Friday, February 09, 2007

La dolorosa solidaridad con el regimen cubano

La dolorosa solidaridad con el régimen cubano
POR OSWALDO PAYÁ

CADA vez que personalidades políticas, intelectuales, artistas o
religiosos visitan una parte de Cuba y esa visita se limita sólo a la
parte oficial -con un programa organizado por el Gobierno, sin tomar
contacto libre con la gran parte de Cuba que somos el pueblo-, están
solidarizándose con el régimen de exclusión que existe en nuestro país.
En estas visitas, que por ser frecuentes no dejan de ser injustas, son
recurrentes las expresiones de apoyo a este ordenamiento sin derechos y
las omisiones de la realidad opresiva que hacen conscientemente, y quién
sabe por qué motivaciones o intereses.
Pero es precisamente cuando los visitantes vienen de España -como en el
caso de la visita de la vicepresidenta del Parlamento gallego, Tareixa
Paz, y Olaia Fernández, integrante del Bloque Nacionalista Gallego y
diputada- cuando el dolor es mucho más agudo. De los españoles, y
todavía más de los gallegos, los cubanos esperan al menos respeto e
imparcialidad, porque sabemos que conocen nuestra realidad y, por
razones que no hay que explicar, la entienden muy bien.
Esta visita me toca además muy directamente por el humilde, antiguo y
legendario barrio donde tiene lugar. Como ciudadano del Cerro, en el
mismo corazón de La Habana, conozco que fueron rebautizados con el
nombre de Plaza de Galicia los parques que rodean a mi parroquia, la
parroquia del Salvador del Mundo, de cuya comunidad soy parte desde que
nací. Los antiguos parques del Peñón o del Salvador del Mundo fueron
rotulados para agasajar así al señor Manuel Fraga, cuando hace un lustro
visitó nuestra isla y también nuestros parques de Peñón y nuestra
parroquia rodeado de agentes de Seguridad, que vigilaban a los miembros
del Movimiento Cristiano Liberación para que no pudieran estrechar la
mano del ilustre visitante.
Subiendo por esa misma calle, la calle Peñón, caminando unos 700 metros,
los nuevos visitantes podrían haber llegado a mi casa y a nuestro otro
parque: el parque Manila, en cuyos alrededores vivo y ha vivido mi
familia hace casi un siglo. Ellas, las diputadas gallegas y todo el que
venga con respeto y con el valor de hacerlo, están invitados. Así
conocerán la verdadera Cuba. Quien quiera conocer lo que viven y sienten
todos los cubanos y toda la verdad, no deben enmarcarse en la
parcialidad oficial. Los que se contentan y divulgan sólo una parte de
la verdad, si es que así fuera, en realidad están apoyando una gran mentira.
Pero sigamos con el parque Manila. Ahí, a unos escasos metros del lugar
que visitaron las representantes españolas, podrían haber leído los
letreros que desgraciadamente hubieran podido encontrarse en cualquier
ambiente fascista o comunista, da igual. Fueron rotulados por los
cuerpos represivos y sus agentes: «En una plaza sitiada la disidencia es
traición». También «socialismo o muerte».
Si hubieran andado a mi casa, también hubieran podido contemplar un gran
cuadro colocado frente con una imagen burlesca del presidente George
Bush, tratando de vincular a la disidencia con Estados Unidos, y tratar
así de confundir al público. No se atreven a poner en conocimiento del
pueblo ni el Proyecto Varela, ni el Programa Todos Cubanos. Saben bien
que no los hizo el presidente Bush, sino cubanos, en Cuba, y que son un
camino de reconciliación y cambios pacíficos para que los cubanos
alcancen el respeto pleno a todos sus derechos.
Ellos quieren seguir en el poder, pero las diputadas visitantes, por ser
representantes del pueblo español, podrían interesarse por la petición
ciudadana de Referendo del Proyecto Varela. Lo presentamos en la
Constitución y con las correspondientes firmas ciudadanas. A unos
metros, en la Asamblea Municipal del Cerro y en decenas de municipios y
en la Asamblea Nacional del Poder Popular. Podrían haber preguntado
sobre los derechos que demanda el Proyecto Varela, y por qué si la
Constitución lo enuncia, ni las leyes ni el Gobierno permiten a los
cubanos disfrutar de la libertad de expresión y asociación, del derecho
a tener empresas, como los gallegos y españoles, -que sí pueden tener
empresas en Cuba-, ni elegir a sus diputados democráticamente.
Las diputadas gallegas también podrían haber preguntado por qué están
presos, cumpliendo altísimas condenas en condiciones inhumanas, muchos
ciudadanos pacíficos sólo por defender esos derechos. ¿Acaso quieren
ustedes este régimen sin derechos para Galicia o para toda España?
Nosotros no tenemos odio contra las personas del Gobierno, ni contra
nadie. Ni odio de clase, ni odio de ninguna clase. Por el contrario,
creemos que todos los cubanos somos hermanos. No puedo creer entonces
que ustedes, diputadas democráticas, cuando dicen que hay que apoyar a
Cuba, se limiten a apoyar al Gobierno. No quisiera creer que sus
palabras se identifiquen con el prejuicio racista y colonialista de que
para nosotros los «cubanitos, latinitos» es suficiente con tener la
educación y salud gratuitas -deficientes y que en definitiva el propio
pueblo paga con su trabajo-, y que los derechos civiles son propios de
europeos y blancos. Para respetar estos derechos, la mayoría de los
cubanos son pobres, y existen cientos de miles de cubanos que peregrinan
por el mundo, como les ocurrió a muchos españoles, sin poder regresar a
su terruño.
A Cuba no le hace ningún bien la parcialidad y que algunos tomen partido
desde ideologías o intereses con una parte. Lo que Cuba necesita es la
contribución al diálogo entre cubanos, sin exclusiones, la
reconciliación y el apoyo a la consulta democrática para que los
cubanos, nosotros mismos, definamos nuestro presente y futuro.
Invito a la reflexión a las respetables diputadas gallegas, a todos los
gallegos, a todos los españoles, en definitiva familia, y a todos los
que amen al pueblo cubano, recordándoles que nosotros también somos
humanos completos, y como tales tenemos derecho a todos los derechos.

http://www.abc.es/20070208/opinion-firmas/dolorosa-solidaridad-regimen-cubano_200702080825.html

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