¿Se acabarán por fin los actos de repudio?
Luis Cino
LA HABANA, Cuba - Abril (www.cubanet.org) - Con mi recién adquirida
manía de buscar signos alentadores donde lo más probable es que no haya
ninguno -lo dice la máxima dirigencia-, el periódico Juventud Rebelde me
dio por estos días un rayo de esperanza: la admisión de que los actos de
repudio son "repudiables".
La aseveración apareció el pasado martes 20 de marzo en una reseña
literaria de la periodista Laidi Fernández de Juan sobre el libro de
cuentos del narrador y ensayista Frank Padrón titulado Las celadas de
Narciso (Editorial Extramuros).
Analizando la presencia femenina en los relatos de Padrón que integran
el libro, la periodista señala que la mujer aparece casi siempre como
víctima, pero también como victimaria. Es entonces que señala como uno
de los personajes negativos en el "muy bien titulado cuento Los
bloqueos" a "una funcionaria activista de los repudiables actos de repudio".
Mi mayor deseo es que la colega no "se meta en candela". Espero no se
encuentre pronto publicando en Cubanet y como consecuencia de ello,
"atendida por los compañeros de la Seguridad". Quiero creer que hay algo
de sinceridad en las recientes exhortaciones del gobierno a hacer "un
periodismo más crítico".
Mal pensado que soy, y conociendo bien la prensa oficial, no creo que la
definición de Laidi sobre los mítines de repudio haya sido un desliz que
se le escapó a la censura. En Cuba no se dan esas casualidades, no se
pueden dar.
Por tanto, me place mucho interpretar que los mítines de repudio, esa
infamia copiada del fascismo, el maoísmo y los Ton-Ton Macoutes de Papá
Doc, están llegando a su fin. Y me alegra más como cubano que como
periodista independiente que puede sufrir en cualquier momento la
arremetida de las turbas azuzadas por el Partido Único. Abochorna que el
país de uno sea conocido en el mundo también por semejantes barbaries.
Peor aún si los mítines de repudio son tan espontáneos como pretende el
gobierno hacer ver al que se lo quiera creer. Desdicen mucho de nosotros
como pueblo.
Por si acaso, mi optimismo es algo más que moderado. Los mítines de
repudio se despidieron en el verano de 1980 para reaparecer cada vez que
sus instigadores lo han estimado necesario.
Invocados como genios maléficos para regatearle espacios en la calle a
la disidencia, parecían destinados a eternizarse. Interpreto por lo que
leí en Juventud Rebelde que no será así. Ojala.
La periodista los llamó "repudiables actos de repudio". Es lo mínimo que
se puede decir sobre la versión cubana de los progroms nazis, pero algo
es algo. Ya era hora de que se dijera en la prensa oficial.
No exijamos calificativos más fuertes y exactos. Después de todo, como
diría el ministro de Cultura, Abel Prieto, ante el rosario de agravios
de quejosos intelectuales, luego de agitar su melena, ajustarse las
gafas y repasar mentalmente el catecismo castrista y el repertorio de
los Beatles: "Compañeros, por favor, que esto no es la perestroika".
No será la perestroika, pero ya es tiempo -sería saludable- que comience
algo así como la glasnost. Somos muchos los que la esperamos. Son
todavía más, son multitud, los que no se atreven a confesarlo, pero de
igual modo buscan sus señales, entre otros sitios, en Juventud Rebelde.
uicino2004@yahoo.com
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