Posted on Tue, Nov. 14, 2006
Cuba en cambio
ENRIQUE PATTERSON
Cuba cambia, aún no sabemos si lo suficiente o si para bien. Pero la
inminente desaparición física de Castro I conduce a los actores
políticos dentro y fuera de Cuba, al gobierno cubano y al
norteamericano, al poder y la oposición, a repensar sus estrategias y
sus tácticas. Después de la desaparición de Castro I, ya nada será igual.
El cubano es un estado totalitario de partido único que absorbe no sólo
la propiedad de todos los medios económicos, sino a la sociedad en su
conjunto. Se carece tanto de sociedad política como de sociedad civil, y
el status jurídico actual de los cubanos se acerca más a los reglamentos
de ''libertos'' del siglo XIX que a una ''ciudadanía'' en el sentido
moderno del término.
Por otro lado, y contrario a los países comunistas del este de Europa,
la cubana no ha sido hasta ahora --a pesar de lo que se diga-- una
dictadura institucional, de un partido o un ejército, como la brasilera
o la soviética. Detrás de los disfraces esteeuropeos, el país ha sido
gobernado en el estilo de lo peor de los caudillos latinoamericanos. La
desaparición de Castro I implicará, sin dudas, la desaparición del
caudillismo. Surge a destiempo, como un momento que desaparece, una
dictadura institucional en lenta descomposición. Un cambio que, si bien
nada desdeñable, resulta insuficiente a estas alturas.
Para regresar a normas mínimas de civilización, Cuba necesita pasar por
dos transiciones: la de la dictadura a la democracia, y la del
totalitarismo a una sociedad abierta de economía de mercado. Ambas
transiciones no tienen que darse al unísono. Pero es claro que una
economía de mercado es una condición necesaria, aunque no suficiente,
para la existencia de un régimen democrático. Una reforma económica
facilitaría la transición política. En ese escenario hay que ubicar el
fenómeno sucesorio.
En cuanto a su carácter de asesino, corrupto y desalmado no cabe hacer
distinciones entre Castro I y el regente. Pero el último, más que un
caudillo, es un hombre de instituciones (el partido, el ejército), de
trabajo en equipo. El delfín asume el poder con el mismo historial
sangriento y criminal y no puede por ello, como Nikita o Gorbachov,
''limpiarse'' con el cadáver del hermano. Eso le impide presentarse, lo
mismo hacia adentro que hacia afuera, como una nueva opción política, a
la vez que necesita legitimarse tanto ante los cubanos de a pie como
ante los funcionarios y seguidores del régimen. La única opción
razonable para Castro II es iniciar la reforma de la economía que Castro
I siempre ha tratado de evitar. Cuba se acercará con mayor o menor
timidez a las reformas económicas de Viet Nam o China. Para Castro II,
que no está loco, Corea del Norte no es una solución.
Una reforma de ese corte podría hacer obsoleto el embargo, pues los
empresarios norteamericanos y cubanoamericanos no querrán privarse de
esos beneficios como no se privan los taiwaneses de las ventajas de
invertir en China continental. El instrumento fundamental de la política
norteamericana hacia la dictadura isleña y de cierta oposición que ha
visto en esa política el mejor modo de enfrentar al régimen está al
hacerse inservible. En otras palabras, la dictadura neocastrista podría
estar en capacidad de hacer saltar el embargo y la ley Helms-Burton con
sólo tomar la iniciativa y desmantelar parte del embargo interno.
Debemos prepararnos para las paradojas que heredaremos como resultado
del desmantelamiento paulatino del castrismo. Veremos a una nueva
burguesía, de origen comunista, deseosa de imbricarse con la del exilio
en aras de legitimar lo que se han robado. Para ciertos sectores la
reconciliación nacional comenzaría a adquirir un contenido concreto.
Los de acá han sido económicamente tan exitosos que, más que los bienes
que tienen derecho a reclamar, añoran un país que les fue arrebatado y
que les funciona --en términos simbólicos-- como el origen de la cultura
que los distingue como una minoría cultural en los Estados Unidos. Los
capicomunistas están en capacidad de ofrecerles eso, y de asociarse. Los
primos están a punto de cenar en familia.
Debe tenerse en cuenta que los capicomunistas son expertos en la
violación de los derechos laborales y civiles, en la discriminación
racial en el acceso al empleo, en la aplicación de medidas que
extorsionan al trabajador sin tener que enfrentarse a un sindicato o a
leyes laborales y en la represión brutal de todo el que se atraviese en
el camino de sus intereses. No sería saludable que sus primos, frenados
acá en algo por las leyes y las libertades norteamericanas, regresen
--en esas nuevas condiciones-- a sus hábitos previos a 1959. De los
cubanos comunes de aquí y de allá depende darle un contenido más amplio
a la reconciliación pues, en definitiva, no hay mejor reconciliación que
el respeto al derecho de todos, haciendo uso de plenas libertades
económicas, sociales, civiles y políticas.
http://www.miami.com/mld/elnuevo/news/opinion/16004367.htm
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