productividad, un asunto que constituye
precisamente el mayor cuello de botella de la economía cubana, como
antes lo había sido de los sepultados regímenes socialistas de la Unión
Soviética y de sus países satélites de Europa Oriental. Todas las
definiciones de Raúl Castro están orientadas hacia enfrentar los serios
problemas de ineficiencia, de indisciplina laboral y de corrupción
administrativa del sistema económico. Otra de las novedades centrales
introducidas por Raúl fue el reiterado ofrecimiento de abrir
negociaciones con Estados Unidos, supeditadas a la expiración del
mandato del actual presidente George W. Bush. Dicho de otra manera, Raúl
Castro señaló que está dispuesto a reanudar el diálogo con Estados
Unidos dentro de diecisiete meses.
Además de hermano de Fidel, Raúl Castro fue y es el jefe de las Fuerzas
Armadas, que constituyen la estructura de poder más importante de Cuba,
mucho más sólida y gravitante que el propio Partido Comunista. En cierto
sentido, al margen del indiscutible liderazgo carismático de Fidel, Cuba
presenta rasgos propios de un régimen militar. Los militares cubanos
controlan gran parte de la economía de la isla. Menos ideologizados que
los cuadros del Partido, han demostrad mayor capacidad de gestión que el
resto de la burocracia estatal. También gozan de una mayor estima de la
población que los desacreditados funcionarios partidarios. De allí que
el respaldo castrense sea la principal garantía de gobernabilidad de
Cuba después de Fidel y la base de cualquier ensayo de transición política.
A pesar de que esa impronta castrense podría sugerir una mayor
asociación entre la Cuba de Raúl Castro y la Venezuela de Hugo Chávez,
todo indica que sucede exactamente lo contrario. Es cierto que la
presencia de Venezuela y su bonanza económica, derivada de los altos
precios del petróleo, ha dotado a Cuba de un respaldo del que carecía
desde el colapso de la Unión Soviética, auxilio que entre otras cosas
implica tener garantizado el suministro de combustibles. Este factor
ayuda a la estabilidad política de la isla. Pero Chávez intenta avanzar
hacia un "socialismo del siglo XXI". Raúl Castro, en cambio, se inclina
hacia un modelo de apertura económica al estilo chino, seguido también
por otro arquetipo del comunismo como es Vietnam.
Esta propensión al "modelo chino", o vietnamita, tiene en el caso de
Cuba un ingrediente particular. En China, durante los primeros años de
las reformas económicas impulsadas por Deng Siao Ping, las principales
fuentes de inversión extranjera fueron las prósperas comunidades chinas
de Taiwán, Hong Kong, Singapur y otros países del sudeste asiático, que
nunca habían perdido vínculos con su patria. Cuba tiene en Miami una
burguesía de altísimo poder económico, que en décadas de exilio
desarrolló un formidable proceso de acumulación, sin perder sus raíces
cubanas. Una oleada de inversiones de la comunidad cubana en el exilio,
un fenómeno nada improbable en un contexto de liberalización económica,
permitiría colocar a Cuba en muy pocos años en un lugar de privilegio en
el concierto económico de América Latina y facilitaría enormemente el
proceso de reconciliación política.
Las preferencias
La principal razón para que Raúl Castro prefiera el "modelo chino" es
relativamente sencilla. La diferencia básica que determinó el colapso
del Partido Comunista soviético y la supervivencia del Partido Comunista
Chino, y también el vietnamita, residió en el hecho de que a la hora de
encarar la inevitable adecuación a la era de la globalización, los
soviéticos, con Mijail Gorbachov al frente, eligieron avanzar desde la
reforma política a través de la "glasnot" y la "perestroika", hacia la
apertura económica y los chinos, con Deng Siao Ping, así como después
los vietnamitas, eligieron empezar por las reformas económicas antes de
encarar una muy paulatina y dosificada modificación del régimen político.
De esa forma, Cuba tiene una extraordinaria oportunidad para superar el
vacío que deja la desaparición de Fidel y poner en marcha una transición
económica y política sin violencia.
La experiencia histórica revela hasta ahora que el comunismo constituye
un régimen político al que los países ingresan a través de la violencia
pero salen en forma pacífica.
http://www.eltribunosalta.com.ar/edicion-salta/internacionales/20070827_181327.php
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