2007-02-04
Shelyn Rojas, Periodista Independiente
La Habana, febrero del 2007. – Arturo Agras llegó a mi familia cuando yo
tenía 20 años. Mi mamá lo enamoró. Recuerdo las veces que me hacía el
cuento, de como lo conquistó. Su primer beso. Ella alardeaba de haber
sido la primera mujer en su vida.
Ella, que había recorrido el mundo de la sensualidad, maestra en las
artes de la vida, ocho años mayor que él, no se imaginó que aquel hombre
tan ingenuo sería mi papá y el único abuelo materno que mis hijas
reconocerían. El padre que siempre soñé tener. Desde mi infancia.
Mi mamá le dedicó sus últimos suspiros, en el Hospital Julio Trigo en el
municipio Arroyo Naranjo. Una víctima más de la mala atención en los
hospitales cubanos. Él continúo siendo mi padre y el abuelo de mis hijas.
Una tarde, Arturo salió del trabajo. Tenía que asistir a su madre, una
anciana de ochenta años.
No llegó a tiempo a la cita. Eran las cinco de la tarde. Cuenta la
historia, que Arturo "chocó con un carro que se encontraba parqueado".
Inmediatamente, una ambulancia que pasaba por el lugar de los hechos, lo
recogió. Arturo estaba gravemente herido. Había recibido fuertes golpes
en la cabeza.
Fue trasladado para el Hospital Clínico Quirúrgico Miguel Enrique del
municipio capitalino de Luyanó. Los ambulancieros lo dejaron en el salón
de espera. El doctor de guardia lo analizó, era un caso crítico de
terapia intensiva. Había que intervenir urgente, tenía un coágulo de
sangre en el cerebro, pero hasta que no apareciera un familiar, no se
podía subir al salón de terapia intensiva.
Su hermano llegó dos horas después. Lo encontró amarrado a la camilla
con los cordones de sus zapatos. Tinto en sangre. Sucio, con la ropa del
trabajo. Y mojado en sus orines.
El doctor de guardia le expresó que había encontrado a Arturo gateando
por el salón. Gritando de dolor. Después del papeleo burocrático, fue
trasladado a terapia.
Ya era tarde. Mi papá sufrió muerte encefálica.
Los doctores de terapia trataron de hacer todo lo posible, sabían que su
muerte era inevitable. Al menos ellos dieron todo de si.
El chofer que supuestamente estaba parqueado y Arturo chocó con él, se
dio a la fuga. Días después, fue reconocido por personas que se
encontraban en el lugar de los hechos, cerca del trabajo de Arturo.
El cuerpo fue llevado a medicina legal, ya para qué. No vale la pena
indagar. Gracias a que la medicina es gratis en mi país, no tengo
padres. Ese es el precio.
Arturo y Mercedes. Mi madre y mi padre, donde quiera que estén, que
descansen en paz.
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