REPRESION
El hombre que me reprime
Alejandro Tur Valladares, Jagua Press
CIENFUEGOS, Cuba - noviembre (www.cubanet.org) - Algunas veces he
tratado de comprender al hombre que me reprime. Llegar hasta lo
recóndito de su psique y desarmar desde allí el rompecabezas de su
personalidad.
Presumo que es un hombre inteligente. Buen hijo, buen padre y
probablemente buen esposo. Sólo después de toparme con él, de mirarle a
los ojos y escuchar lo que dijo, encontré su talón de Aquiles: la
irracionalidad, transportada a su mente por medio del adoctrinamiento.
El hombre que me reprime no llega a los treinta años. Sin embargo, los
programas a los que estuvo expuesto durante su formación socialista le
inocularon el veneno de la irracionalidad en proporciones suficientes
como para captar a vuelo de pájaro sus efectos.
Lo irracional es para este hombre la causa primera, a partir de la cual
se explican el universo y sus alrededores. Sin ella, la duda se hace
presente, dando paso al cuestionamiento, a la conciencia, y finalmente a
la negación del dogma.
El hombre que me reprime sólo tiene un miedo: le aterra la palabra
cambio. Su seguridad descansa en la longevidad del líder, en la
permanencia del status quo. Por eso cada noche, mientras se llena de
pesadillas, contempla a sus víctimas desfilando frente a su oficina
portando un gran cartel que reza: "Todo cambia, todo está por cambiar".
En su despacho se siente grande, como un dios. Un gesto suyo es
suficiente para decidir a quién se va a interrogar, a quién encarcelar.
O contra quién será dirigido el asesinato moral.
Dentro de su traje se reconoce a sí mismo como un ser pequeño. Mas,
cuando porta su carné con grandes letras rojas que proclaman que es un
agente del Departamento de Seguridad del Estado, y cuando el frío cañón
de su pistola acaricia su cintura, se siente superior, como Superman.
El victimario de mis días aún no tiene las manos manchadas de sangre.
Todavía no ha transgredido el límite de la cordura. Si despertara, si
quisiera, podría desandar el camino y tomar la vereda para reinsertarse
en la vida cotidiana. Para ayudarlo en ese empeño, repito como el
Nazareno en la cruz: "Perdónalo, Señor, pues no sabe lo que hace".
Ojalá y estemos a tiempo. Él, para obtener su absolución; yo, para ganar
un hermano con el que construir mano a mano un mañana mejor.
http://www.cubanet.org/CNews/y06/nov06/22a9.htm
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